¿ Hasta qué punto sabemos el poder que tienen las palabras?

Tras mucho buscar, indagar, observar, y en definitiva no parar de investigar sobre el tema que llevaba meses rondándome por la cabeza, por fin me decidí y elegí el relacionado con el poder que tienen las palabras. Y aunque tras varias dudas y opiniones encontradas, me decidí a escribir sobre el mismo.

Aunque para ser honesta y sincera, ese no era el tema elegido inicialmente dentro de las infinitas posibilidades que había sobre temas “originales”, “carismáticos” o que tuvieran “gancho”, pero ese será otro de los temas que dejaré para mis próximos posts.

Lo que sí sé, es que este tema es de mi total interés y espero que el alguna persona más. No sólo porque crea que a la mayoría de las personas esta temática le sea de mayor interés que otra, sino por lo necesario que es saber el poder que tienen las palabras. Y en función de su utilización y de otras muchas más variables, ese poder puede mermar o dispararse siendo el objetivo del impacto nosotros mismos o los demás.

Así que finalmente aquí, lo quiero dejar es mi pequeña aportación sobre el poder que puede llegar a tener las palabras. A parte de ver como utilizamos las palabras, y cuál sería la mejor forma de utilizarlas para nuestro propio beneficio y el de las personas con las que día a día tenemos que comunicarnos.

En palabras del propio José Saramago (2004) que dijo: “las palabras no son ni inocentes ni impunes, hay que pensarlas y decirlas de manera consciente”. Para mi entender dicha frase tiene un trasfondo muy importante puesto que las palabras una vez dichas tienen un gran impacto, tanto en nuestro cerebro además de en nuestra salud (mental y/o física) y bienestar. Esto ha quedado reflejado en varios estudios realizados en universidades de EE.UU. Entre ellos llegué a encontrar a psiquiatras y profesores como: Mark Waldman, Andrew Newberg y Thomas Jefferson (2012) que hablaban sobre este mismo tema, y que los mismos realizaron un gran trabajo plasmándolo en un libro llamado: “Las palabras pueden cambiar tu cerebro, una reflexión sobre las cargas de las palabras negativas y positivas”.

Para mí tan importante es pensar que es lo que se va a decir y la forma en que diremos dichas palabras, como la repercusión que podrá llegar a tener y que podrá causar al que las recibe. De ahí expresiones como: “Ya le dije lo que quería, y me quedé en la gloria”, “no podía más y ya por fin le dije todo lo que sentía”, etc. Pero, ¿nos hemos parado a pensar como le hemos hecho sentir al otro?, ¿utilizamos las mejores palabras?, ¿de qué forma se lo dijimos?, ¿qué tono utilizamos, fue el mejor?. Todos estos interrogantes, más otros muchos que me imagino que os vendrán a la mente son los que hay que tener en cuenta a la hora de hablar, de dirigirnos a los demás e inclusive el lenguaje interno que tengamos hacia nosotros mismos. Porque no todo vale, por quedarnos tan agusto al liberarnos de la angustia o represión de nuestros pensamientos, emociones u opiniones, al quererlas hacer llegar a los demás.

Es tal el poder que tienen nuestras palabras, que el hecho de comenzar frases con la palabra “no” nuestro cerebro empieza a liberar cortisol y nos pone en modo de alerta (siendo perjudicial para nuestra salud, si es de manera continua). De manera contraria y más positiva ocurre si escuchamos un “si”, ya que en este caso nuestro cerebro liberará dopamina la hormona responsable de nuestro bienestar. De aquí la importancia de la utilización de las palabras, ya que como vemos tiene un impacto emocional en nuestro cerebro y de ahí a nuestro bienestar y salud.

Es en este punto, donde quiero hacer hincapié en los beneficios y perjuicios de utilizar unas u otras palabras. Y para ello resaltaré, la importancia de la utilización de palabras positivas que son las que activan nuestra parte emocional de nuestro cerebro (hemisferio derecho), el cual nos genera la alegría y placer. Y cosa diferente ocurre, con la utilización de palabras negativas que son las que activan la parte izquierda de nuestro cerebro generándonos sensaciones de malestar, ira o ansiedad. Y todo ello sin olvidarnos de la importancia de las formas, tono y contexto donde nos encontremos.

Me quedo con la frase del neurólogo y decano Leonardo Palacios de la Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario que decía: “Hasta la ofensa más horrible puede ser asimilada coloquialmente si se dice en tono suave”.

Para ir terminando este post, algunas recomendaciones prácticas para nuestro día a día:

· Revisar nuestros pensamientos y emociones

· Eliminar la autocrítica y la crítica a los demás

· Cambiar el lenguaje: escogiendo las mejores palabras y eliminando las negativas

Y por último, comunicar de la mejor forma teniendo en cuenta el tono, volumen, contexto y sin olvidarnos que:

“A las palabras no se las lleva ningún viento. Cada una destruye o edifica, maldice o bendice, hiere o cura”. Tengámoslo en cuenta siempre.

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