“Cuando yo tenía tu edad…”
Así empiezan todos o casi todos nuestros abuelos y abuelas cuando empiezan a contarnos sus batallitas. Basta con que le preguntes qué tal están para que, sin que te des cuenta, termines conociendo cómo empezaron a trabajar a los 16 años y por qué sus 20 fueron los mejores años de su vida.
¿Qué podría opinar Paul Grice (filósofo al que conocemos por sus contribuciones en pragmática) de ese abuelillo que con una sola pregunta “te cuenta sus batallitas”?
Como ya sabemos, este filósofo postuló cuatro máximas descritas relativamente como un imperativo a cumplir, ya que lo normal no es mantenerse de forma radical en éstas, sino cumplirlas grosso modo.
Una de estas máximas es la máxima de cantidad, donde “la contribución del hablante no debería ser ni más ni menos informativa que lo estrictamente necesario de acuerdo con el propósito de la conversación”.
Hay algo que está claro: esos abuelos no están cumpliendo la máxima griceana de cantidad, al menos no en parte. ¿Pero por qué en parte? Hay algo a lo que no le hemos prestado especial atención en la definición de dicho postulado: está en función del propósito de la conversación. Con esto quiero decir, ¿y si el propósito de la conversación con el abuelo o abuela realmente es que te cuente esas batallitas? En este caso, su extenso relato no estaría fuera de lugar, ya que sí que se está cumpliendo la máxima de forma relativa.
¿Y si el propósito es informarte de aquellas historias que ellos vivieron con tu edad para que no cometas los mismos errores? Quizás, en otro momento le contaste algo que te preocupaba y tenía relación con esto, pero como nunca se terminó de hablar del tema (incumpliéndose la máxima de cantidad esta vez sí que sí, ya que si no se llegó a “responder a tu pregunta” no se cumplió el principio cooperativo y como consecuencia, tampoco cualquiera de las máximas conversacionales) este es el momento de volver a sacar ese tema y por lo tanto cumplir esa máxima y compensar aquello que no terminó; es decir, esa máxima de cantidad supuestamente incumplida por tu abuelo o abuela, realmente no se estaría violando ya que forma parte de una conversación previa.
Todo esto son hipótesis de posibles casos que podrían influir en el propósito u objetivo de cualquier conversación cotidiana, y por tanto posibles factores culpables de esa violación del postulado de Paul Grice.
Podría continuar haciendo una reflexión más extensa y analítica con cualquier otro ejemplo que incumpla estas reglas, ya que en mi opinión hablar del lenguaje con unas normas implícitas existiendo fenómenos como el sarcasmo (el cual altera también las máximas griceanas) es ceñirnos poco a la realidad (aún entendiendo que debe existir un marco de referencia para la investigación experimental del lenguaje).