“El arte perdido de cambiar de marcha”
Una sociedad que quiere vivir rápido y a la vez frenar igual de rápido o más.
Parece que vamos a contrarreloj, acelerando todos los procesos, en una continua carrera, la cual conlleva unos daños de los que no somos conscientes o de los que no queremos serlo, siendo incapaces de cerciorarnos de como afecta a nuestra vida en diferentes ámbitos.
“Sentir que corres tanto, que no puedes ponerte en contacto con tu vida”
“El tiempo no es infinito, hay que aprovecharlo” esta sería la idea que nos lleva a hacer una carrera con una meta que nunca alcanzamos.
Creemos que cuanto más cosas que hacer o que cuanto más ocupado estés, más aprovecharás, pero este pensamiento es un error.
Y es por esto que se necesita echar el freno, darse cuenta de que la calma y la serenidad te conducirán a abarcar desde una manera mejor y más eficaz las diferentes dificultades que se puedan presentar en tu vida.
Y es por esto que en muchos países, entre ellos Italia se esta movilizando los “movimientos de las ciudades lentas”, los cuales se centran en la importancia del pararse, realentizando el día a día para llevar una mejoría en las personas.
No solo en las ciudades se busca esto, sino que en ámbitos más recogidos y precisos se esta logrando, como en empresas. Dónde su mayor éxito consiste en que su plantilla se nutra de la máxima creatividad posible, la cual se ha encontrado recortando las horas de trabajo.
“Cuando no tienes tiempo, acabas haciendo actividades previamente elegidas por personas ajenas, perdiendo por completo tu creatividad, la cual es la clave de la autorrealización”.
Pueden surgir preguntas, como ¿es posible frenar?
La rapidez trae un peligro consigo, y es lo divertida o excitante que puede llegar a ser, además de ser el principal distractor a la hora de enfrentarnos a la realidad, por lo que podría resultar tentador escoger este camino.
Pero lo cierto es, que nada es tan estimulante como ir lento, disfrutando de los pequeños detalles, alcanzando el límite de estos.
Además es necesario atender a las connotaciones negativas que han sido relacionadas con el término lentitud, dando por hecho de que ser lento te hace peor, te hace torpe, y la sociedad no quiere identificarse de tal forma, evitándolo.