CARCAJADAS ENTRE FALDAS

Cocostegui
Psicología del Lenguaje — ugr
5 min readNov 25, 2021

(Espero que nadie se sienta ofendido con el lenguaje utilizado, solo quiero reflejar como se han usado algunos términos para hablar despectivamente de ciertos colectivos)

En el post anterior, “Carcajadas entre rejas”, hacía recaer toda la responsabilidad sobre los límites del humor en el receptor de los chistes, exculpando a los cómicos por la imposibilidad de conocer lo que a cada persona le podría molestar. Pero quizás es exculparlos demasiado, quizás sí que deberían hacer una reflexión sobre qué cosas sí quieren hacer humor y sobre qué cosas no. Es más, creo que muchos han hecho dicha reflexión y es patente la evolución que ha habido con respecto a bromear sobre ciertos temas. Los humoristas, como el resto de la población, tienen cada vez más conciencia social sobre cómo se ha vapuleado y discriminado a ciertos colectivos, y esto se ver reflejado en el humor que practican.

Por ejemplo, es su momento, fue muy aplaudido el sketch de “Maricón de España” de Martes y 13, pero es bastante obvio que esto no se podría hacer en la actualidad y que mucha risa no generaría. En su momento estoy convencida que Martes y 13 no lo hicieron con intención de ofender a colectivo homosexual, es más, uno de los integrantes es gay, por lo que dudo que se echara piedras sobre su propio tejado, simplemente siguieron la corriente humorística que había que era la de imitar a dicho colectivo estereotipándolos todo lo que podían. Por suerte, los derechos del colectivo LGTBIQ+ han mejorado, y la sociedad es consciente de todo lo que han luchado para conseguirlo y del odio al que aun hoy se tienen que enfrentar. Es por ello que ya el humor no los tiene como centro de sus bromas, creo que es una forma de apoyo pasivo, una manera de no frivolizar y de no quitarle importancia a las situaciones de odio que viven.

Hace unos años el foco del chiste era cualquier colectivo que tenía un “defecto” físico (enanos, cojos, gangosos…), los maricones, los gordos, las mujeres… de todos ellos se hacían bromas, y la intención en la mayoría de los casos era la de burlarse de ellos, con un tinte de menosprecio bastante claro. Sin embargo, en los últimos años esto ha cambiado, se siguen haciendo chistes sobre estos grupos, pero la intención es diferente, lo que antes era una burla, ahora se entiende como una forma de crítica irónica o de apoyo. Por ejemplo, yo soy muy dada a hacer chascarrillos machistas, si estoy con mis compañeras de piso limpiando, he comentado más de una vez “que buenas mujeres somos” o “nuestro espacio natural en la casa es la cocina”. Hablo de manera irónica y con una alta crítica a como se ha tratado a las mujeres, siempre replegadas en las tareas del hogar, sin voz ni voto.

Pero este cambio del que hablo no es común a toda la sociedad, aún existen personas racistas, homófobas, xenófobas, machistas… ¿Qué efecto tienen en ellos los chistes? ¿Con que intención los hacen?

Hay un estudio muy interesante de la Universidad de Granada (Romero-Sánchez et al., 2010) que refleja los efectos del humor machista en las actitudes y comportamientos de los hombres que los escuchan, específicamente quieren saber cómo la exposición a humor sexista sobre mujeres afecta a la propensión de los hombres a la violación. Las conclusiones que obtuvieron es que claramente el humor sexista influye en comportamientos machistas, encontraron que la exposición a este humor aumenta la propensión autoinformada a la violación frente a la exposición a humor neutro. También hallaron que aquellos participantes expuestos a bromas sexistas y que mostraron desacuerdo hacia el contenido de las mismas, tenían unos niveles más bajos de propensión a la violación frente a quienes las bromas les parecían graciosas y no veían ningún problema en el contenido.

Por tanto, las bromas sexistas pueden reforzar la ideología machista de los que ya la tienen, es por ello que hay que ir con pies de plomo para saber con quién usarlas porque el efecto puede ser esperpéntico. El humor sexista contribuye de esta manera a mantener la desigualdad de género, a interpretar y disfrazar los abusos sexuales como inocentes, menos dañinos y así escapar de la crítica social (Romero-Sánchez et al., 2010).

Las personas no nacen con una ideología, en el caso que nos ocupa, no nacen machistas, es la cultura, el contexto socio-económico, la educación, la socialización con el resto de la población lo que hace que piensen de determinada manera. Darse cuenta de que lo que uno piensa no es correcto es complicado puesto que tienes que derribar las bases sobre lo que has forjado tu identidad y justificas tu conducta. Es difícil que las personas machistas se den cuenta que lo son, sobre todo, en la actualidad lo más complicado de atisbar son los micromachismos que tenemos inculcados. A mí misma me cuesta detectar muchas veces situaciones de menosprecio a las mujeres, pero parto del convencimiento de que debo cambiar esas ideas sexistas con las que me he criado al vivir en esta sociedad patriarcal, e igualmente están en esa situación aquellos hombres del estudio que encontraron como denigrantes las bromas sexistas, están más concienciados sobre esta problemática social y saben detectarla más rápidamente que aquellos que no entendieron los chistes sexistas como ofensivos. Por desgracia, hay muchas personas que no están dispuestas a hacer un autoanálisis tan profundo, ni a admitir que están actuando mal, por lo que si interactúan con personas que hacen bromas sexistas esto contribuye a reforzar los estereotipos e ideas que tienen, impactando gravemente en el trato a las mujeres.

Podemos deducir por tanto, que otro límite del humor, aparte del contexto, es el efecto que pueden tener las bromas sobre ciertas temáticas. En este caso sí atribuyo la responsabilidad en quien realiza el chiste, en el cómico, dependiendo de la ideología que quiera promover, conociendo las consecuencias de determinados chistes, es el humorista el que se debe autoimponer sus propios límites del humor.

Romero-Sánchez, M., Durán, M., Carretero-Dios, H., Megías, J. L., & Moya, M. (2010). Exposure to Sexist Humor and Rape Proclivity: The Moderator Effect of Aversiveness Ratings. Journal of Interpersonal Violence, 25(12), 2339–2350. https://doi.org/10.1177/0886260509354884

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