Cuestión de cortesía

Tras conocer y compartir con vosotrxs el modelo de las dimensiones culturales en el post “¿Clichés o diferencias culturales?”, mi compañera Irene y yo no nos sentíamos totalmente satisfechas. “Something was missing”….. A pesar de la utilidad de su enfoque cultural, nos parecía incompleto a la hora de abordar la “interculturalidad”. Conforme seguimos indagando sobre el tema encontramos la respuesta: ¡¡¡EUREKA!!! Añadiríamos otra dimensión comparativa al modelo: “CORTESÍA Versus DESCORTESÍA” tan presentes en nuestro día a día.

Hasta ahora hemos tratado de poner de manifiesto en nuestras entradas al blog que lo que es adecuado o no para una cultura no es universal. Esto se aprecia tanto en el lenguaje verbal como no verbal pero también se puede extrapolar a las costumbres sociales y a los hábitos. En este sentido el aspecto de la cortesía cobra especial relevancia.

¿Qué entendemos por cortesía y descortesía? ¿Son conceptualizaciones universales? O por el contrario, ¿están sujetas a la propia cultura del lugar?

La cortesía es un “tipo de interacción social y de actuación verbal específica” que se refleja a través de los actos del habla (podemos intervenir en la realidad del mundo con nuestras palabras). A pesar de ser un concepto universal, la forma en la que se exprese estará mediada por el contexto y la situación en la que tenga lugar la interacción (de Diego, 1996). Además, según Haverkate (1994) las normas de cortesía actúan como reglas que regulan y conforman el comportamiento adecuado de una sociedad aceptando o reprobando determinadas formas de conducta. Por tanto, un acto de habla cortés siempre tendrá en cuenta las normas socioculturales del contexto en que se lleve a cabo (Matos, 2017). Incluso María Moliner ya tenía en cuenta el componente social al definir cortesía como el:

“conjunto de reglas mantenidas en el trato social, con las que las personas se muestran entre sí consideración y respeto”.

Parece así evidente que la manera de manifestar cortesía -verbal o no verbal- cambia de una cultura a otra, por tanto, nuestro comportamiento depende de lo que espera la sociedad en la que vivimos y las reglas implícitas de esta (conocidas por sus integrantes). El conflicto surge cuando esas normas sociales no se respetan y se quebrantan, entonces se suele tachar al interlocutor/a de descortés, maleducadx, groserx o “¡no tiene modales!”. En Japón si obsequiamos a alguien con un regalo, la modestia tendría que ser la norma social por excelencia y deberíamos de minusvalorar el valor del regalo, lo contrario será interpretado como descortés. En cambio, eructar es considerado una muestra de cortesía en algunos países. Si nos fuéramos una temporada a vivir a la India, China o Arabia Saudí, sería conveniente que expulsemos un eructo tras la comida para mostrar que estamos satisfechoxs y agrdecidxs si no queremos dar una imagen de maleducadxs. Suena raro, lo sé pero así es. No es ni mejor ni peor, simplemente distinto. El contexto y la cultura, por tanto, determinan lo que es cortés o no en cada sociedad.

“no conversational contribution at all can be understood properly unless it is situated within the environment in which it was meant to be understood” (Mey 2001, citado en Matos, 2017)

Los ejemplos anteriores reflejan que la cortesía tiene que ver no solo con lo lingüístico, sino también con lo social. Holtgraves (2002, citado en Matos, 2017) considera que además se relaciona con procesos cognitivos mediante los que haríamos un análisis del contexto social, mediado por nuestro contexto mental, para ser lingüísticamente cortés (Kecskés 2013). Esto es justo lo que estudia la pragmática intercultural o sociocognitiva para explicar las características de la interacción intercultural. Según esta disciplina, el contexto es mucho más relevante en la comunicación intercultural que en las relaciones intraculturales (dos hablantes de la misma cultura y misma lengua). En el paradigma sociocognitivo, el funcionamiento humano se ve como el producto de la interacción dinámica de las influencias personales, de comportamiento y ambientales (Kecskés, 2013). Así, tal y como señala Vygotsky (1978, citado en Matos, 2017) “la realidad social y el significado solo existe según lo vamos creando” y todo nuestro conocimiento deriva y es mantenido a través de las interacciones sociales. De manera que nuestra realidad y lo que percibimos tiene una fuerte dependencia de nuestra identidad cultural.

¿Tiene alguna relevancia la pragmática intercultural / sociocognitiva para nosotrxs como psicólogxs?

A mi parecer, MUCHA. La idiosincrasia del objeto de estudio de la Psicología, el ser humano, la coloca en su desarrollo a medio camino entre las ciencias naturales, sociales y las humanidades (Cole, 1999).

