IDENTIFICANDO EMOCIONES EN EL MUSEO: ARTE VS. ALZHEIMER (I).

Eugenia Amo Flores
Psicología del Lenguaje — ugr
6 min readNov 24, 2019

LAS EMOCIONES EN EL ARTE Y EL ALZHEIMER.

El Romanticismo y su constante búsqueda por la libertad tenía como principal fuente de inspiración la subjetividad de su creador. El arte se convirtió en expresión del sentimiento. El artista extraía su contenido de él mismo, de su interioridad. El espíritu humano, que trama y expresa una infinitud de sentimientos, situaciones y experiencias, se convirtió en el verdadero creador de la obra de arte (Hegel, 1989).

Si el arte es un medio de expresión y la tarea del artista es la de comunicar, la obra de arte nace como una forma de expresión del yo interior. Pero una obra de arte y el patrimonio, en general, son bienes polisémicos, no están limitados a un significado único, sino que son portadores de múltiples significados implícitos. El arte puede ser contemplado desde perspectivas plurales, del estado de ánimo del espectador depende la percepción que se tenga de una obra en un determinado momento. La obra adquiere, de este modo, una multitud de significados cada vez que es observada y valorada por un nuevo espectador.

El arte representa una realidad concreta, refleja una idea, transmite un mensaje y expresa y provoca en el espectador una emoción y una reacción. De este modo una obra de arte no está acabada si no se prolonga su significado y esencia en el público que la observa. La actitud del espectador se rige por los efectos emocionales y morales que le despierta el objeto artístico. Su participación no es formal, sino de internamiento emocional en la trama de la obra de arte. La persona que se sitúa ante una obra de arte, es un sujeto influido y sujeto de sentimentalidad y emoción. El contacto con la obra de arte posibilita al observador experimentar y conocer desde el afecto y las emociones (Puelles, 2007).

La percepción artística es una experiencia personal, sensorial y emocional. El papel del espectador es el de observar, conectar e identificarse con la obra, donde juegan un papel fundamental las circunstancias personales y la historicidad del momento, el lugar y el tiempo que le ha tocado vivir.

Por otro lado, ya en 1934 John Dewey proclamaba el arte como un medio de penetrar, a través de la empatía, en los aspectos más profundos de la experiencia de civilizaciones remotas y extrañas. Definía el arte como experiencia, y para él experimentar, consistía en un ritmo que alterna interiorizaciones y exteriorizaciones.

Siguiendo el ritmo marcado por Dewey de interiorizaciones y exteriorizaciones, el objetivo del estudio que hoy quiero plasmar es buscar lo interior en lo exterior, identificar una emoción en un gesto, a través del arte, despertando impresiones y provocando expresiones anímicas y emocionales en personas con Alzheimer.

La progresiva pérdida de memoria y de la capacidad de recordar que va sufriendo la persona que vive con Alzheimer le despoja de su identidad e historia personal y de la consciencia de su existencia. El paciente vive el presente desorientado y con una sensación de frustración al sentirse incapaz de rememorar hechos determinados, al no reconocer el significado de determinados elementos que forman parte de su vida diaria, y al perder la capacidad de enfrentarse a situaciones complejas que antes de tener la enfermedad eran cotidianas para él, como cocinar o vestirse.

Por otro lado, la pérdida de la capacidad de comunicación es un síntoma característico de la enfermedad de Alzheimer. Conforme va avanzando el proceso degenerativo se observa una falta de iniciativa en el habla así como lentitud en sus respuestas. La pérdida de memoria semántica dificulta la fluidez verbal y la capacidad para encontrar las palabras exactas, lo que se observa desde el inicio del deterioro neurodegenerativo. Por este motivo el paciente emplea repeticiones de frases o palabras estereotipadas para compensar sus problemas de denominación, llegando en ocasiones a reproducir un lenguaje incoherente y vacío de contenido (Martín, Castilla y Morala, 2008).

Junto a la progresiva pérdida de la memoria semántica, del lenguaje y la capacidad comunicativa, el paciente va sufriendo una degeneración emocional y la capacidad de reconocer sus propias emociones.

Los sentimientos solo se conocen cuando se toma conciencia de ellos. No es lo mismo tener emociones que saber o ser consciente de que las tenemos (Díaz y cols, 2009), y los enfermos de Alzheimer las tienen. Saber esto es el primer paso para comprenderlos y ayudarles. Los pacientes siguen teniendo sentimientos y emociones hasta el último momento de sus vidas, pero poco a poco van perdiendo la capacidad de reconocer las suyas propias y de comunicarlas de forma verbal. Ésto dificulta enormemente la empatía por lo que las relaciones sociales se vuelven cada vez más difíciles de mantener.

