¿Hablamos sobre sexo?

Diariamente me encuentro con personas que son capaces de hablar abiertamente sobre su vida sexual, en cambio, en otras resulta imposible. Algunos de mis amigos que son capaces de confiar secretos o problemas muy íntimos en otros, no son capaces de hablar sobre su vida sexual sin avergonzarse. Incluso he llegado a compartir con ellos, lo incomodo que resulta llegar a mantener una conversación sobre la sexualidad con personas con las que mantenemos fuertes vínculos afectivos como son nuestros padres.

El caso clínico mencionado por Arroyo y Escárcega (2006) desencadenó en relaciones sexuales sádicas y perversas en su pareja, siendo no sólo curioso el contexto familiar en el que se crió la paciente, sino también como era golpeada cada vez que su madre la veía masturbándose. De hecho, esto no es de extrañar, pues en nuestro día a día hablar sobre la conducta sexual resulta muy conflictivo, aunque existen períodos históricos en los que la sexualidad es más intensamente contestada y más abiertamente politizada. No obstante, no se pretende expresar con ello que sean estas experiencias en la infancia las desencadenantes directas de conductas sadomasoquistas.

Rubin (1989) da una explicación histórica al por qué oprimimos la conducta sexual al hablar de la existencia de fuertes movimientos sociales que centraron su atención en los vicios durante el siglo XIX, existiendo campañas educativas para reprimir toda conducta sexual. En ello, algunas religiones como el cristianismo han tenido especial importancia, tratando de minimizar los placeres. Sin embargo, las consecuencias de todo ello perviven todavía dejando una profunda huella en las actitudes sobre el sexo, en la educación infantil, en las preocupaciones de los padres y en las leyes sobre el sexo.

Lloyd deMause, en su obra “La evolución de la infancia” habla de la vida sexual de los niños en función de cada periodo, siendo la masturbación un componente presente en cada uno de ellos. Las campañas contra este tipo de conductas se agravaron en el siglo XVIII, llegando a extremos como la circuncisión o la clitoridectomía como castigo durante el siglo XIX. Sin embargo, durante estos dos últimos siglos, se deja de emplear el castigo como método, llegando a desarrollar libros destinados a padres para controlar este tipo de conducta en niños.

Además, personalmente, he visto como padres han reprimido estas conductas de masturbación, llegando en algunos casos a castigar de una forma leve a los niños por estar frotándose sus partes genitales con algún objeto. Lo llamativo, pero no sorprendente de todo esto, es que hablando con alguna amiga que se dedica a la educación no sabían fundamentar por qué han reprimido este tipo de conductas, ni tampoco son conscientes de qué consecuencias puede llegar a tener su opresión. Aunque como hemos dicho, y es obvio, la religión y la educación tienen un papel fundamental en esto. Sin embargo, esto es sólo un punto de vista, pues en otras familias con las que he llegado a hablar no llevaban a cabo ninguna represión.

Ahora bien, ¿hablamos sobre sexo desde una perspectiva afectivo-sexual? A lo largo de mi vida, la mayoría de la información que he recibido sólo hablaba de la conducta sexual como método de prevención y, casi siempre, en contextos académicos. Asimismo, aunque resulta interesante comentar cómo transmitían esa información y qué elementos trataban de suprimir, me parece más curioso como sólo se concibe la sexualidad dentro de determinados marcos.

Monfcrieff (2007) comenta que, en la actualidad, estamos desinhibidos y predispuestos a hablar del sexo sin ningún control, basándonos en la sensualización del cuerpo como producto de placer, donde la sociedad es un “supermercado de fantasías personales, en los que los deseos de los individuos se consumen mutuamente en lugar de producirse”. En este sentido, considera que hablamos de sexo dentro de unos marcos aceptados por la sociedad, que venden la publicidad y medios de comunicación, y todo lo que se salga de ello, es considerado como raro y medicalizable. ¿Os resulta enfermizo mantener una relación sexual como la que mantienen Grey y Lee en la película Secretaria (2002)? Lo cierto es que los protagonistas encuentran el amor y la felicidad en prácticas generalmente esquivadas y temidas por la sociedad.

Si bien, es cierto que recientemente se han producido películas basadas en novelas eróticas con éxito como 50 sombras de Grey (2011), la cual ha sido enormemente publicitada. No obstante, Emily Sarah dirigente de BDSM Healing, ha calificado la película como un sadomasoquismo vainilla, que no refleja relaciones reales de BDSM.

A diferencia de lo comentado en mi publicación “Un pequeño inicio: de la locura a la parafilia”, Foucault (1984) no considera que las prácticas sexuales sadomasoquistas guarden una relación profunda con nuestro inconsciente, sino más bien como una creación de nuevas posibilidades de placer que las personas desconocen previamente. ¿Limitamos los placeres corporales únicamente como producto de la bebida, comida y sexo? ¿Nos avergonzamos del placer?

La sexualidad es algo que nosotros mismos creamos — es nuestra propia creación y no el descubrimiento de un lado secreto de nuestro deseo. Tenemos que entender que con nuestros deseos, a través de nuestros deseos, podemos establecer nuevas formas de relaciones, nuevas formar de amor, nuevas formas de creación. El sexo no es una fatalidad: es una posibilidad de vida creativa (Gallagher y Foucault, 1984)

Sería interesante ser receptivos a escuchar diversas experiencias sobre distintos tipos de conducta sexual, sin tener una idea preconcebida que directamente limite nuestra libertad a la hora de experimentarnos sexualmente, y que directamente nos hace juzgar como raro o enfermizo un tipo de conducta. Como dice Foucault, la sexualidad es la posibilidad de una vida creativa.

Referencias

Arroyo, A. P., & Escárcega, J. S. (2006). La pareja perversa sádico-masoquista. Un caso clínico. Revista intercontinental de psicología y educación, 8(2), 41–60.

Gallagher, B., & Foucault, M. (1984). Sex, Power, and the Politics of Identity. An interview. The Advocate, 400, 26–30.

Mause, L. D. (1982). La evolución de la infancia. Historia de la infancia, Madrid, Alianza.

Moncrieff, H. (2007). Sexualidad y sociedad moderna: El saber de qué aún no somos del todo “libres”. A parte Rei (revista de Filosofía), 50, 1–12.

Rubin, G. (1989). Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad. Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina, 113–190.

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