La ideología de la familia autoritaria en la psicología de masas del fascismo
5. El sentimiento nacionalsocialista de la dignidad
Cap.2, parte 5 | Psicología de masas del Fascismo — Wilhelm REICH
Los vínculos familiares y los nacionales coinciden, el führer es la figura del padre autoritario. La miseria material y sexual del individuo queda relegada por la idea de ser parte de una raza de “señores” y por estar guiado por un “genio”. Así el individuo se olvida que solo es un “seguidor” sin voz ni voto. En cambio, el trabajador con consciencia de clase se identifica con su trabajo, con sus compañeros de trabajo y con su rol social, y no con el dirigente.
La doctrina economicista dice que la ideología social deriva de la situación económica, pero sabemos que existen obreros industriales reaccionarios, y profesores y médicos liberales conscientes. No existe relación mecánica entre la situación social y la estructura caracterológica, debemos distinguir entre el trabajador consciente y el espíritu reaccionario.
Debemos ver los procesos por el cual se crea ideología y dominan la vida afectiva. No es el hambre el factor determinante, si así lo fuera la crisis siempre impulsarían a las masas hacia la izquierda.
El trabajador industrial medio se distingue por una actitud hacia la sexualidad más abierta. En el campo el matrimonio patriarcal es el objetivo de toda la educación, objetivo dictado por imperativos económicos. El campesinado está poco preparado para resistir a la ideología de la reacción política.
Los elementos fundamentales de la ideología nacionalsocialista dependen de la economía sexual.La clase obrera del siglo XX no es la clase obrera que describía Marx. La llamada “aristocracia obrera” ha adoptado los modos de vida, los conceptos burgueses y sus aspiraciones sociales. Han difuminado las fronteras ideológicas y estructurales de las distintas capas sociales.
Los vínculos familiares y los nacionales coinciden en la estructura individual de masas de la pequeña burguesía. Estos vínculos están reforzados por un proceso que no solamente es paralelo, sino que deriva directamente de ellos. Desde la perspectiva de la psicología de masas, el führer nacionalista no es otra cosa que la encarnación de la nación. En la medida en que el führer encarna a la nación de acuerdo con el sentimiento nacional de las masas, se origina un lazo personal con él. Si consigue despertar los lazos familiares afectivos en los individuos integrados en la masa, incorporará al mismo tiempo la figura del padre autoritario. Atrae hacia su persona el conjunto de actitudes afectivas que antes se dirigían al padre protector y representativo (representativo en la imaginación del niño). Cuando se hacía notar a los partidarios nacionalsocialistas que el programa del partido, a fuerza de contradictorio, era insostenible, se obtenía a menudo la siguiente respuesta: “Hitler sabe muy bien lo que se trae entre manos, ¡encontrará solución a todo!” Esta respuesta refleja claramente la confianza infantil en la omnipotencia del padre. Precisamente esta confianza, esta necesidad de protección de las masas, son las que en la realidad social dan a los dictadores la posibilidad de “encontrar solución a todo!”. Esta actitud de las masas impide que alcancen la autonomía social, la independencia y la cooperación racionales. Es incompatible con la democracia auténtica.
Cuando se hacía notar a los partidarios nacionalsocialistas que el programa del partido, a fuerza de contradictorio, era insostenible, se obtenía a menudo la siguiente respuesta: “Hitler sabe muy bien lo que se trae entre manos, ¡encontrará solución a todo!” Esta respuesta refleja claramente la confianza infantil en la omnipotencia del padre.
Aún más importante es la identificación de los individuos integrados en las masas con el “jührer” (dirigente). Cuanto más ha perdido el individuo, a consecuencia de su educación, su sentido de la independencia, tanto más se manifiesta la necesidad infantil de apoyo por la identificación afectiva con el führer. Esta tendencia es el fundamento psicológico del narcisismo nacional, es decir, de un sentimiento de orgullo derivado de la “grandeza de la nación”. El pequeño burgués reaccionario se descubre a sí mismo en el führer, en el Estado autoritario; en razón de esta identificación se siente defensor de la “nacionalidad” (“Volkstun”), lo que no le impide despreciar “la masa” — también debido a esta misma identificación — , frente a la que opone su individualidad. Su miseria material y sexual queda tan bien “anegada” en la idea exaltante de formar parte de una raza de “señores” y de estar guiado por un “genio”, que en ciertos momentos privilegiados llega a olvidar que se ha convertido en un simple “seguidor” sin importancia, sin voz ni voto.
