Análisis de la Neuropsicología del Lenguaje
En los manuales de neuropsicología clásicos, a partir de los primeros casos clínicos que pudieron estudiarse, quedaban asociadas determinadas patologías del lenguaje con lesiones cerebrales bien delimitadas, llegándose a una doble dicotomía, anatómica y funcional: región anterior del cerebro como parte involucrada en la representación motora de las palabras, y la región posterior en su representación auditiva. Posteriores estudios, y la posibilidad de emplear nuevas técnicas, vinieron a complejizar enormemente esta primera división, evidenciando que las áreas encargadas del procesamiento lingüístico no son homogéneas, sino que se estructuran para un funcionamiento en red, con distintos subcentros asociados al procesamiento de los distintos componentes del lenguaje. Sin embargo, como es habitual en las ciencias, no son fáciles los cambios en los marcos teóricos, poniéndose siempre en evidencia una fuerte resistencia a los mismos, y ello a pesar de ir acumulándose evidencias que hacen inviable que se puedan seguir sosteniendo las “verdades” anteriores. Es como si las nuevas evidencias atentasen contra el sentido común del saber establecido, perdiendo de vista que éste también desplazó a “saberes” y “verdades” anteriores. Y esto ha venido ocurriendo con el marco teórico del localizacionismo en relación con la neuropsicología del lenguaje y de otras funciones cognitivas, y que el presente artículo desarrolla de manera excelente para mi gusto.
Ni el lenguaje, ni la propia estructura del cerebro se prestan a una escisión tan dicotomizada: cada proceso lingüístico (fonológico, sintáctico, semántico) se fracciona de tal manera que diferentes circuitos neuronales estarían involucrados en sus diferentes aspectos. Y, por otra parte, la clásica división del cerebro entre unas áreas encargadas de tareas lingüísticas y otras ajenas a estas funciones, de tal manera que podía verse afectado el componente lingüístico sin afectar al resto de funciones cognitivas, también ha resultado inadecuada. Las técnicas de imagen dan buena cuenta de ello, aportando suficientes evidencias como para descartar un modelo estrictamente modular de las funciones cognitivas. Por otra parte, también hay un mayor rigor y exigencia en las exploraciones y mejores instrumentos de evaluación, y se pueden objetivar déficits que antes podían pasar más desapercibidos. Pero evidentemente también tiene peso el papel determinante de los paradigmas que prevalecen en cada momento, que dificultan el acceso a nuevas conclusiones que no sean pertinentes con ellos. En este sentido, Noam Chomsky desempeña un papel importante como precursor, pues ya en 1986, plantó el innatismo de la función lingüística en sus teorías sobre la gramática generativa-transformacional, lo que llevaría a contemplar la existencia de un programa genético que regularía los circuitos neuronales en los supuestos centros del lenguaje, rompiendo así con el concepto rígido de modularidad, tal como venía empleándose con anterioridad.
Otra cuestión planteada es si entendemos la modularidad de una manera rígida y predeterminada, o como algo que permite distintos desarrollos en función de la ontogenia particular de cada sujeto. Los estudios apuntan en esta segunda dirección, dando una capital importancia a la especialización interactiva, es decir, a la interacción funcional y competencial desarrollada por cada sujeto en función de su anatomía, genética, estimulación temprana, habilidades ejercitadas y, por supuesto, las distintas afectaciones que puedan tener las diferentes áreas cerebrales. Y ello, independientemente de reconocer que existan unos patrones conectivos que tienden siempre a organizarse de una manera preferente y semejante, aunque susceptibles de verse influenciados por otros factores. No podemos seguir hablando de módulos lingüísticos defectuosos o intactos, sino poner más el acento en la propia dinámica del desarrollo cerebral durante la ontogenia.
