El peligro de las preguntas binarias de elección obligatoria

Mrlnavas
Psicología del Lenguaje — ugr
4 min readNov 21, 2018

El otro día fui a una conferencia relacionada con la creatividad y la educación en la que se planteó una idea que al principio puede parecer bastante obvia, pero que si te paras a buscar ejemplos en diferentes ámbitos puede ser muy reveladora (de hecho a mí me despertó):

la forma de hacer una pregunta determina el tipo de respuesta que se da”.

Como ejemplo se puso que al preguntar cuánto es 5+5 se está guiando al alumno a que responda “10”, algo que ya viene implícito en la estructura de la pregunta; si por el contrario se preguntase “¿cuántas formas hay para obtener como resultado 10?”, la respuestas que surgen son mucho más variadas: “1+9, 2+8, 3+7…”. La idea final en este caso era proponer un aprendizaje basado en problemas que permitía una búsqueda más creativa y enriquecedora de soluciones y no tanto un aprendizaje basado en respuestas guiadas.

Aunque sería interesante seguir por el ámbito educativo, no es el tema que me trae aquí hoy (aunque si os interesase un poco más podríamos abrir debate en otro post, ¡vosotros mandáis!). Como he comentado, al oír la idea desperté, y mi mente la relacionó con muchas otras que había tenido danzando por ahí durante la semana. Iré por partes:

Para empezar, tuve una reunión con el tutor del TFG (parece que os estoy contando mi vida, pero os juro que todo tendrá sentido más adelante), y me insistió en que lo importante era plantear una buena pregunta a raíz de la cuál guiar mi búsqueda bibliográfica. Y yo salí preguntándome, “¿por qué es tan importante siempre el planteamiento de la pregunta? ¿por qué se nos insiste tanto en el objetivo, la problemática a tratar e incluso las hipótesis?”. Básicamente porque guían el modo en que uno va a reflexionar sobre el tema y desarrollar su trabajo/opinión/esquemas mentales.

La mayoría de preguntas que surgen en debates sobre un tema concreto caen en la tentación de presentar un número limitado de posibilidades a elegir, con frecuencia dos: sí o no, bien o mal, legal o ilegal, de izquierdas o de derechas, del Barça o del Real Madrid, tortilla con o sin cebolla, hombre o mujer, ser madre o no serlo… en definitiva, constituyen lo que he decido llamar “las preguntas binarias de elección obligatoria” o “PBEO” (que suena un poco a “preveo” y me hace gracia porque en realidad es como que hacen que se prevean las respuestas -serendipia-).

El gran problema que surge de las PBEO es que, al tener que elegir entre un número tan limitado de opciones, se limita también la forma en la que se piensa acerca del tema.

En estos casos, las respuestas se limitarían a elegir una postura (bien o mal) y una explicación que lo respalde. Fin. Y claro, como consecuencia, más que debate, supone una competición entre dos bandos para ver quién tiene mayor capacidad para convencer al otro. El planteamiento de preguntas más generales, o concretas pero sin poner en bandeja los caminos a elegir, nos llevarían a opiniones más elaboradas y amplias, llenas de “dependes”, y sobre todo de mezcla en las que vale tanto una opción como la otra, e incluso mil más que se nos habían pasado por alto.

Os pondré un ejemplo más cercano: no sé si os habéis fijado pero las PBEO han aparecido muy frecuentemente durante la carrera, cuando en las asignaturas se han presentado posturas diferentes sobre ciertos temas: ¿innato o aprendido?, ¿rasgos de personalidad dimensionales o categoriales?, ¿activación o desactivación de tales áreas para tales procesamientos?, ¿lenguaje o pensamiento?…” Pues mire, señora, todo. A raíz de pensar de esta forma, los investigadores insisten en orientar sus experimentos para demostrar una cosa u otra, y siempre encontramos mil artículos o evidencia “a favor” y otros mil “en contra”, hasta llegar al punto muerto en que ninguno sabe qué conclusiones sacar. Personalmente me encanta cuando se encuentra una postura integradora para una temática (ejemplo para lo primero: epigenética), porque demuestra que ambas perspectivas llevaban razón, y que la clave para entenderlo era salir de ese esquema binario que había creado el planteamiento, profundizar en esas diferencias y entenderlas de una forma conjunta.

Ejemplos binarios como estos podemos encontrar en cualquier ámbito, en mayor o menor medida: filosofía, sociología, política, educación, nutrición, medicina… e incluso podríamos hacer una abstracción mayor y proponer que las PBEO fomentan la competición, mientras que huir de ellas abre la puerta a la cooperación y la apertura de mente hacia la problemática. Por ejemplo, existe el tópico de roces entre psiquiatras y psicólogos, o médicos y enfermeros (y en general médico versus cualquier especialista al que este no derive pacientes). ¿Y si cambiásemos esa perspectiva tan bélica de competición y planteásemos sus trabajos de una forma más cooperativa? Surgirían la unión entre profesionales que podrían enriquecer aún más la mejora de la salud.

Y ¿por qué hacemos PBEO? quizás porque a los seres humanos nos gusta tener las cosas ordenadas, bien clasificadas, poder hacer esquemas con flechas para distinguir y contrastar… pero acabamos topándonos con una realidad que, más que blanca o negra, casi siempre prima la existencia de una escala de grises.

Con todo esto sólo quería haceros conscientes de que la forma en la que nos planteamos preguntas afectan a cómo vemos y cómo pensamos sobre lo que tratan. No nos han enseñado bien a preguntar, (de hecho la tendencia a hacerlo disminuye con la edad) y deberíamos hacer un esfuerzo por reaprender para cambiar nuestra actitud, reflexionar de forma más abierta y poder encontrar mejores soluciones a los problemas.

¿Qué pensáis? ¿Estáis condicionados a responder según las preguntas? ¿hacéis las preguntas adecuadas? ¡No dudéis en poner en duda lo que he comentado! Cualquier pregunta es bienvenida.

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