…el fundamento psicológico del narcisismo nacional, es decir, de un sentimiento de orgullo derivado de la “grandeza de la nación”. El pequeño burgués reaccionario se descubre a sí mismo en el führer, en el Estado autoritario; en razón de esta identificación se siente defensor de la “nacionalidad”, lo que no le impide despreciar “la masa”…
En el otro extremo encontramos al trabajador consciente del valor de su actividad, que ha dejado de lado su propia estructura personal y se identifica con su trabajo y no con el “jührer”; con la masa de trabajadores internacionales y no con su patria nacional. Se siente dirigente él mismo, no en virtud de una identificación, sino porque tiene conciencia de cumplir un trabajo vital e indispensable a la sociedad.
¿Cuáles son las fuerzas emocionales que obran en él? La respuesta no es difícil. Los efectivos que forman la base de ese tipo, tan distinto desde el punto de vista de la psicología son los mismos que los de los nacionalistas. Lo que es diferente es el contenido de los movimientos emocionales. La tendencia a la identificación es la misma, pero la meta de ésta es el compañero de trabajo y no el dirigente, la tarea cotidiana y no la ilusión, las masas trabajadoras de la tierra y no la familia. Lo que aquí se reemplaza a la mística y al nacionalismo es la conciencia de pertenecer a la masa internacional de trabajadores especializados. Sin excluir el sentimiento del propio valor, este tipo de obrero, al igual que el reaccionario, se pone a soñar en momentos de crisis, en el “servicio a la comunidad”, en el “interés general que prima sobre el particular”. Pero en el trabajador, el sentido de su valor deriva de su conciencia de pertenecer a la masa de obreros especializados.
La tendencia a la identificación es la misma, pero la meta de ésta es el compañero de trabajo y no el dirigente, la tarea cotidiana y no la ilusión, las masas trabajadoras de la tierra y no la familia. Lo que aquí se reemplaza a la mística y al nacionalismo es la conciencia de pertenecer a la masa internacional de trabajadores especializados.
Hace quince años que nos encontramos enfrentados con un hecho difícil de comprender: económicamente hablando, la sociedad está dividida en varias capas sociales y profesionales netamente delimitadas. Según la doctrina economicista, la ideología social deriva siempre de la situación económica del momento. De ello se sigue que la estratificación ideológica debería estar en función de la estratificación socioeconómica, en mayor o menor grado. A
consecuencia del trabajo en la industria, el obrero industrial debería manifestar un sentimiento colectivo más agudo, en tanto que el pequeño trabajador independiente debería manifestar su individualismo. Los empleados de las grandes empresas tendrían que tener el mismo sentimiento colectivo que los trabajadores industriales. Sin embargo, sabido es que la
estructura y la situación social coinciden raramente. Tenemos que distinguir entre el trabajador consciente de su capacidad y de su responsabilidad y el espíritu subalterno, reaccionario, de mentalidad mística y nacionalista. Los dos tipos pueden encontrarse en todas las capas sociales y profesionales. Hay millones de obreros industriales reaccionarios y otros tanto, profesores y médicos liberales conscientes del valor de su trabajo. En resumen, no existe relación mecánica entre la situación social y la estructura caracterológica.
Hay millones de obreros industriales reaccionarios y otros tanto, profesores y médicos liberales conscientes del valor de su trabajo. (…) En resumen, no existe relación mecánica entre la situación social y la estructura caracterológica.
La situación social no es otra cosa que la condición exterior que, en el individuo integrado en la masa, desencadena el proceso ideológico. Por lo tanto, de lo que se trata es de descubrir los impulsos intelectuales gracias a los cuales las distintas influencias del campo de lo social se aseguran la dominación exclusiva de la vida afectiva. Una cosa es segura: ¡no se trata del hambre! o en todo caso, no es el factor determinante, puesto que si así lo fuera, tras la crisis económica de 1929 a 1930 se hubiera producido la revolución internacional. Esta concepción niega las ideas economicistas tradicionales, pero resulta irrefutable.
¡no se trata del hambre! o en todo caso, no es el factor determinante, puesto que si así lo fuera, tras la crisis económica de 1929 a 1930 se hubiera producido la revolución internacional.
Cuando los psicoanalistas, inaccesibles a los problemas sociológicos, explican la revolución social por la “sublevación infantil contra el padre”, se refieren al revolucionario extraído de los medios intelectuales, que sí obedece a estos motivos. El fenómeno es muy distinto entre los trabajadores industriales. La represión de los niños por sus padres no es menor en los medios obreros que entre la pequeña burguesía e incluso a veces es brutal; el problema está localizado en otra parte. La diferencia específica reside en el modo de producción de estas capas y en su actitud con respecto a la sexualidad que se deriva de él. La actividad sexual que se manifiesta en ella es la expresión pura de la oposición entre los impulsos y las inhibiciones sexuales. Entre los trabajadores industriales, la situación no es la misma. Entre ellos se encuentra, además de la ideología moralista, más o menos acentuada, según los casos, sus propias concepciones sexuales, diametralmente opuestas a las de los moralistas, a las que se añaden la incidencia del hábitat y de la vida colectiva en la empresa. Son estos factores los que contrarrestan la ideología sexual moralizadora.
