Esas veces en las que ayudar a los demás nos hace daño a nosotros

saramg_17
Psicología del Lenguaje — ugr
8 min readNov 30, 2021

Como alguien que se está formando para proporcionar una ayuda de calidad a las personas, sé por vocación que cuándo alguien requiera de mí, voy a estar ahí para ellos, porque siento que no podría reaccionar de otra forma. Pero, ¿qué ocurre cuándo nos vemos “forzados” a ayudar a alguien? Es decir, si tu amigo/a, un familiar cercano o querido sufre de alguna manera, te sientes responsable de aliviar su carga, haciendo que la comparta contigo o en algunos casos, cargándola tú por completo.

Personalmente no me puedo imaginar no hacer nada si alguna de las personas que me rodea y a las que quiero se encontrasen lidiando con algún problema, sea del tipo que sea.

En este post me voy a centrar en que ocurre cuando dichos problemas implican algún tipo de trastorno mental, específicamente el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP).

Yo sé que durante estos tres años que llevo cursando psicología he obtenido algunos recursos que puedo emplear a la hora de ayudar a alguien que acuda a mí, pero también sé que al no haber finalizado mi formación puedo llegar a poner en peligro el bienestar físico y emocional de la otra persona y el mío propio. Por ello creo necesario que sepamos dónde están nuestros límites, ya que a veces puede resultar perjudicial para todos los implicados en el problema intentar resolver la situación, sin saber gestionarla adecuadamente por falta de medios o porque no queremos abandonar a la persona o personas en el problema.

Para empezar a hablar un poco del tema, primero quiero dar una descripción más técnica y contextualizar acerca de las características básicas del TLP.

Citando la web de la Fundación Océano, https://asociacionoceanotlporg.blogspot.com/, los afectados por este trastorno suelen experimentar las emociones de una forma muy fuerte e intensa. En general pueden presentar altos grados de agresividad con ellos mismos y con otras personas. Y la inhibición de las emociones y los problemas para vincular en sus relaciones puede ser otra de las grandes características que tienen que ver con la disfuncionalidad que experimentan en el ámbito de la afectividad.

Puede afectar a todos los ámbitos de su vida, entre los que destacan el laboral, el educativo y las relaciones interpersonales. Estas situaciones les lleva a tener problemas en la concentración, atención y la forma en la cual perciben (distorsión en la autoimagen, en la realidad e incluso patrones que van en contra de su salud e integridad).

Es muy común que manifiesten que “no saben quienes son” y tienden a fusionarse con su entorno, no porque realmente quieran tener esos pensamientos o características que definen al entorno, si no por el simple hecho de fundirse con el grupo. Presentan un alto grado de dependencia hacia otros, y necesidad de protección de quienes ellos consideran más débiles.

Este trastorno es dual, es decir, la existencia de un trastorno y una adicción, a sustancias (drogas legales o ilegales. y/o alcohol), comportamentales (atracones de comida, sexo, juego, compras compulsivas). Y también puede ir acompañada de otros trastornos como por ejemplo la ansiedad o la depresión.

Otro síntoma que para mí es importantísimo conocer a la hora de tratar con alguien que presenta este trastorno es el esfuerzo frenético que hacen para no ser abandonados por amigos, parejas y familiares. Son dicotomáticos, presentando posicionamientos muy extremos e inflexibles, blancos o negros con ausencia de puntos intermedios. Y por último, pero para nada menos importante, los comportamientos suicidas, las autolesiones, los síntomas disociativos y la presencia continuada de un tremendo sentimiento de vacío manifestado como un dolor profundo.

En resumen podemos ver que es un trastorno muy complejo, que no solo afecta a la persona que lo sufre, sino a todo su entorno, y esto puede influir en cómo reaccionan dichas personas cuando una de estas conductas repercute en su relación.

Me gustaría centrarme en cómo esa persona que no padece el trastorno pero que lo sufre de forma indirecta se enfrenta a estas inconsistencias emocionales, tan intensas y desconcertantes.

Ellos también sienten, y a veces ese comportamiento les duele o les afecta de alguna forma, y puede que intenten disimularlo o minimizarlo para no hacer que la persona que padece el TLP se sienta mal, o para no desencadenarles la sensación de que no son queridos. Pero esto puede llegar a ser tremendamente contraproducente, ya que si no gestionan de forma correcta las emociones que están sintiendo, van a llegar a sentirse verdaderamente mal, causándoles problemas para dormir, para concentrarse, falta de apetito, y que en resumen, pueden llegar a estar totalmente abatidos.

Desde lo personal, me gustaría exponer una experiencia que recientemente una amiga íntima ha vivido, me ha permitido contar lo que a ella le ha pasado para que en el futuro otras personas sean capaces de sobrellevar estas situaciones y que todos podamos entrenar técnicas de afrontamiento de problemas y aprendamos a gestionar las emociones. Si hay algo que esta experiencia me ha enseñado, es la importancia que tiene que sepamos identificar lo que sentimos y porqué lo sentimos, para no dejar que nos consuma.

*Antes de que sigáis leyendo, quiero avisar de que las situaciones son completamente verídicas, y que pueden afectar a la sensibilidad de algunas personas, ya que se describen escenas de intento de suicidio.

Mi amiga está en una residencia universitaria compartiendo habitación con dos chicas, una de ellas es la que padece TLP, ellas dos ya se conocían de antes, pero mi amiga no sabía nada acerca de la situación de su compañera, hasta que se inicia la convivencia.

Un par de semanas después de empezar el curso, le cuenta que tiene TLP, que toma medicación y que el año anterior se había intentado causar a sí misma una sobredosis con su medicación. Ya de por sí esta información impacta, pero lejos de ser esa toda la historia, le confiesa algo más, y es que ese intento de suicidio se produjo en la misma residencia en la que ahora se encuentran las dos.