Por otro lado, es aceptada la idea de que el arte es una forma de comunicación humana. La principal fuerza atractiva del arte, su propiedad esencial, consiste en liberar a los hombres de su soledad, en anular las barreras que los separan, en propiciar esa unión con los demás (Tolstói, 1898). Desde esta perspectiva, entendemos el arte como comunicación, como una vía de expresión que estimula y favorece la comunicación emocional necesaria para las personas con enfermedad de Alzheimer.

En este trabajo de investigación, el lenguaje no verbal es el principal protagonista desde dos ámbitos muy distintos. Por un lado, el arte se convierte en un medio de comunicación y en un estímulo visual con fuertes componentes emocionales. El arte es expresión del sentimiento y una vez que el enfermo de Alzheimer lo percibe y lo asume, puede convertirse en un catalizador emocional, que despierte recuerdos y sensaciones dormidos. Es un estímulo que arranca emociones y reacciones de las personas con Alzheimer.

El arte como lenguaje debe poner en movimiento nuestras emociones. En muchas ocasiones, el arte sirve para canalizar las emociones mejor que las propias palabras. Los objetos de arte actúan frecuentemente como inductores, precipitando de golpe las ideas y emociones contenidas que no se pueden percibir ni reconocer con claridad (Durán, 1997).

En consecuencia a lo anteriormente dicho, las expresiones faciales de la emoción, se convierten en nuestra principal fuente de información. Fisiológicamente, cada emoción activa un conjunto de reajustes psicológicos y corporales o tendencias de respuesta (expresión facial, tono de voz, postura, activación del sistema nervioso autónomo) y estrategias conductuales (huida, evitación, afrontamiento, etc.) para producir una respuesta óptima de acoplamiento a la situación. Este sistema es rápido y eficaz y no requiere una intervención consciente (García y Ellgring, 2004).

En los enfermos de Alzheimer la disociación entre la representación emotiva y la realidad emocional que sienten, a menudo, desemboca en un sentimiento de vacío y artificio. Es imprescindible ayudarles a gestionar sus emociones para que las conozcan una vez que han logrado expresarlas. Para ello la persona debe ser consciente de que tiene y siente dicha emoción y debe reconocer qué emoción es y tener la necesidad de expresarla. La experiencia de situar a los enfermos de Alzheimer ante el arte propicia la manifestación emocional de forma instintiva.

Hay habilidades y capacidades de las personas con Alzheimer que no se reducen con el paso del tiempo, o que lo hacen más lentamente, como son las capacidades preexistentes innatas e intuitivas, por ejemplo la capacidad de comprender la música, las expresiones faciales y el contacto humano -el significado de una canción, una sonrisa o un abrazo- (Gladwell, 2011). Gracias a estas habilidades que permanecen activas y a la plasticidad cerebral, existe la oportunidad de poder intervenir emocionalmente a través del arte, e intentar proporcionar a los enfermos de Alzheimer nuevas experiencias participativas y enriquecedoras.

El arte estimula el cerebro de una forma global y más profunda que otras actividades. La música, la pintura, la escultura, la comedia, el drama, la poesía y otras artes vinculan zonas separadas del cerebro en las que se guardan recuerdos y habilidades. Los sistemas cerebrales que se ven afectados de esta forma se denominan “sistemas distribuidos”. La música, por ejemplo, aviva partes del cerebro que vinculan lo que notamos, sabemos y sentimos. Cuando el cerebro se ve afectado por la Enfermedad de Alzheimer y ciertas ubicaciones y capacidades sufren daños, el hecho de que el arte haga funcionar tantas áreas cerebrales enmascara los déficits que se producen en una única ubicación (Arnheim, 2011).

El arte es transmitido sensorialmente y toca de forma personal e individual la vida interna de cada paciente. Puede llegar a ser un elemento de interacción con el afectado que desata reacciones que reflejan su sombría imagen del presente y manifiestan sus emociones y sentimientos internos. Esto va a repercutir de forma directa en su calidad de vida. A la misma vez, estas reacciones suponen el resurgimiento espontáneo de algo que se va mermando poco a poco, según avanza la enfermedad, como es la comunicación de las emociones y sentimientos, una información valiosa e imprescindible para poder ofrecerles una atención adaptada.

Referencias:

Delgado, M., Hervás, R. and Arnardóttir, H. (2013). Identificando emociones en el museo: Arte vs Alzheimer.

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