El volcán de las cenizas

CARLOS HERNANDEZ
Psicología del Lenguaje — ugr
5 min readNov 1, 2021

Zayd El Harrak

Carlos Hernández Rodríguez

María Fernanda Ramírez Ardila

Susana Valderas Puertas

Si hace ya cerca de dos años, todos tuvimos que familiarizarnos con una terminología absolutamente novedosa para la mayoría de la población, aprendiendo qué era una pandemia, un coronavirus, unos test de antígenos o una PCR, ahora toca ponerse al día de un nuevo léxico que incluye palabras como colada, flujos piroclásticos o erupción estromboliana. En apenas más de un mes, el volcán de Cumbre Vieja en la isla de la Palma nos ha llevado a dejar de hablar de la COVID, las vacunas Pfizer o AstraZeneca, la incidencia acumulada, para tener que familiarizarnos con la sismología y vulcanología. La pandemia COVID, como la actual situación del volcán de la Palma, han puesto en evidencia la imprevisibilidad de determinados acontecimientos, que, de manera abrupta, pueden dar lugar a una verdadera catástrofe sanitaria, económica y social, con gran impacto en la sociedad. Tanto en un caso como en otro, nada hacía prever el alcance y magnitud de lo ocurrido. En un caso, paralizando a todo el país durante varios meses, acumulando diariamente cientos de muertes ante la impotencia de todos, y muy particularmente de aquellos que, teniendo la responsabilidad de curarnos, poco podían hacer en las primeras etapas. Ahora, con la erupción de la Palma, asistimos, también con la misma impotencia, a la terrible devastación de este fenómeno de la naturaleza, que nos recuerda nuevamente, la fragilidad sobre la que a veces asientan nuestras conquistas tecnológicas. El volcán imparable lleva ya engullidas miles de hectáreas y de viviendas y ha supuesto el desalojo de miles de personas, prácticamente con lo puesto. No cabe duda de la repercusión que esta situación tiene en el estado emocional y mental de quienes padecen este drama. En la pirámide de necesidades descrita por Maslow en 1943 en su obra “A Theory of Human Motivation” se establecen cinco niveles de necesidades jerarquizadas, desde las más básicas (alimentación, descanso) hasta la más elevada que denomina de autorrealización. En la base de esta pirámide, inmediatamente por encima de las necesidades básicas de todo ser humano, se encuentran las necesidades llamadas de seguridad, que incluyen la seguridad física, la seguridad de un techo o vivienda, la seguridad de un trabajo. En este escenario dantesco de la Palma asistimos día tras día a la destrucción irremediable de lo más elemental de muchas personas (exceptuando su integridad física) como lo es su vivienda, su pueblo, su entorno social, su iglesia o sus campos de cultivo. Todo queda recubierto para siempre, en horas o en días, por un verdadero mar de magma y lava, pulverizado en cenizas. No se trata solamente (que no es poco) de una pérdida temporal de la que, con esfuerzo, dinero y dedicación, uno pueda reponerse. Se trata de una pérdida definitiva, irremediable, sin ninguna opción de ser reconstruida. Y así asistimos, día tras día, a la desesperación de quienes lo han perdido todo: la casa donde nacieron y vivieron varias generaciones, los recuerdos tangibles e intangibles, el pueblo en el que pensaban que estaban seguros, los cultivos o invernaderos que tanto esfuerzo y años les costó levantar. A los miles de afectados se suman muchos miles más que oyendo rugir a la bestia sin descanso, esperan sin poder hacer nada, convertirse a lo mejor en los próximos en ser desalojados con escasas pertenencias, perdiendo para siempre lo que tanto les costó a lo largo de toda una vida. Las noticias y los telediarios nos revelan cómo está trabajando incansablemente toda una marea de profesionales: bomberos para apagar los incendios, la UME para colaborar en todo lo necesario, las fuerzas de orden público para garantizar la seguridad y organizar los desalojos, etc. A ellos se suman unos profesionales, que se ocupan de intentar consolar, de estar al lado de los que más lo necesitan en estos momentos, de colaborar en la cicatrización