A partir de ahí, mi amiga empieza a ser consciente de ciertos detalles que hasta ahora no le habían parecido relevantes, como que no tienen puerta en el baño de la habitación (sino que la ducha y el váter se encuentran en disposiciones aisladas y cada uno de ellos tiene una puerta traslúcida), o cómo cuando están en el comedor esta chica es objeto de las miradas curiosas de los demás compañeros, los cuáles saben que intentó suicidarse.

Desde ese momento mi amiga siente que tiene que ir con pies de plomo con ella para evitar que esté triste, o para no alterarla, porque tiene miedo de que este año vuelva a intentar hacerse daño, a tal punto de empezar a vivir totalmente condicionada. Cada vez que esta chica sale sola sin decirle a nadie a dónde va, y tarda horas en volver, a mi amiga se le forma un nudo en el estómago ante la posibilidad de que le haya pasado algo, o incluso cuándo está en el baño, que aunque no tiene puerta te da cierta intimidad para hacer algo sin que los demás te vean.

Un par de semanas después, hablando conmigo, la noto decaída y agobiada, y al preguntarle si le pasaba algo me cuenta toda la situación. Me dice que tiene la necesidad de intentar ayudarla, porque en cierta forma se siente responsable de ella. Entonces desde ese momento mi amiga adopta una actitud de permanente preocupación por ella, ya que es su amiga y quiere que esté bien.

Yo empiezo a ver que mi amiga está siempre agobiada con la universidad, está cansada, y muchas veces no le apetece comer, así que ahora soy yo la que empieza a preocuparse por ella, y le comento que me da la impresión de que esto la está sobrepasando, ya que incluso ha llegado a tener un ataque de ansiedad, como resultado de un episodio depresivo de esta chica, que terminó con un ingreso preventivo en urgencias en plena noche, lo que hizo que mi amiga se alterase demasiado y fuese incapaz de volver a dormir ese día.

Mi amiga sabe que está empezando a asfixiarse con esta situación, pero no sabe cómo hablar con ella para explicarle que ciertos de sus comportamientos le están haciendo mucho daño, sin que ella se sienta dolida y haga algo impulsivo al respecto. Además no puede evitar seguir preocupándose por ella aunque eso le perjudique a sí misma, y no tiene las herramientas necesarias para tratar con personas con este tipo de trastornos.

Así pasan tres semanas más, llenas de episodios depresivos, hasta que un día. sufre un brote, en el cual se autolesiona y empiezan a surgir ideas suicidas entre las cuáles amenaza a mi amiga con tirarse por la ventana, y otra de las veces la llega a encontrar con un corte poco profundo en el brazo.

Mi amiga, al ver la situación tan extremadamente alarmante que está sucediendo decide ponerse inmediatamente en contacto con la madre y la informa de lo que está ocurriendo, para que intervenga porque ella no se siente con fuerzas para seguir cargando con ello.

La decisión de la madre es venir a recoger a su hija y que esté un tiempo en casa, para recuperar un poco la estabilidad.

Cuando esto sucede, mi amiga me llamó para contármelo y me dijo que se sentía liberada y aliviada, pero a la vez se sentía culpable por sentir eso. En mi opinión, fue completamente normal que se sintiera así, ya que ella siente y sufre las cosas, y tiene derecho a sentirse aliviada, así que se lo digo para que se tranquilice un poco, aunque realmente no lo consigo, porque mi amiga acaba de pasar por un período sumamente estresante, acompañado además por sus propios problemas personales y familiares con los que lidia todo el mundo, y lo que verdaderamente necesita es descansar y despejar la mente.

De aquí salen dos personas que van en direcciones opuestas (literalmente del país), cada una con sus problemas. Una de ellas que tiene por delante un largo y duro proceso de recuperación, que necesita estabilidad y calma, y en mi opinión no volver a esa residencia en la que ya hubo un intento de suicidio, ya esto supondría recordar y rodearse de nuevo por los mismos estímulos estresantes. Y la otra, un proceso de recuperación completamente distinto, pero que también necesita estabilidad y calma.

Después de esto que ha sucedido, mi amiga se ha notado periódicamente triste o con el ánimo realmente bajo, y aunque ella sabe que hay veces que hay que pasar por esos momentos porque son parte de la vida, han llegado a ser tan recurrentes que se ha preocupado seriamente, así que cuando me lo contó yo no pude hacer otra cosa que escucharla y sugerirle que busque algo de ayuda profesional, y ya que como estudiantes universitarios tenemos acceso a asistencia psicológica de forma gratuita, ha decidido acudir a ellos.

Ahora no es nada grave, ya que son episodios aislados, que aunque recurrentes, se le acaban pasando, pero después de todo por. lo que ha pasado en tan poco tiempo, podían haber llegado a ser algo a tener realmente en cuenta.

Quiero subrayar la importancia de pedir ayuda cuando la necesitemos, porque nunca sabemos cuándo encontrarnos tristes va a dejar de ser algo puntual, y va a pasar a ser algo tan común en nosotros que cambie nuestra forma de ser al completo.

Por otro lado me gustaría decir que ayudar a una persona con algo difícil, simplemente porque sea un amigo o no vas a recibir nada a cambio, dice mucho del tipo de persona que somos. Pero que no está mal decir de vez en cuando “no puedo seguir ayudándote con esto porque me está superando”, porque nosotros también tenemos que ayudarnos, y no siempre estamos capacitados para intervenir en cualquier situación, y eso no cambia nuestro valor, ni nos define como personas.

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