Continuando con los aspectos pragmáticos interculturales, si una persona inglesa hace una traducción literal de su lengua materna, es decir, una transferencia, al decir “I’m hot” (estoy caliente) para expresar que “tiene calor”, seguramente la entenderemos (¡si es qué tenemos algunas nociones de su lengua!) y nos resulte hasta gracioso el error (pragmalingüístico). En cambio, si continuamente da las gracias cada vez que alguien le pasa algo en la mesa, se percibiría como inapropiado debido a las diferencias de percepción culturales o lo que representa un comportamiento lingüístico social apropiado (Thomas, 1983). Esto último sería un error sociopragmático que dificultaría su adaptación social. Quizá esta persona se de cuenta de que algo falla y tenga la oportunidad de adaptar su conducta al contexto, o quizá no, ¿qué ocurriría en tal caso? Lo más probable es que nos formemos una imagen errónea sobre esta persona. Por ello, es fundamental que hagamos un esfuerzo y nos interesemos en conocer, en la medida de lo posible, distintas formas de cortesía a nivel intercultural.

No puedo ofrecer un análisis comparativo intercultural al respecto pero me gustaría que tuviéramos presentes (sobre todo al interactuar con nuestrxs compañerxs Erasmus) algunos errores que pueden potencialmente ser percibidos como falta de cortesía(Riley, 1989): el nombramiento de temas inaceptables, romper reglas fundamentales, diferencias en los sistemas para dirigirse a otros, falsos amigos, falta de ajuste en la atribución de roles y estatus, falta de saber popular y la naturaleza idiomática de la rutina conversacional (entre otros). Si algo no encaja, demos una segunda, tercera, cuarta……….. oportunidad al entendimiento.

“no todo el comportamiento comunicativo es verbal y en ocasiones las acciones dicen más que las palabras” (Riley 1989)

En nuestra opinión, el principal problema cuando no se comparten las mismas normas de interacción es que quizá la persona extranjera no detecte su error en la comunicación y sea etiquetadx como maleducadx. Esto puede desencadenar en otra serie de atribuciones relacionadas con su personalidad, su identidad cultural o sexual. Lo que a su vez podría ser caldo de cultivo para alimentar la aparición de estereotipos culturales y/o sexistas (Blum-Kulka y Olshtain, 1986). Por ello, coincidimos con Matos (2017) en que cuando aprendemos una lengua no solo es importante el aprendizaje a nivel gramatical, fonológico o léxico sino que también son relevantes los componentes pragmáticos tanto lingüísticos como sociales de la lengua extranjera. Sin este conocimiento no comprenderemos realmente las situaciones ni las reacciones que tendrán nuestrxs interlocutorxs a nuestros enunciados y viceversa. Es más, la falta de tal conocimiento podría ser interpretada como una carencia emocional, ya que estos límites muy a menudo se confunden cuando se trata de la comunicación intercultural. Desde un punto de vista de comportamiento social, podría ser aún más grave que un error de concordancia, porque interfiere en nuestra conceptualización de lo que es cortés y lo que no, o peor aún, puede ser percibido e interpretado como descortés o con “no manners at all”.

La cortesía es un eje principal social y cultural que permite un mejor ajuste psicosocial de las personas y facilita una interacción exitosa. Por ello, sería muy positivo que Geert Hofstede (autor de la teoría de las dimensiones culturales) considerase un estudio profundo e inclusión en su modelo. Esto nos permitiría enriquecer nuestro conocimiento y, por ende, mejorar nuestra comunicación intercultural.

Referencias bibliográficas y webgráficas

Blum-Kulka, S., & Olshtain, E. (1986). Too many words: Length of utterance and pragmatic failure. Studies in second language acquisition, 8(2), 165–179.

Cole, M. (1999). Psicología Cultural. Editorial Morata: Madrid

de Diego, V. A. (1996). La cortesía en la petición de permiso. In Tendencias actuales en la enseñanza del español como lengua extranjera I: actas del quinto Congreso Internacional de ASELE: Santander, 29, 30 de septiembre y 1 de octubre de 1994 (pp. 183–198). Asociación para la Enseñanza del Español como Lengua Extranjera.

Haverkate, H. (1994). La cortesía verbal: estudio pragmalingüístico. Editorial Gredos: Madrid. Extraído de https://www.researchgate.net/publication/318842551_Henk_Haverkate_La_cortesia_verbal_Estudio_pragmalinguistico_Gredos_Madrid_1994_245_pp

Kecskes, I. (2010). The paradox of communication: Socio-cognitive approach to pragmatics. Pragmatics and Society, 1(1), 50–73.

Matos, M. V. (2017). Diseño y compilación de un corpus multimodal de análisis pragmático para la aplicación a la enseñanza de español (Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Madrid).

Riley, P. (1989). On the interpretation of pragmatic errors. Contrastive pragmatics, 3, 231–249.

Thomas, J. (1983). Cross-cultural pragmatic failure. Applied linguistics, 4(2), 91–112.

https://www.elviajerofisgon.com/magazine/los-5-paises-donde-esta-bien-visto-eructar/

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María Fernández García
Psicología del Lenguaje — ugr

Experimentando un proceso de deconstrucción. Deconstruir para volver a construir y deconstruir de nuevo…….“Aprendiendo a desaprendeR”