Empezamos a vivir cuando sabemos que nos vamos a morir
Llevo días pensando en la vida y la muerte, en que, si mañana me dijesen que tengo una enfermedad terminal, me arrepentiría de muchas cosas que estoy haciendo y dejando de hacer. Y si me pregunto el por qué, no lo tengo muy claro, me justifico diciendo que estoy viviendo la vida que me “obligan” a vivir, una vida llena de obligaciones sociales. Mis padres, por ejemplo, aunque siempre me den elección, sé que siempre han querido que tenga estudios y un trabajo bien remunerado que me permita no tener preocupaciones económicas.
Pues bien, si a mí ahora me dicen “Núria, te queda un mes de vida”, me daría absolutamente igual el trabajo bien remunerado, la universidad y todo lo que estoy haciendo ahora. Cogería a las personas que más quiero y me iría a vivir ese mes en la playa, intentando disfrutar cada momento. Dejaría de quedarme en casa sentada en el sofá por pereza, dejaría de estresarme por el examen que tengo la semana que viene, etc.
¿Cuál es el problema? Que no me han dicho que me queda un mes de vida.
Y esa cuenta atrás no consigo tenerla presente en mi cabeza, de hecho, llevo un mes que semana tras semana hablo de este trabajo, me hago preguntas constantemente, pero sigo sin ser consciente de ello, de hecho, sigo haciendo lo mismo, de clase a mi casa y de mi casa a clase.
¿Qué pasará si sigo toda la vida así, pensando que aún tengo tiempo de hacer todo lo que quiero hacer, pero posponiéndolo para mañana? Pues puede ser que llegue el día de mi muerte y me arrepentiré de no haberlo hecho.
Sobre esto se han realizado diferentes estudios, basados en experiencias que han tenido enfermeras que trabajan en paliativos y que han acompañado a sus pacientes en sus últimos días de vida, preguntándoles de qué se arrepienten en su vida.
De entre estos arrepentimientos, se encuentran el “no haber vivido la vida que soñé”, “haber vivido una vida más auténtica”, “no haber disfrutado de la vida”, que en mi opinión se basan en la misma idea, en dejar siempre las cosas que uno quiere hacer para más adelante, ya sea por miedo a fracasar, por miedo a lo que la gente va a pensar, por miedo a dejar lo que uno tiene en ese momento y luego querer volver a ello, etc.
Otro de los arrepentimientos más comunes es “haber trabajado demasiado”, en este en concreto creo que es necesario matizar. Las personas que se han arrepentido de esto, expresan haber vivido para el trabajo, no tener tiempo libre para sus sueños o para disfrutar de sus personas cercanas.
Creo que debería matizarse en “haber trabajado demasiado en un trabajo que no me gusta, no me llena como persona o me aburre”, porque, en base a mi experiencia, hay mucha gente que trabaja por necesidad en un trabajo que no le gusta y espera con ansias las vacaciones, el fin de semana, o su día libre para hacer lo que realmente quiere, de ahí que tengamos la sensación de habernos perdido muchas cosas o mucho tiempo por haber trabajado demasiado.
Sobre estos arrepentimientos me gustaría hacer una pequeña reflexión, a lo mejor deberíamos parar un momento y pensar en qué cosas queremos en nuestra vida, no hace falta que sean grandes aspiraciones, puede ser desde hablar 10 minutos al día con una persona a la que quieras hasta viajar por todo el mundo. Pero reflexionar sobre ello y ver lo que estamos haciendo en este momento, porque a lo mejor no tienen nada que ver con lo que queremos y podemos cambiarlo.