Las redes sociales y el miedo a no adaptarse
Un recorrido sobre cuestiones, trayectoria y temores personales
Vivimos en una sociedad globalizada y tecnológica en la que raro es el que no dispone de un Smartphone o hace uso de las redes sociales. Casi sin darnos cuenta, un día empezamos a formar parte de una, y otra, y otra red social, como si el no pertenecer a ellas nos hiciera creer que no formamos parte del mundo; como si nos hiciera invisible para nuestros amigos y la gente que nos importa.
Las redes sociales y sistemas de mensajería nos resultan muy atractivos porque su sistema de funcionamiento implica una respuesta rápida, las recompensas son inmediatas y la interactividad nos atrae.
El uso, en principio, es positivo, siempre que no se desatiendan el resto de las actividades propias de la vida normal como estudiar, trabajar, leer, hacer deporte, practicar tus aficiones, salir con los amigos o relacionarse con la familia. Otra cosa es cuando el abuso de las mismas provoca alejamiento de la vida real, induce ansiedad, afecta a la autoestima y hace perder capacidad de autocontrol.
Hay personas más vulnerables a las adicciones. Si bien las redes sociales están disponibles para todas las personas, una importante parte de ellas presenta problemas de abuso. En concreto, los adolescentes constituyen un grupo de riesgo porque tienden a buscar sensaciones nuevas y son los que más se conectan a Internet, además de estar más familiarizados con las nuevas tecnologías. Por otra parte al ser más inmaduros (aunque con el tiempo he aprendido que ser más joven no tiene por qué significar ser más inmaduro, y viceversa), y depender del respaldo social tienden a plegarse a la corriente de opinión general sin llevar a cabo — en muchas ocasiones- la más mínima reflexión antes de verter su opinión personal sobre algo.
La polarización de creencias hace que en más de una ocasión no nos sintamos seguros de expresar la nuestra que podría ir en contra de la general y al contrario, unirse a la masa.
No nos gusta equivocarnos y creemos que cometer errores nos convierte en personas menos listas y capaces, y ello nos duele especialmente frente a nuestros amigos y personas de influencia. Por esto la vida de una persona en internet, suele ser perfecta.
Tras esta breve introducción, considero que plantear una reflexión sobre el funcionamiento de las redes, no se trata de nada que no sepamos y hayamos leído, escuchado o dialogado alguna vez. Por esto pensé que sería más interesante contaros mi propia experiencia en las redes. En este caso en concreto, sería con respecto a la red social Instagram, ya que es la que más peleas internas me ha generado (también Youtube, pero por razones diferentes que darían para para otro post).
Hace ya un tiempo que me planteé desligarme de las redes sociales.
Todo empezó un día en el que me imaginé a mí misma, hará un par de año, editando unas fotos, preguntándole a mis amigos cuál les gustaba más y esperando a que fuesen las 22.00 (hora a la que según mi razonamiento y experiencia se conectaban mis seguidores), para subir la foto elegida.
En ese momento ya no hacía tales cosas, pero sí invertía horas, en plural, visualizando historia tras historia, foto tras foto, y llenando mis momentos “vacíos” por contenido vacío.
En ese instante pensé que sería buena idea reducir el número de amigos virtuales a los que seguir, y eso hice, pero no fui especialmente radical. Al día siguiente pude ver como se redujo de forma importante el número de personas que me seguían, lo que me generó un sentimiento agridulce. Por un lado sentí ansiedad, volví a cuestionarme una vez más qué implicaba formar parte de una red social, y qué determinaba la importancia que tendrías dentro de ella. Por otro me sentí bien, por el mero hecho de parar a pensar en porqués, por haber sido capaz de “dejar de seguir” a personas ignorando lo que éstas pudieran pensar y porque al fin y al cabo, ya tenía menos personas a las que alimentar con contenido.
Aun así, seguía manteniendo una cierta regularidad para subir fotos, al menos una al mes, y el no hacerlo me generaba malestar, y sentimiento de soledad. No hacerlo significaría no formar parte de la sociedad, ser un fantasma dentro de internet, no formar parte de la comunidad. Por lo tanto, esta regularidad hacía que pudiese mantener ese sentimiento de formar parte de algo que se genera dentro de la red.
Todo esto aun habiendo comprobado con anterioridad qué pasaba si dejaba de seguir a las personas, puesto que sobreentendí que los que no hicieron igual, no lo hicieron, bien porque no se percataron de que había dejado de seguirlos, o bien porque seguía siguiéndolos y la relación estaba equilibrada.
No subía ya nada de mi vida rutinaria, simplemente aparecía al tiempo como un “hey, sigo viva” y volvía a desaparecer. Sin embargo, sí veía como mis amigos subían historias sobre lo que comíamos, a dónde íbamos, si cantábamos en el coche, me grababan a mí (supongo que para que se supiese que están con alguien), y no tardaban ni un segundo en sacar el móvil si empezaba a sonar una canción que les gustaba en la discoteca, cosas que no comprendía, me generaban ansiedad, y me hacía dejar de querer quedar o salir. Traté de dialogar sobre lo que me hacía sentir, y me daba la sensación de que me miraban con cara de estar loca, por lo que lo único que me generó fue más malestar, y sobre todo, sentimiento de incomprensión.
Con trabajo conseguí no subir más contenido, pero continuaba dejando correr los minutos viendo historia tras historia, y vídeos tras vídeos (desde luego el algoritmo está pensado a la perfección, pues casi no has procesado uno cuando ya se está reproduciendo el siguiente). Esto no conseguía otra cosa que hacerme perder tiempo y ganar ansiedad. Me sentía adicta a algo que no comprendía ni compartía, además de sentir que no hacía nada de valor en comparación con las personas que seguía, porque claro, todos hacían algo, y yo estaba en casa.
Todo este proceso, me ha acostumbrado a la necesidad de inmediatez, a la rapidez de contenido, a estar conmigo misma sin buscar la falsa compañía de las redes, y aunque a día de hoy llevo prácticamente un año sin subir absolutamente nada, sigo siendo incapaz de no entrar cada día y mucho menos de eliminar mi cuenta.
Por todo esto, aunque considero que he ido evolucionando, y consiguiendo las metas de forma progresiva, y siendo consciente de la razón por la que quería llevarme esos logros personales, sigo sintiendo adicción y necesidad, y mi próximo paso sería eliminar la cuenta. Si quiero aprovecharme del potencial que esta red social ofrece, crearé una nueva cuenta a la que no siga a nadie más que a mis cuatro amigos reales, y a las personas que suban contenido que me aporte información que me nutra y que no me sea indiferente, que tras visualizarla sienta interés y no ansiedad.
Por supuesto, si hiciera lo segundo, restringiría el tiempo que pudiese acceder a ella, con una herramienta que a mí me ha sido de ayuda (aunque muchas veces he hecho algo así como posponer la alarma con ella) y me gustaría compartir con vosotros, por si alguno se encontrase en la misma situación que yo (app: StayFocused).
Obviamente al tratarse de una síntesis, me he dejado planteamientos y otras reflexiones sobre todo lo que he experimentado con las redes en estos últimos dos años, pero espero haber podido reflejarlo de la forma más clara posible.
¿Qué opináis al respecto? ¿Cuál es vuestra experiencia personal con el uso de las redes sociales?
Un buen me gusta a todos.