Cómo manipular a alguien a tu favor a través del lenguaje

Teru
Psicología del Lenguaje — ugr
5 min readJan 27, 2019

En la siguiente publicación, basada en el libro de “La manipulación del hombre a través del lenguaje, estudio de los recursos manipuladores y del antídoto contra los mismos”, voy a ilustrar cómo, evidentemente a través del lenguaje, somos manipulados de manera sistemática sin que muchas veces nos demos ni cuenta.

En primer lugar, definamos que significa manipular:
Según los autores del libro, manipular equivale a MANEJAR, y solo los objetos pueden ser manejables. Por tanto, podemos deducir que, la manipulación (entre personas) se da cuando un individuo reduce a nivel de objeto a otra, con el fin de utilizarla para la consecución de sus metas, bien mediante la posesión, dominación, o la eliminación de su voluntad.

A raíz de esta definición podemos concluir que, un manipulador es, entonces, aquel que trata de VENCER a las personas antes que de CONVENCER, puesto que solo le interesa la utilización de este para que sirva como medio para alcanzar los objetivos que se persiguen.

Ahora bien, existen infinidad de perfiles de manipulador, desde el panadero de tu barrio, pasando por los médicos hasta los políticos. Este último grupo de personas es en el que nos vamos a centrar mas detenidamente.

Dentro del manual que he señalado anteriormente, los autores sostienen que existen seis niveles de manipulación, que son: actitudes del manipulador, uso táctico de los vocablos, tergiversación de los esquemas mentales, planteamientos tendenciosos, tácticas dominadoras y procedimientos dolosos.

Para evitar hacer la publicación demasiado extensa, y a fin de introducción para una última publicación, me voy a centrar en el uso táctico de los vocablos.

  1. Vocablos con prestigio

Las palabras pueden adquirir prestigio a lo largo del tiempo de varias maneras: debido a su valor simbólico, debido a las circunstancia culturales, mediante exaltación artificiosa y mediante el incremento de la carga emocional de las palabras.

  • Vocablos simbólicos: son aquellos que llevan aparejados un significado simbólico de manera natural, como las palabras “superior” , “iluminado” , “puro”, o por contra, “tenebroso”, “inferior” u “oscuro”. Estas palabras al ser escuchadas activan de manera casi automática emociones positivas o negativas, según sea la palabra, e impregnan el discurso del emisor.
  • Términos prestigiados culturalmente, o talismán: son palabras que, por diversos motivos socioculturales, se han cargado de prestigio a lo largo de la historia. Por ejemplo, la palabra “orden” , adquirió en los siglos XVI y XVII un rango muy elevado, debido a su vinculación con la ciencia moderna de la época. Hoy en día, si escuchamos la expresión, por ejemplo, “proceder con orden”, nos lleva a pensar en un modus operandi eficaz y conciso, aunque no venga a significar esto. Lo mismo sucede por ejemplo con las palabras derivadas de “revolución”, a raíz de la Revolución Francesa.

Los vocablos talismán tienen el poder de generar inferencias en torno al discurso en el que se utilizan, siendo todo un recurso en los climas ambigüos, como por ejemplo, los esloganes publicitarios. En el manual viene señalado el siguiente:

“Beba Soberano y será todo un hombre”

Realmente, no se puede saber que significa eso de “ser un hombre” ni por qué Soberano debería generar esa condición. La ambigüedad del eslogan genera una atracción de la atención y la palabra talismán “hombre” , usado en este contexto sugiere que, todo aquel que quiera ser masculino, fuerte, inteligente, etc, debería consumir dicho producto.

  • Términos prestigiados de manera artificial: esto son palabras que, por ejemplo, utilizadas adecuadamente, adquieren un significado negativo o positivo. Por ejemplo, el término “censura”, que a base de utilizarla enfrentada a la palabra libertad, ha adquirido un significado negativo, a pesar de que, por ejemplo, el primer significado en la RAE de este término es: “Formar juicio de una obra u otra cosa”.
  • Incrementar la carga emocional de las palabras: adherir carga emocional a las palabras provoca que el procesamiento de las mismas no sea racional, y por tanto sesgado. Por ejemplo, la palabra izquierda se relaciona con libertad y la derecha con riqueza de manera casi automática, cuando ni la una ni la otra están exentas de pobreza, disminución de libertades individuales, etc.

2. El prestigioso artificio del término “cambio”

A lo largo de los años, el término cambio lleva un significado inferido asociado a progreso, avance, modernización, … por ello, es una de las palabras que mas utilizan los líderes políticos de absolutamente todas las ideologías.

El gran prestigio que ha adquirido esta palabra la hace indispensable a la hora de activar en los receptores un esquema positivo en su mente: “cambio es bueno” , “cambio es mejorar” , “cambio es novedad” , … y por tanto, cambio es contrario a regreso, detención, conservación , …

Pero lo cierto, es que cambio no significa nada de eso. Según la RAE, cambiar es “dejar una cosa o situación para tomar otra”. Un significado que está muy lejos de significar todo aquello que se le atribuye. Cambiar no significa mejorar ni empeorar. Es un claro ejemplo de palabra que ha adquirido un significado artificioso.

Además de esta vinculación artificiosa con el significado de progreso y moderno, existe una última vinculación, la vinculación con la naturaleza. La naturaleza no es estática, es cambiante. El cambio es una ley universal y por tanto, todo debe estar sujeto a cambio.

“Si hasta la naturaleza es cambiante, y el ser humano forma parte de ella, ¿cómo es posible que usted no quiera EL CAMBIO?”

De esta manera, se le atribuye a las personas que “no quieren un cambio” un valor negativo, aparejado a un ser inerte y por tanto carente de razón.

3. Idolatrar lo nuevo y lo joven

Por último, y también relacionado con la palabra cambio, existe la creencia de que todo aquello que represente algo novedoso es mejor. La obsesión por el futuro lleva a interpretar al pasado como algo ya inexistente y no que no debe ser tenido en cuenta, privando así de la importancia que tiene para la historia el mirar al pasado y aprender de los errores, además de generar un rechazo hacia las tradiciones y el folclore de los pueblos, que forman la identidad de estos. Mediante estas constantes alusiones al futuro, se establece que la persona que piensa y argumenta con datos extraídos del pasado es una persona antigua y desactualizada y no tiene nada que ofrecer para la vida del mañana, desacreditando así su postura, en pos de un discurso mas “actual”.

Existen muchísimas mas maneras de conseguir manipular las intenciones del receptor de un mensaje de las que he expuesto en el artículo, pero estas son las formas de las que mas echan manos día a día los políticos para convencernos de que su idea es la correcta.

¿Os habíais parado alguna vez a pensar que el discurso de estos personajes públicos está tan controlado? ¿Os habéis dado cuenta de que utilizáis o interpretáis alguna palabra de manera incorrecta?

Referencias:

López Quintás, A. (2001). La manipulación del hombre a través del lenguaje. Estudios de los recursos manipuladores y del antídoto contra los mismos.

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