Etiquetar vs no etiquetar

Desde que empezamos el grado, en lo que respecta a psicopatología nos han enseñado de base que cuando entra un paciente a consulta lo primero que hay que hacer es realizar una evaluación psicológica. Eso implica en la mayoría de los casos diagnosticar un trastorno mental si lo hubiera, utilizando y dependiendo siempre de los manuales diagnósticos como el DSM-V y la CIE-11. Cada uno de estos sistemas de clasificación engloba todos los trastornos mentales que consideran existentes y que se puedan dar en una persona, así como valorar en qué punto una conducta se considera patológica. Es decir, en las asignaturas de psicopatología nos han presentado los trastornos mentales con sus respectivos síntomas, especificaciones, diagnósticos diferenciales, etc. Es cierto que una función útil de usar etiquetas es facilitar la comunicación entre profesionales o que el paciente no se sienta extraño al ver que hay otras personas que sufren de lo mismo y que cada uno lo vive de forma distinta. Sin embargo, estos manuales que debemos de consultar para comprobar si el paciente cumple o no los criterios diagnósticos de cierto trastorno también presentan problemas, así como que no muestran las causas ni el tratamiento de los trastornos expuestos. Más allá de eso, sucede que todos esos “trastornos mentales” son conceptos reificados. ¿Qué es reificar? Pues bien, reificar consiste en utilizar un concepto inventado como si fuera algo real y existiera. Los trastornos mentales que se recogen en estos sistemas de clasificación tradicionales son conceptos reificados, son nombres que designan conductas y emociones de las personas. Al darle este valor tratamos las etiquetas como si fuera algo real en el sujeto, con el riesgo de que el paciente se crea que cumple todos los rasgos asociados al trastorno que le han dicho que padece, y que no se da de la misma forma en todas las personas.

De esta forma, hay psicólogos que siguen el orden que proponen estos sistemas de clasificación a la hora de evaluar un paciente, con su consiguiente recogida de información para contrastarla según diversas fuentes, así como la entrevista estructurada, test psicológicos, etc. En general, su finalidad con la evaluación es diagnosticar pudiendo ser por distintas motivaciones, como por ejemplo en vistas a un juicio. Por otro lado, existen psicólogos que rechazan todo este tipo de sistemas de clasificación considerando que son un gran error, por los motivos que he expuesto anteriormente. Estos enfocan todo el proceso terapéutico de forma diferente tanto al evaluar a la persona y conocer lo que le ocurre, como a la hora de trabajar el problema que sufre.

Si bien pienso que en el trabajo de psicología clínica hay tanta subjetividad de por sí en lo que respecta a las técnicas y enfoques tan diferentes entre sí que pueden llegar a emplear los psicólogos, que cuando intento comparar e intentar elegir cuál creo que es mejor me es muy difícil debido a la gran cantidad de matices que hay por todas partes.

Teniendo en cuenta los beneficios y perjuicios de ambas posturas, personalmente pienso que darle un nombre a un problema patológico es útil debido a que pueden sentirse identificados y entender que le ocurre también a más personas. Es verdad que comprendo el punto de vista de los psicólogos que rechazan esta propuesta de etiquetar ya que también tiene sus inconvenientes, pero me pesa personalmente mucho el hecho de que una persona se sienta que es rara o diferente, y que sienta la necesidad de llamarle un nombre a lo que le pasa.

No tiene nada que ver con esto pero igual sucede con las orientaciones sexuales. Cuando te has criado en una sociedad en la que se supone que la mayoría de las personas son heterosexuales y que lo que se espera de ti es ser heterosexual, la persona sufre mucho por salirse de la “supuesta norma” entonces, lo pasa bastante mal hasta que lo acepta. Con esto quiero decir que por ejemplo, muchas personas dejan de sentirse “bichos raros” por ser homosexuales cuando lo aceptan, lo normalizan y admiten que le gustan personas del mismo sexo. El resto de personas no saben el alivio que eso supone, el poder identificarte cualquier parte que sea de ti con un nombre y ver que a tu alrededor también lo hacen.

¿Y tú que opinas, de qué eres partidario?

Más adelante seguiré extendiéndome en matices e ideas expuestas en este primer adentramiento en el mundo de las etiquetas.

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