De las mascarillas al burka

Como hemos comentado en anteriores posts, el uso de la mascarilla reduce el número de prejuicios que realizamos a la hora de relacionarnos. En occidente, llevar un instrumento o prenda, teniendo en cuenta que las mascarillas ya son consumo de moda, que cubra parte del rostro a la hora de relacionarnos es algo completamente anormal. Sin embargo, en otros países como en Afganistán, Irán o Pakistán las mujeres se ven obligadas a llevar el burka, lo cual hace que no sea posible comunicarse usando sus rasgos faciales a la hora de relacionarse socialmente.

Existen ciertas creencias religiosas que obligan a las mujeres usar la burka o el niqab en todo momento para ocultar su belleza y evitar excitar a los hombres. Si una mujer es agredida sexualmente mientras no lleva la burka, es culpable por provocar a los hombres.

Algunas mujeres opinan que el burka se trata de un instrumento que sirve para quitarle su identidad social. Además, es normal encontrar opiniones que afirman que el burka es un instrumento para degradar a las mujeres, someterlas a la voluntad de los hombres y un símbolo que indica la propiedad del marido. Sin embargo, en sus inicios el burka tenía dos funciones principales. En primer lugar, actuaba como protección contra los vientos fuertes y lo llevaban tanto hombres como mujeres. La segunda función está ligada a la protección de las mujeres y el uso de la máscara completa solo se utilizaba cuando había algún asalto. Estos asaltos tenían como fin el rapto de mujeres en edad de procrear. El protegerse detrás de esta tela reducía considerablemente la probabilidad de ser raptadas por no ser distinguidas fácilmente de jóvenes o de ancianas en el tumulto del asalto. También es cierto que se sitúa el origen del burka durante el mandato de Habibulla en Afganistán (1901–1919) el cual obligó a las 200 mujeres de su harén a llevarlo puesto para no tentar a otros hombres (https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/677735/EM_54_7.pdf?sequence=1)

Como podemos ver el uso del burka puede tener múltiples funciones y su origen puede ir ligado a diferentes utilidades. Sin embargo, aquel lector perspicaz se habrá percatado de que todas las funciones tienen una característica en común. Esa característica es que el burka sirve para ocultarse, ya sea del viento, de los ojos de otros hombres, de los ladrones, etc. De hecho, en Francia se ha intentado prohibir el burka en varias ocasiones porque se piensa que llevar el burka puede ser peligroso ya que se pueden ocultar bombas debajo del mismo. Ocultarse puede tener ventajas e inconvenientes pero, desde luego, en lo que se refiere a comunicarnos y usar nuestro lenguaje no verbal, que es el presente tema, presenta muchos más inconvenientes que ventajas. Invitamos a nuestros compañeros a que comenten posibles ventajas e inconvenientes de usar el burka. Algo que nos llama la atención es que una de sus utilidades puede ser que sea pasar desapercibido pero, en Occidente, si llevas un burka difícilmente vas a pasar desapercibido ya que es tan anormal que todos los ojos se centrarán en tí. Así vemos cómo una vez más el contexto es clave a la hora de determinar las consecuencias de nuestra conducta. El burka puede tener también efectos negativos sobre la salud de las mujeres ya que se ven privadas de tomar el sol y por tanto se ven privadas de una fuente importante de vitamina D que ayuda a reducir los problemas relacionados con los huesos y el corazón.

En relación con el rendimiento académico, el hecho de usar burka no afecta al rendimiento académico de los estudiantes porque en estos países las mujeres no suelen trabajar, en general, y menos dentro del ámbito educativo. De hecho, a las niñas se les priva de poder realizar secundaria, si es que no se las ha privado del derecho a la educación con anterioridad (https://www.hrw.org/es/news/2018/11/12/pakistan-las-ninas-se-ven-privadas-de-la-educacion)

Las mujeres que llevan estas prendas las cuales cubren la mayor parte de su rostro y cuerpo tienen muy limitada su expresión no verbal. De hecho prácticamente solo cuentan con la mirada y la postura corporal de la persona como recurso. Posiblemente, debido a esto, las mujeres de mayor edad que pertenecen a esta cultura hayan desarrollado una mayor capacidad para encontrar más información acerca del estado anímico o situación de otras mujeres en la simple mirada o postura corporal.

