Hablemos de lo que se esconde tras la música III: Actualidad (2010-Hoy)

cultura, música y valores

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Aviso: Igual que cuando hablaba de lo años 60, se trataba de algo tan lejano a la mayoría de los que leemos el blog que me centré en analizarlo de una forma sencilla, accesible y (para mi gusto) algo superficial; ahora que se trata de hablar del hoy y de los últimos 10 años (que todos recordamos perfectamente), de sus valores (de los que todos somos portadores) y su música (que todos conocemos), aquí me voy a permitir ser un poco más técnica, crítica y ahondar un poco más.

Ponte cómodo y agárrate que empezamos:

Ésta, nuestra época, nuestros valores:

Nosotros, los millenials, nos caracterizamos por haber crecido en tiempos de cambio, tanto “a mejor” como “a peor”, caracterizándose nuestra época por tres factores: la globalización, la revolución digital y la crisis económica.

Hemos crecido a medida que crecia el mundo digital, y esto nos ha hecho poder tener acceso de forma instantánea a aquello que ocurría tanto en casa de nuestra mejor amiga, como en la otra punta del planeta. ¿Para bien o para mal? Pues depende de qué estemos hablando y para qué. Lo que si puedo afirmar es que ha sido tanto causa como consecuencia del sistema capitalista que, si bien en los años 60 era el blanco al que los jóvenes (fuesen de la clase social que fuesen) dirigían sus quejas; a día de hoy parecemos haber integrado (seamos de la clase social que seamos y salgamos mejor o peor parados en la ecuación establecida por el mismo). Y esto, como veremos, se ve muy reflejado en la música actual. Como consecuencia de este capitalismo y su expresión social (consumismo), todo cambia, todo es pasajero, nada queda. Todo lo imaginable pasa a ser un producto, y todo producto es líquido, intangible; en el momento en el que tienes acceso a él, ya se ha ido, ha “pasado de moda”, toca fijarse en otro.

“Este capitalismo de espectáculo es un capitalismo de angustia, y es precisamente el ambiente en el que nacieron los de los 20 años, esto es, es su propia naturaleza. Donde todo lo que se tiene, ya se fue. La angustia consiste en que no hay de dónde agarrarse, porque todas las agarraderas se le deshacen a uno entre las manos. (…) Lo único que uno tiene son sus 20 años y nada de lo que se puede hacer con ellos. (…) No es como dice Sigmund Bauman: que “el mundo es líquido”; sino que “está liquidado”. “ — Pablo Fernández Christlieb

Otra consecuencia de la omnipresencia de lo digital, de las redes sociales, es la difuminación que han sufrido los bordes que separaban al mundo real del mundo virtual. Y esto no sólo hace mella en los videojuegos o simuladores de realidad virtual; sino también, y más grave, en nuestra propia concepción de nosotros mismos y de los demás; la imagen (apariencia) gobierna cada día más nuestra realidad social, queramos o no, cada vez nos cuesta más separar lo que es real de lo que es tan sólo el apariencia. Y, puestos a elegir, preferimos apostar por nuestra imagen, pues es lo que los demás ven, lo que nos “vende”, lo que nos añade valor como personas bajo la mirada y el juicio del otro; dejando para otro momento cultivarnos más allá de nuestra imagen, conocernos, disfrutarnos, disfrutar, sin necesidad de que haya ningún observador que pueda juzgar cuán felices somos o cuál es nuestra valía.

En cuanto a la crisis económica, la considero muy ligada al individualismo imperante, al “sálvese quien pueda” que llevamos todos escrito en la frente. Sumergidos en una situación económica, en su mayoría, precaria y sin ninguna salida o alternativa plausible cercana, hemos aprendido a vivir bajo la más pura ley del más listo (-en vez del más fuerte). Y esto, nos ha llevado dentro del mundo de las relaciones sociales (y sentimentales) a sufrir de una cierta alergia al compromiso. Las relaciones también son desechables, no firmamos ningún contrato de permanencia, nos da miedo el futuro, comprometernos con algo que pueda durar más allá de mañana, porque ni siquiera nuestro presente es seguro.

Valores: capitalismo, consumismo, imagen, poliamor, relaciones abiertas, miedo al compromiso, fugacidad, cosificación (propia y ajena), abundancia (económica), individualismo (liberalismo), etc

”Los pobres nacen sin na’, pero tambien sin miedo”. ”No tengo nada, asi que no pidas, no tengo nada pero me busco la vida.” “Yo estoy haciendo guita lo que tu hagas me da igual.”

La música de nuestra época:

Cuando hablé en el anterior post sobre la música de los años 60, destaqué al Pop y al Rock’an Roll como los dos géneros musicales que encabezaron esta época. Ambos generos, contribuyeron a difuminar los límites entre la música culta y la popular. Siendo a día de hoy la última la que ha impuesto su dominio en manos de la industria de la cultura.

No se si os disteis la oportunidad de pinchar sobre los enlaces que adjunté al artículo anterior. Si lo hicisteis, aunque solo fuese al primero, visteis que ese primer tema (de Ten Years After) duraba cerca de 10 minutos, y probablemente os habrá parecido una locura, y es normal: la industria actual delimita la duración de las canciones, que suelen durar alrededor de los 3 minutos; no estamos hechos a temas de duración superior. Sin embargo, no se queda ahí: la industria musical selecciona lo que se vende en función de la demanda, y moldea el producto al servicio del mercado, no de la calidad del mismo. En este contexto, los grupos musicales y artistas, nacen y mueren a gran velocidad, como todo producto de la sociedad de consumumo.

