El hecho de llevar mascarilla hace que tengamos menos prejuicios

En un mundo tan superficial donde las opiniones se basan sobre todo en la estética y la exterioridad, el uso de la mascarilla ha cambiado las relaciones sociales. En concreto nosotros pensamos que el uso de la mascarilla reduce el número de prejuicios que las personas realizan a la hora de relacionarse. La mascarilla cubre partes importantes del rostro lo cual implica que existen ciertos prejuicios o valoraciones estéticas que normalmente realizamos a simple vista y que no vamos a poder llevar a cabo. Es cierto que juzgamos a las personas en base a su color de piel, su peinado, su forma de vestir, su altura, la forma de su cuerpo, etc. Sin embargo, nos estamos refiriendo a ciertos estereotipos como llevar un piercing, cirugías de labios, cirugías nasales, barba, etc. ¿Cuántas personas no juzgan a las demás por llevar un piercing en el labio? ¿Cuántas personas no critican a los hombres que no tienen una barba bien poblada y perfilada?

Teniendo en cuenta que la comunicación es una experiencia diaria común, el uso de la mascarilla ha cambiado la forma en que nos comunicamos. Las expresiones faciales y nuestros labios quedan ocultos y distorsionados por esta útil herramienta de prevención sanitaria que a veces crea problemas en la comprensión de los mensajes verbales y no verbales. Tenemos que tener en cuenta que no solo dificulta la comunicación verbal sino también la comunicación no verbal. Nuestras expresiones faciales, nuestra comunicación corporal se ve drásticamente reducida por culpa del empleo de las mascarillas.

Además, pensamos que existe un problema mucho mayor y es que por culpa de la utilización de las mascarillas el aprendizaje en las universidades ha empeorado. Nuestra compañera Giuliet expone su experiencia como estudiante ERASMUS en la UGR :”Todo esto adquiere un doble significado para mí. A menudo me cuesta entender lo que explican los profesores en clase, lo que implica hacer un esfuerzo mental muy grande, el doble o incluso el triple del que realizaría en una situación normal. A nivel universitario para mí la mascarilla aumenta la dificultad de las clases porque soy italiana y no hablo mucho español y con la mascarilla me cuesta más entender con precisión lo que dice el profesor.”

Una compañera nos comentaba lo siguiente: “Mi hermana está muy acomplejada con la nariz que tiene y ahora no se quita la mascarilla para evitar que sus compañeros se rían de ella”.

Nuestro compañero Juan Fran expone su experiencia personal en relación a los prejuicios que se llevan a cabo en relación a las facciones faciales:

“Cuando era adolescente tenía muchas espinillas en la zona de los mofletes. Era algo que me generaba muchísima inseguridad y muchísimo malestar emocional. No me sentía atractivo y me sentía como un bicho raro porque había muy poca gente que tuviera tantas espinillas y tan grandes como yo. Muchas veces recibía comentarios sobre mis compañeros y amigos que, desde mi punto de vista, estaban fuera de lugar. A día de hoy esos comentarios no se hubiesen producido porque llevaría la mascarilla puesta y no se verían esas espinillas. No pienso que llevar la mascarilla puesta hubiese supuesto la solución a mi malestar pero sí es cierto que hubiese sido mucho menos juzgado. La mascarilla, para bien o para mal, nos esconde a nosotros y a nuestras imperfecciones.”

Lucía también cuenta sus experiencias personales: “Para mí el uso de mascarilla en algunas situaciones también me ha aportado cosas positivas. Soy una persona muy tímida y al estar en un sitio nuevo con gente desconocida no me suelo sentir nada cómoda y creo que la mascarilla me ha ayudado mucho en ese sentido, pues me siento más segura con ella puesta en este tipo de situaciones, incluso ha ido ayudando poco a poco a sentirme más segura. Por ejemplo, siento que cuando tengo que exponer en clase un trabajo, al tener la mitad de la cara tapada me pongo bastante menos nerviosa de lo que lo hacía antes. Por otro lado también coincido con Giuliet en que afecta al rendimiento académico al menos en mi caso, ya que me suele costar entender lo que hablan las personas ya de normal, y eso sumado con la mascarilla y situarte lejos del profesor hace que muchas de las explicaciones no las entienda y acabe perdiendo el interés y la atención durante la clase.”

Está claro que es un problema social el hecho de que la gente no pueda mostrar sus imperfecciones por miedo a ser rechazados, por miedo a recibir mofas y comentarios despectivos. La solución no puede ni debe de ser la utilización de una mascarilla para esconder nuestros defectos, sino el respeto y la educación de nuestros iguales.

Pensamos que la mascarilla afecta al aprendizaje y al rendimiento académico en la Universidad por varios motivos. En primer lugar, se escucha peor. En segundo lugar, no ver los labios del locutor dificulta muchas veces la compresión, sobre todo cuando no habla del todo bien o habla con un acento diferente. En tercer lugar, llevar la mascarilla durante tanto tiempo resultó en un primer momento molesto, dificultando la atención en clase por culpa del malestar que generaba. Pienso que el primer problema se podría solucionar con la utilización de micrófonos ya que así sería más fácil escuchar al profesor o profesora desde las últimas filas. En lo que se refiere a los otros dos problemas pienso que son problemas que no tienen solución y a los que debemos enfrentarnos con actitud estoica ya que lo importante es mantener las conductas de prevención y seguridad en relación a la propagación del COVID-19.

Escrito por Giulia Chiarelli, Lucía Márquez Gómez y Juan Francisco Guzmán Martínez.

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