Existe mucha controversia a día de hoy sobre el debate moral de la libertad de las mujeres con este tipo de hábitos y prohibiciones en su cultura. En algunos países se ha planteado e incluso existen leyes sobre la prohibición del velo integral, por ejemplo, el primer país en imponer una ley anti-velo en la Unión Europea fue Bélgica en 2010, más tarde en muchos otros países como los Países Bajos. Esta propia prohibición a las mujeres es responsable en parte de la actual polémica. ¿Deberían ser libres de poder llevarlo en cualquier país, o debería de prohibirse por el hecho de que atentan contra su propia libertad?

En España, el rechazo a los musulmanes tiene raíces históricas y es una realidad que va creciendo. Este rechazo está íntimamente ligado a los estereotipos que acompañan a “lo musulmán” y que se difunden en nuestra sociedad y dan lugar a posiciones desvalorizantes y excluyentes.

Los medios de comunicación juegan un papel protagonista en la propagación de las imágenes sobre estos colectivos y sobre todo, sobre sus mujeres. Además de que estas “inmigrantes” se encuentran infrarrepresentadas en los medios, en los pocos casos en los que aparecen, lo hacen como portadoras de los estereotipos más recurrentes sobre sus culturas de origen, lo que las convierte en símbolos de su comunidad de origen (Nash, M. 2003). Se crea así una comunidad imaginada de mujeres “inmigrantes”, que las agrupa en un grupo homogéneo y que alimenta creencias colectivas que no traen buenas consecuencias. Se acaba estereotipando así a todas las mujeres musulmanas, y más especialmente a aquellas que llevan velo o burka.

Las propias mujeres musulmanas ponen el foco del problema no en la religión del Islam, sino en el propio patriarcado, una cultura dirigida por y para hombres.

“De hecho, el verdadero problema que se plantea, no es tanto el Corán, sino lo que se ha hecho de este Corán durante siglos y siglos de lectura y de interpretaciones sexistas hacia la mujer” (Lamrabert, A. 2004).

Las mujeres musulmanas han sido asociadas a la ignorancia, a la devoción religiosa irracional y al atraso social. Encuentran además multitud de trabas y obstáculos en la sociedad de hoy en día en factores como el empleo, fruto de estos pensamientos y estereotipos. Una posibilidad de solución a esta situación que obstaculiza la salida de los límites que imponemos a la comunidad musulmana, es darle voz para permitirle una autorepresentación que pueda ir disminuyendo los estereotipos de los que son víctimas.

En una entrevista que realizó EL PAÍS a una mujer con burka nos ha resultado curioso que afirma que: “La mujer con burka llega a la cita al volante de un Renault Clio y saluda con una mano antes de aparcar. Después se baja del coche, se cambia de mano el iPhone y vuelve a saludar. Se diría que sonríe pero quién sabe.” Está claro que la comunicación no verbal se ve drásticamente reducida por el uso del burka. Por otro lado, tenemos la siguiente cuestión: El burka, ¿imposición social o elección personal? Está claro que no todo es blanco o negro y que son muchos los matices que podemos encontrar. Podríamos decir que depende de la persona: Habrá mujeres que lo lleven por convicción personal, habrá mujeres que lo llevarán por imposición del marido, habrá mujeres que lo lleven porque así lo dicta la ley y habrá mujeres que terminarán siendo asesinadas porque se niegan a llevarlo al considerarlo una privación de libertades. Para todos aquellos que estén interesados en comprender el punto de vista de una mujer que lo lleva por convicción personal os dejamos el link a una entrevista con una de ellas: (https://elpais.com/diario/2010/04/11/sociedad/1270936803_850215.html)

Pregunta. ¿Por qué viste así?

Respuesta. Por convicción religiosa.

P. Pero no es una obligación religiosa…

R. Es una elección personal.

P. ¿Qué impulso concreto le llevó a ponérselo un día?

R. Todos estamos en búsqueda de algo. Yo, a veces, me he dicho que podía haber ido por otra lado, haber elegido ponerme un tatuaje, o un piercing, pero leí libros sobre el islam, sobre la libertad de las mujeres, sobre las mujeres del profeta. Admiro mucho a esas mujeres: estaban emancipadas, eran feministas, y vestían así. Lo hago por acercarme a ellas. No es algo humillante, ni formo parte de una secta. Tal vez pueda darse el caso. Pero no es el mío. Es como si yo fuera fan de Britney Spears, me vestiría como ella, iría como ella por la calle. Hay quienes son góticos, o moteros… Nosotras queremos que nos dejen en paz”