Metiéndonos un poco en materia, podemos decir que antes de los años 60 dominaba la presencia en las canciones de los llamados acordes de séptima dominante, presentes en el jazz y el blues que, aunque son acordes sencillos, inundan la melodía de colorido, festividad y alegría, per con una ligera tensión de fondo que transmite aún algo de seriedad. El Pop trajo consigo un notable incremento de los acordes mayores, y esa ligera seriedad que existía en las melodías anteriores, desapareció dejando vía libre a una alegría despreocupada y alocada, más parecida a una alegría juvenil e inocente. Sin embargo, a partir de los años 90 la armonía dejó de ser tan importante, dejando paso al ritmo, la cadencia y el sonido de la voz como elemetos principales con la llegada del rap, el hip-hop y la música electrónica, desapareciendo en esta última la melodía por completo.

Géneros dominantes en la actualidad: Pop, Rock, Ritmos Latinos, Música Urbana (Rap, Trap, etc), Electrónica, R&B:

Creación y disfrute de la música

La música era un atributo del poder político y religioso, que significaba orden, pero también subversión. Luego, habiendo ingresado en el intercambio mercantil, ha participado en el crecimiento y en la creación del capital y del espectáculo; fetichizada en mercancía y transformada en consumo, la música se ha convertido en ejemplarización de la evolución de toda nuestra sociedad: desritualizar una forma social, reprimir una actividad del cuerpo en objeto, especializar su ejercicio, venderla como espectáculo, organizar después su almacenamiento y generalizar su consumo hasta la pérdida de su sentido”. — Attali, 1977

Existe una inmensidad de personas que escuchan música, especialmente desde la llegada de los canales de streaming. Muchos de ellos no van a los conciertos. Se trata de un público que escucha mucha música, muy variada, pero cuatro o cinco canciones de cada artista como mucho. Se ha pasado de la escucha grupal de la que hablaba en el artículo anterior, a la escucha individual concentrada en unos auriculares. De las prácticas musicales que eran exclusivas de un grupo determinado hemos pasado a una forma de apropiación musical omnívora, que consiste en escuchar un poco de todo. (Ariño, 2006).

Los cambios tecnológicos, han propiciado nuevas formas de socialización de los bienes musicales. Los nuevos soportes digitales han liberado a la música del formato, y la han hecho más automatizada hacia un oyente que, pasivo, se expone a un continuo musical. Este hecho, aunque es cierto que abre a la disposición de cualquiera un abanico de sonidos y nunca antes ha sido tan fácil poder apreciar la música en su completitud; no deja tiempo para que la música nos diga todo lo que nos quiere decir. Es por esto que hoy triunfan músicas de fácil digestión y los géneros, los temas y los artistas pasan de moda a un ritmo cada vez mayor dejando sin lugar en ese abanico a la música más compleja, no porque el público no esté capacitado para entenderla o disfrutarla, sino porque el panorama actual no le deja espacio ni tiempo en el escenario para expresarse y ponerse en contacto con un público cada vez más acostumbrado a usar la música más que a apreciarla. Hemos dejado de escuchar música para oírla. La música se convierte así en adorno, en rumor, en sintonía de fondo. Rara vez existe el sentimiento de que la música corresponda exclusivamente a ciertos momentos o lugares.

Actualmente, en la mayoría de los casos, lo que antes hacía el músico (componer, editar e interpretar la música), ahora lo hacen tres personas diferentes: en la creación de un tema musical interviene un profesional de la música que compone el tema (compositor); un productor o profesional del mercado/marketing que moldea-edita- el tema compuesto en función de la demanda (editor); y este mismo editor, normalmente, se encarga de buscar una imagen, una cara bonita con carisma (también en función de la demanda) que interprete el tema compuesto y editado (intérprete). Los intérpretes musicales, en su mayoría, suelen tener escasa o nula formación musical.

Por otro lado, la crisis de la industria discográfica está provocando que cada vez se apueste más por la repetición, se potencie a aquellos que se parecen sospechosamente a otros que tuvieron éxito en otro momento, dejando de lado la novedad y la originalidad.

Se trata de una música, en su gran mayoría, carente de función social. Para Adorno (1966), toda actividad comunicativa y social de la música se desvanece si ésta se convierte en una mercancía, en una actividad regulada por las relaciones socioeconómicas.

Cuando Bono, en los Grammys, prometió seguir “jodiendo el sistema”, parecía no darse cuenta de que él ‘es’ el sistema y de que más jodido no puede estar. Así que algunos roqueros supervivientes, viejos y canosos, se tambalean en estadios cada vez más grandes, con láseres cada vez más grandes y sistemas de sonido cada vez más grandes, y la falsa rebelión parece todavía más fatua. […] El rock’n’roll es el nuevo golf: es algo que hacen los tipos de mediana edad el fin de semana vestidos de forma ridícula.” — Mark Steyn, crítico de teatro, 1997.

Sin embargo, no todo es pesimismo o malas noticias para el futuro de la música. Hay un mundo en el que la industria discográfica, el mercado, no tiene mucho que hacer. En las nuevas formas digitales de conexión directa entre el músico y el oyente: youtube, spotify, soundcloud, etc; donde cualquiera puede subir su contenido y cualquiera (en cualquier lugar del mundo) puede acceder a él, la industria discográfica pierde su influencia a la hora de decidir sobre los contenidos musicales que se proyectan, y pasa a ser el gusto del público el que determina el éxito de un tema, artista o género musical. Es aquí donde se ve un resquicio de luz dentro del manorama musical actual.

Todos hemos escuchado este tema. Compositores, editores, intérpretes, mismas personas. Improvisado, grabado y directo a tu pantalla y altavoces. Posible salvación del panorama musical.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que la sensibilidad estética, el gusto individual y colectivo están y estarán siempre socialmente determinados. Y la sociedad, al margen de estas plataformas, sigue inundada de los valores abordados en el primer apartado.

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