Cuando los psicoanalistas (…) explican la revolución social por la “sublevación infantil contra el padre”, se refieren al revolucionario extraído de los medios intelectuales (…) Entre los trabajadores industriales, la situación no es la misma. Entre ellos se encuentra (…) sus propias concepciones sexuales, diametralmente opuestas a las de los moralistas, a las que se añaden la incidencia del hábitat y de la vida colectiva en la empresa. Son estos factores los que contrarrestan la ideología sexual moralizadora.
El tipo medio de trabajador industrial se distingue, pues, del tipo medio del pequeño burgués por una más abierta actitud hacia la sexualidad, aunque en los otros aspectos sea poco ilustrado y algo conservador. Resulta infinitamente más accesible que el pequeño burgués a los argumentos de la economía sexual. Y lo que le permite una mayor apertura es precisamente la ausencia de las actitudes que ocupan el centro de la ideología nacionalista y eclesiástica: en efecto, ignora la identificación con el poder del Estado autoritario, con el “dirigente supremo”, con la nación. Este hecho, entre otros, prueba que los elementos fundamentales de la ideología nacionalsocialista dependen de la economía sexual.
El tipo medio de trabajador industrial se distingue, pues, del tipo medio del pequeño burgués por una más abierta actitud hacia la sexualidad, aunque en los otros aspectos sea poco ilustrado y algo conservador.
En razón de la economía individualista y del aislamiento familiar que le caracteriza, el pequeño campesinado está poco preparado para resistir a la ideología de la reacción política. Este es el motivo que explica la divergencia que en él se da entre situación social e ideología. Sometido a un patriarcado riguroso y a la moral correspondiente, este pequeño campesinado no deja por ello de desarrollar formas naturales, aunque totalmente desfiguradas, en su vida sexual. En contra de lo que sucede con la pequeña burguesía, los niños de los medios rurales conocen, al igual que los hijos de los trabajadores industriales, las relaciones sexuales precoces. Los primeros resultan perturbados por la educación sexual patriarcal o bien quedan marcados por la brutalidad. La vida sexual se practica a escondidas, la frigidez es habitual entre las jóvenes; los crímenes sexuales, la pasión de los celos y la servidumbre de las mujeres son los fenómenos típicos de la sexualidad campesina. La histeria no está tan extendida en ninguna parte como en el campo. El matrimonio patriarcal es el objetivo de toda la educación, objetivo dictado por imperativos económicos.
En contra de lo que sucede con la pequeña burguesía, los niños de los medios rurales conocen, al igual que los hijos de los trabajadores industriales, las relaciones sexuales precoces. Los primeros resultan perturbados por la educación sexual patriarcal o bien quedan marcados por la brutalidad. La vida sexual se practica a escondidas, la frigidez es habitual entre las jóvenes; (…) El matrimonio patriarcal es el objetivo de toda la educación, objetivo dictado por imperativos económicos
A lo largo de los últimos decenios estamos asistiendo en el mundo obrero a un proceso ideológico cuyo más puro ejemplo nos lo ofrece lo que se llama la “aristocracia obrera”, pero que tampoco ha dejado de afectar al trabajador industrial medio. El mundo obrero del siglo XX ya no es el proletariado del siglo XIX descrito por Carlos Marx, sino que, en gran medida, ha adoptado los modos de vida y los conceptos de las capas burguesas de la sociedad.
La democracia burguesa formal no ha abolido las fronteras económicas entre las clases, del mismo modo que tampoco ha suprimido los prejuicios raciales; pero las aspiraciones sociales que se han desarrollado en el interior de sus estructuras han difuminado, aunque no sea más que un poco, las fronteras ideológicas y estructurales de las distintas capas sociales. El mundo obrero de Gran Bretaña, Estados Unidos, Escandinavia y Alemania se ha aburguesado progresivamente. Para comprender por qué vía pudo penetrar el fascismo en el mundo obrero, es preciso seguir de cerca el proceso ideológico que determinó el paso de la democracia burguesa, a los “decretos-leyes” que llevaron a la eliminación del Parlamento, hasta la llegada de la dictadura.
A lo largo de los últimos decenios estamos asistiendo en el mundo obrero a un proceso ideológico cuyo más puro ejemplo nos lo ofrece lo que se llama la “aristocracia obrera”, pero que tampoco ha dejado de afectar al trabajador industrial medio. El mundo obrero del siglo XX ya no es el proletariado del siglo XIX descrito por Carlos Marx, sino que, en gran medida, ha adoptado los modos de vida y los conceptos de las capas burguesas de la sociedad.