Por otro lado, para todos aquellos que estén interesados en conocer el punto de vista de una mujer que se niege a llevar el burka por imposición social o religiosa, os dejamos el link a una entrevista con dos de ellas: (https://www.larazon.es/internacional/20210822/fjpmskbboffcbm6n4gmh3ndijq.html)

“No tiene intención de ponerse el burka, por ahí no va a pasar: «No me pueden obligar a hacerlo. Yo voy a llevar la cara descubierta, al aire, no detrás de una rejilla. Quiero seguir respirando. No debemos ponernos el burka, es algo que no podemos hacernos a nosotras mismas».”

Podríamos pensar que las mujeres que llevan burka descuidan su aspecto físico o no se preocupan demasiado por el mismo al ocultarse tras el mismo. Sin embargo, conocemos varias anécdotas que parecen indicar lo contrario.

Juan Fran nos cuenta la siguiente anécdota: “Un primo mío trabajaba en una peluquería muy cara y buena en Marbella. Un día se presentó un árabe con cinco mujeres todas ellas con el burka puesto. Preguntó quién era el jefe y le planteó lo siguiente: “¿Cuánto cuesta que eches a todos los hombres que hay ahora mismo en esta sala y le corten el pelo a mis mujeres?” El jefe se quedó un poco sorprendido porque nunca antes le habían hecho una propuesta de ese estilo. En un primer momento el jefe dijo que eso no era posible ya que habían citas concertadas de antemano para las siguientes horas, sin embargo, el árabe le hizo una propuesta que no pudo rechazar. Por 20.000 EUROS acabaron echando a todos los hombres de la peluquería (empleados y clientes) y atendieron a las cinco mujeres. Las empleadas comentaron tras lo sucedido que las chicas eran guapísimas y que se notaba que tenían retoques estéticos.”

Podría parecernos que la situación que estamos vivimos a día de hoy en España con el uso obligatorio de mascarillas en espacios cerrados es muy fastidioso o incluso inaguantable, sin embargo, al compararlo con otras situaciones como las que hemos visto que tienen que vivir todos los días las mujeres que tienen que llevar burka nos podría llegar a parecer incluso agradable. Estas mujeres se acaban habituando a llevar este tipo de prendas e incluso sin ellas se sentirían raras o no serían capaces de llegar a hacer vida normal, otras, especialmente las más jóvenes o quienes viven en otros países prefieren no llevarlas. Poco a poco nosotros también nos vamos acostumbrando a llevar la mascarilla puesta. Por ejemplo, antes era mucho más frecuente escuchar comentarios de quejas o descontentos por tener que llevarla, y a día de hoy estos comentarios se han ido reduciendo drásticamente. Acabamos comprendiendo que su uso es imprescindible en algunos entornos para evitar propagar más el virus, y todos deseamos poner fin a esta pandemia cuanto antes. Al igual que los casos que hemos visto de estas mujeres, algunas personas vamos desarrollando otro tipo de estrategias para obtener información no verbal de otras personas, por ejemplo, en la mirada. También, como ya hemos comentado anteriormente en otros posts, algunos aspectos sociales como nuestros prejuicios al aspecto físico de las personas van cambiando y disminuyendo.

Escribir este post y conocer más de cerca la situación y el contexto en el que viven las mujeres musulmanas nos hace reflexionar no solo en cuanto a su situación respecto al burka, sino también acerca de las desigualdades y situaciones tan difíciles que otras personas les toca vivir incluso en nuestro propio país tan solo por pertenecer a otra cultura o religión, y que muchas veces no tenemos presente en el día a día. Cambiar esta situación supone un gran esfuerzo por parte de la sociedad, que a su vez necesita del apoyo por parte de los medios de comunicación y del gobierno de medidas de inclusión y leyes en esta dirección.

Referencias:

García, A., Vives, A., Expósito, C., Pérez-Rincón, S., López, L., Torres, G., & Loscos, E. (2011). Velos, burkas… moros: estereotipos y exclusión de la comunidad musulmana desde una perspectiva de género, Investigaciones Feministas,2, 283–298. DOI: 10.5209

Este post ha sido realizado por Giulia Chiarelli, Lucía Márquez Gómez y Juan Francisco Guzmán Martínez.

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