Lieberman (2002) ha sido capaz de integrar todo lo anteriormente expuesto en el modelo que nos ofrece acerca de la interconexión organizativa de los circuitos neuronales, agrupados en redes, que posibilitan las distintas funciones cognitivas, entre ellas el lenguaje. El empleo del lenguaje es una tarea compleja que exige cierta coordinación entre el procesamiento secuencial de los distintos elementos, la memoria que permita tenerlos presentes en tanto opera con ellos, y el acceso al almacén de información lingüística y extralingüística relacionado con los elementos que se dan en la situación comunicacional. Y en todas estas actuaciones intervienen no solo estructuras corticales, sino que adquieren bastante relevancia las estructuras subcorticales como los ganglios basales (por ejemplo, para el procesamiento de tareas secuenciales necesarias para la fonación o la sintaxis, y que manifestaría en el Parkinson), o el cerebelo, como componente fundamental en la memoria de trabajo.
En suma, de lo que se trata es de poder precisar los mecanismos neuronales implicados en el lenguaje, de tal manera que puedan dar cuenta anatómica y funcionalmente tanto del procesamiento y comprensión de las palabras, como de la confección de nuevas oraciones. El proceso es tan complejo, que podríamos afirmar que prácticamente ninguna región cerebral quedaría al margen de la función lingüística, si bien es cierto que existen áreas que desempeñan un papel más amplio, y que vienen a coincidir con las que vienen señalándose desde los primeros estudios neuro-lingüísticos. A continuación, desarrollo brevemente esta afirmación en los diferentes procesamientos que tienen lugar en relación con la comprensión y la expresión de una palabra, y la comprensión y expresión de oraciones.
Siguiendo el esquema que nos propone Martin (2003) este primer procesamiento iría desde la discriminación de los rasgos acústicos que tengan valor fonológico, que es lo propio del habla (que ya supone una actividad neuronal diferente a la involucrada en sonidos no lingüísticos), pasando por su adecuada combinación para finalmente poder acceder al lexicón o almacenaje de la información semántica. Este proceso involucraría fundamentalmente la parte superior de ambos lóbulos temporales (para la discriminación), las áreas corticales perisilvianas del H.I. para su procesamiento fonológico y las regiones inferiores y mediales del lóbulo temporal del H.I. en las tareas de almacenaje.
El procesamiento para generar una palabra seguiría el orden opuesto al señalado antes, partiendo de la información semántica contenida en el lexicón, identificando los rasgos semánticos relevantes de lo escuchado para seleccionar el significante apropiado, estructurándolo fonológicamente y articularlo mediante el aparato fonador. En ambos procesos se activarían las mismas regiones temporales, existiendo discrepancias respecto a la independencia de los tres tipos de procesamiento (semántico, léxico y fonológico), pues ello podría ayudar a entender determinadas patologías del lenguaje.
Para la comprensión de una oración, como ya apuntaba Chomsky, los estudios de neuroimagen más recientes sugieren que tiene que ver con la actividad coordinada de un complejo sistema de circuitos neuronales que se distribuirían por diferentes áreas cerebrales, a lo largo de ambos hemisferios: el izquierdo más relacionado con la memoria semántica y el derecho con la memoria de trabajo verbal. Además, cuanto mayor es la complejidad de la oración desde el punto de vista sintáctico, más zonas corticales intervendrían para conseguir la comprensión. Igualmente, a medida que se incremente la complejidad del discurso, no solo desde la sintaxis, la comprensión de su significado, aparte de exigir una integración de la información semántica y sintáctica, también debe procesar información de tipo pragmático, involucrando consiguientemente otras regiones cerebrales. Nada que ver con la teoría modular, que propugnaría una zona anatómica determinada.
Y por último, respecto al procesamiento de construcción de una oración, la mayoría de las evidencias provienen del análisis de pacientes que presentan distintos tipos de patología en su discurso (discurso agramatical, paragramatical, variantes de la afasia de Broca), encontrando la participación de circuitos neuronales localizados no solo en el área de Broca, sino también en otras zonas frontales, temporales y parietales.
Las actuales líneas de investigación continúan en el empeño de caracterizar de manera precisa las bases biológicas del lenguaje, lo que va a suponer abrirse a nuevas líneas de trabajo en relación con el componente neurogenético del lenguaje, así como la determinación de los genes responsables de su desarrollo, junto a las estructuras cerebrales que lo sustentan.
Un apasionante campo de trabajo.