¿Dónde se encuentra el límite de la expresión de emociones?

Experimentalmente hemos comprobado que la sociedad opina de forma positiva sobre la expresión de emociones (comentario anterior en el blog), pero nos cuestionamos si esta opinión es siempre así, o puede modificarse según la situación que nos presenten.

Cuando le preguntamos a nuestro entorno sobre qué pensarían si alguien inesperadamente le comentase y hablase sobre sus emociones, todos estaban de acuerdo en que les parecería algo positivo, pero, vamos a darle la vuelta. Pongámonos en una situación en la que uno de nuestros amigos, todos los días nos comenta cómo se siente, expresando sus sentimientos hacia un mismo tema. Un ejemplo para entrar en contexto podría ser el siguiente: nuestro amigo lo ha dejado su pareja, lo cual le ha afectado bastante, pero ya han pasado varios meses desde la ruptura y tu amigo sigue sin superarlo, cada vez que te ve, te cuenta que está mal, que se siente muy triste por la ruptura…

En ese caso, quizás que nuestro amigo exprese sus sentimientos deje de parecernos algo tan positivo y comience a verse más como un aspecto negativo de nuestro amigo.

Por eso, nos preguntamos ¿dónde se encuentra el límite de la positividad de la expresión de las emociones?

Cuando preguntamos a nuestro entorno por qué si tienen una opinión favorable a la expresión de las emociones, ellos mismos no lo hacen, es decir, no lo llevan a cabo, a lo que respondieron: “por no ser pesada” , entre otras respuestas. Esta respuesta en cierta manera se puede relacionar con la pregunta que mencionamos anteriormente. Puede ocurrir que la ausencia de conocimiento sobre los límites que marcan donde se ve la expresión de emociones como positivo o negativo, lleve en muchos casos a creer que si nosotros mismos lo hacemos, los demás puedan recibirlo como un aspecto negativo. Podría ocurrir también que muchas veces tengamos miedo de no encontrar ese límite nosotros mismos sobre cuándo parar y cambiar el tema, y que ello nos lleve a reprimir nuestros sentimientos.

Este límite es imposible de definir, ya que en gran parte varía en cada persona, nos podremos encontrar con personas que pongan su límite más arriba, y les guste escuchar a su entorno durante horas sin resultar pesado, o podemos encontrarnos con personas a las que les parece demasiado hablar un rato sobre lo mismo.

Por todo ello, y conociendo datos que muestran que expresar las emociones conlleva beneficios personales, queremos animar a la sociedad a que dejen sus miedos atrás a la hora de expresar sus emociones y sean capaces de dejarse ver ante los demás con sus sentimientos y emociones reales.

Paula Gutierrez García

Ana García Valverde

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