de heridas difícilmente curables a corto plazo. Profesionales del campo de la psicología, que al igual que ya ocurrió con la pandemia COVID, vuelven a demostrar su trascendencia y su importancia social. Hombres y mujeres que aportan su mejor quehacer profesional desde el primer minuto, para intentar minimizar los terribles efectos colaterales que la situación tiene en términos de ansiedad, estrés y depresión. No es tarea fácil intentar recomponer el puzzle cuando ya apenas quedan las piezas que lo componen. A esta labor inicial, inmediata y desbordante por el volumen de trabajo, tendrá que seguirle, sin duda alguna, acciones diagnósticas y terapéuticas a medio y largo plazo. Serán imprescindibles si, tal y como ya hemos señalado en referencia a la pirámide de Maslow, las necesidades de seguridad que estaban cubiertas y que han desaparecido de un día para otro para mucha gente. No podrán aspirar a otro nivel de necesidad superior hasta volver a tener satisfecho ese nivel de seguridad básico. Y a ello tendrán que enfrentarse en una clara situación de graves carencias. No en vano, España con sus 6 psicólogos y psicólogas en la sanidad pública por cada 100.000 habitantes tiene tres veces menos profesionales que la media de la Unión Europea, lo que muestra la grave situación en este campo. Por poner un ejemplo en las antípodas de la situación española, baste observar como Suecia o Dinamarca tienen una ratio de 54–58 psicólogos por cada 100.000 habitantes, respectivamente, en su red sanitaria pública. Actualmente, nuestro país con más de 38.000 psicólogos colegiados, cuenta con menos de 1.400 profesionales en la sanidad pública, para una población de cerca de 47 millones de habitantes. Y no solamente faltan profesionales, sino que también se carece de una política clara como lo demuestra que la Estrategia Nacional de Salud Mental continúa sin ser modificada desde 2013. Hace escasos días, el Gobierno anunció la voluntad de incrementar drásticamente el número de estos profesionales en al campo de la red pública y de actualizar urgentemente la Estrategia Nacional de Salud Mental para ir progresivamente acercando a España a los parámetros europeos. Parece evidente que han sido necesarias situaciones dramáticas como la COVID o la erupción volcánica de la Palma, para aportar soluciones a un problema crónico que venía denunciándose desde todos los ámbitos profesionales de la psicología, desde hace mucho tiempo. Esperemos, por el bien de todos, que esta voluntad política manifestada no quede tan solo en promesas, como desgraciadamente ha ocurrido en otros muchos campos. La realidad es que la COVID, como ahora el volcán de Cumbre Vieja, han convertido en cenizas la vida de miles de personas, que no solamente han perdido su presente y su futuro, sino en muchos casos, también su pasado. Queda mucho por hacer: volver a levantar miles de viviendas, localizar nuevos emplazamientos para los cultivos, recuperar la economía en la isla de la Palma. Pero sin duda, lo más urgente, atender también las mentes de quienes lo han perdido todo irremediablemente, viendo cómo sus sueños y sus expectativas de vida han quedado reducidas a cenizas. Ante las pérdidas sufridas es esperable que muchos tengan que pasar por unas fases que conlleva el proceso de duelo: incredulidad, resentimiento y cólera, desorganización generalizada para llegar finalmente a la reorganización.

Bibliografía

Maslow, A. H. (1943). A theory of human motivation. Psychological Review, 50(4), 370–396. https://doi.org/10.1037/h0054346

INE. Profesionales sanitarios colegiados en España. 2020 https://www.ine.es/jaxi/Tabla.htm?tpx=30723&L=0

RTVE. La ayuda psicológica a los afectados de la Palma. https://www.rtve.es/noticias/20210921/ayuda-psicologica-afectados-volcan-palma/2172911.shtml

The Conversation. La Palma: el reto de recuperar el control psicológico cuando se detenga la erupción. https://theconversation.com/la-palma-el-reto-de-recuperar-el-control-psicologico-cuando-la-erupcion-se-detenga-168695

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