El camino hacia la inclusividad
Como hablamos en nuestro anterior post, en éste nos vamos a centrar en ciertas medidas del lenguaje que se están implementando sobre todo últimamente como herramienta para crear una manera de expresarnos más inclusiva.
El lenguaje inclusivo, lenguaje no sexista o lenguaje de género neutro se define según la ONU como una manera de expresarse oralmente y por escrito sin discriminar a un sexo, género social o identidad de género en particular y sin perpetuar estereotipos de género.
En el castellano, a día de hoy sigue reconocido el masculino para el uso genérico e inclusivo, mientras que al femenino se le considera el exclusivo;
Cuando decimos “ La película me ha encantado, los actores son todos buenísimos” se hace referencia a todos los que actúan, sin restricción de sexo.
Aún así, el castellano no permite generalizar al masculino cuando se trata de palabras con raíces distintas. Así, no podemos decir “los yernos vendrán hoy” para referirnos a yernos y nueras, sino que es necesario hacer la distinción.
La aparición tardía en los diccionarios y en nuestra lengua de la mayoría de profesiones en femenino se debe a un retraso social en la oportunidad de la mujer a acceder al mercado laboral
Se sigue utilizando el término “médico” para referirnos a profesionales de la salud de cualquier género.
Esto no sucede en otros idiomas como el inglés, la cual es una lengua sin género gramatical en los nombres. Los sustantivos carecen de rasgo inherente de género, y la mayor parte de los nombres que hacen referencia a personas, como president («presidente») o singer («cantante») carecen de cualquier especificación semántica del sexo de su referente, así que pueden utilizarse indistintamente para cualquier género.
A día de hoy, se han implantado algunas medidas para llegar a conseguir cierta inclusividad en el lenguaje. La RAE ha ido modificando la definición de varias palabras que antes invisibilizaban a cualquier género que no fuese el masculino.
Hasta 2014 la definición de herrero fue “1. m. Hombre que tiene por oficio labrar el hierro”; a partir de ese año, se cambió a “ 2. m. y f. Persona que tiene por oficio labrar el hierro”.
Aún así, creemos que es necesario el avance en muchos ámbitos del lenguaje, a nivel formal y social, para llegar a una verdadera inclusión. Existen otras medidas que la sociedad ha comenzado a utilizar para ello, no sólo incluyendo a la mujer si no también a personas de género no binario, fluido o neutro, pero que aún no han sido formalmente aceptadas por los diccionarios de la lengua castellana y por mucha gente que no cree que sea un tema de importancia. Algunas de ellas son:
- El uso de la “e” en las terminaciones de los adjetivos y pronombres. Ej: El/ella/elle — niño/niña/niñe (en el inglés se ha comenzado a utilizar el they/theirs para personas que no se identifiquen con ningún género)
- El uso de arrobas (@) o la x en textos para englobar a todos los géneros.
- La pluralización de manera que no sea necesaria concretar el género, por ejemplo, en vez de niños, o en vez de profesores, el profesorado.
Aunque consideramos que son recursos necesarios para el camino hacia la inclusividad, sigue habiendo personas que se burlan de ellas, las critican y las ridiculizan, sin entender aquello que llevamos explicando en nuestras tres publicaciones: que el lenguaje es mucho más que un medio de expresión, si no también una manera de definirnos, modificar nuestro pensamiento y percepción sobre la realidad, y que aquello que no se nombra, no existe.
Referencias:
- Escandell-Vidal, M. V. (2020). En torno al género inclusivo. IgualdadES, 2, 223–249. https://doi.org/10.18042/cepc/igdes.2.08
- https://www.rae.es/sites/default/files/Informe_lenguaje_inclusivo.pdf
Aitana Devecchi y Paula Barberan