La reivindicación femenina en los anuncios de perfumes

La presencia de la mujer en la publicidad ha evolucionado conforme a los cambios acaecidos en la sociedad contemporánea. Afortunadamente, van desapareciendo aquellos estereotipos asignados a “lo femenino” (hogar, comida, hijos) y se realzan nuevas fórmulas publicitarias destinadas a proclamar su libertad y autorrealización (trabajo propio, independencia económica, capacidad de elección). La imagen de la mujer tiende, así pues, a empoderarse, a revestirse de unos atributos que la convierten en sujeto absoluto del mensaje publicitario, por lo que abandona su papel pasivo o decorativo (en muchas ocasiones, de “bello florero”) y adopta valores que representan a la mujer actual, en igualdad de condiciones con el hombre. El anuncio televisivo que vamos a comentar es buena prueba de ello, por cuanto vincula un producto (un perfume) a un estilo de vida y, en consecuencia, a una diferente forma de ser y estar en el mundo.

El spot anuncia la fragancia de la Casa Dior, The new Eau de Parfum, cuya campaña publicitaria se lanzó el 17 de septiembre de 2017. El anuncio está protagonizado por la actriz Natalie Portman (“musa” de la Casa Dior desde 2010), dirigido por Emmanuel Cossu y rodado en París y Los Ángeles.

En la primera escena muestra a una joven soñadora y enamorada (o viceversa), pero algo en su mirada transmite dudas, quizá con su pareja. Se encuentra en un torno tranquilo, no urbano llevando unas gafas de color blanco. Se pone de manifiesto lo que se conoce como “intuición femenina”. A continuación, surgen problemas en la relación, abandona el papel “pasivo” de la mujer y reta a su pareja (que solo aparece dos veces y siempre de espaldas) a que le demuestre su amor. Él le dice “te quiero” y ella responde “Pruébalo”. Necesita hechos y no palabras. Toma la iniciativa, demuestra valentía y arrojo (salta al agua desde una altura considerable, incitando, aunque no se ve, a su pareja a que la siga). Se establece un juego de afectos: persecución lúdica en la espaciosa vivienda y por la orilla del mar; imágenes de la protagonista en la playa (primeros planos del rostro) que graba su pareja y que ella, complacida, intenta detener poniendo la mano en el visor de la cámara. En el viaje a París (colofón de la prueba de amor que ella ha exigido) algo ocurre: la mujer le tira las flores (rosas); le empuja; grita en el transporte público; se enfada; es decir, clama sin reservas su disconformidad ante un hecho que la desagrada y rompe con el estereotipo de la sumisión femenina que, históricamente, le impedía (o no estaba bien visto) expresarse abiertamente. Aparece seria, con gafas de sol, de pie, apoyada en una columna y con la torre Eiffel a la derecha,hasta que inclina levemente la cabeza: señal de que va a emprender alguna acción. Toma la iniciativa: demuestra seguridad y decisión en gestos como alquilar un coche rosa descapotable con tres amigas; vehículo que lleva una velocidad considerable y que ella conduce, naturalmente. Se confirma su no vinculación a ningún varón, su total libertad para elegir con quien estar. (Por cierto, la imagen de la mujer conductora era, a principios del siglo XIX, un recurso habitual para mostrar la independencia femenina.) Surge la reconciliación de la pareja: retorna la imagen de mujer cariñosa y sensible, que perdona y dispone de su vida íntima cuando le apetece (gestos faciales de placer y sensualidad, escenas rodadas con extrema delicadeza; foto entrañable al final de un vagón de tren); una metáfora de la libertad, que se evidencia en la chica corriendo por la orilla del mar. En la escena final, mismo escenario o entorno del principio del spot: un palmeral, que indica la naturaleza, no un entorno urbano. Pero algo ha cambiado: el rostro de la chica aparece frontal (ya no es un contrapicado) y semblante serio. Se dirige a la audiencia, es decir, a otras mujeres, con un mensaje claro y escueto: “¿Y tú? ¿Qué harías por amor?” Un mensaje vinculado al “eterno femenino” (amor, dulzura, sentimientos) pero que, ahora, en el siglo XXI, adopta atributos históricamente masculinos (valor, fortaleza, decisión). Y la respuesta, según hemos visto a lo largo del anuncio, es ser ella misma, dirigir la relación, imponer sus propias reglas y condiciones con absoluta independencia y total empoderamiento, acorde a los tiempos modernos y a una justa reivindicación histórica. (Queremos destacar una escena paradigmática: la secuencia con el coche en la playa que, con sus ruedas, escribe la palabra “love”. Pero precisamente ese coche es “vehículo” de su libertad. Un amor que no es pasivo, que no está a la espera; sino que ella lo puede “conducir” cuándo y cómo quiera.

Lucia Suarez Sicilia y Alicia Sanjuán Jiménez, subgrupo c.

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