No me presiones más

Natalia Priego
6 min readJan 21, 2023

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Siguiendo con el tema de la presión social, he estado pensando en qué cosas eran importantes para tratar de eliminarla. Esto me ha llevado a pensar en una persona con la que no me siento juzgada para ver qué tipo de conversaciones tengo con ella. A continuación os reproduzco una de ellas:

Yo: tía he decidido que no voy a presentarme a este examen.

Ella: ¿y eso?

Yo: porque no lo llevo bien, y para suspenderlo seguro, prefiero estos días centrarme en el siguiente.

Ella: pues tía no te presentes, así estudias para el siguiente con más tiempo, para eso está la extraordinaria.

Para empezar, dejar claro que no le estoy preguntando por su opinión, sino que le estoy informando de lo que voy a hacer. Puede parecer que lo que está haciendo mi amiga es darme la razón como a los tontos, pero no. Ella pregunta el por qué al principio, le interesa saber cuáles son mis razones para tomar esa decisión. Ella entiende la situación desde donde yo la veo (empatía) y me contesta desde la validación y aceptación. Aunque claro, esto está muy bien, pero cuándo tu amiga no haría lo mismo que tú, ¿que pasa? Ahí es precisamente de donde vienen muchas veces los juicios, os pongo el ejemplo de cómo ella me lo comunica:

Yo: he decidido que voy a trabajar todos los fines de semana.

Ella: ¿y eso? Cuéntame como ha sido eso.

Yo: me viene bien el dinero, es solo los findes, el resto de semana puedo estar a tope.

Ella: Ya, cuanto más tienes que hacer, mejor te organizas, eso es verdad. Y ¿cómo ha surgido?

Yo: me lo pasó tal amiga, y creo que puedo compatibilizarlo bien.

Ella: si ya has visto tú que puedes hacerlo y no te va a agobiar, perfecto. Pero piensa en cuándo descansarías.

Yo: ya, es lo que estoy pensando, lo tendría en cuenta todo y me organizaría lo mejor posible.

Ella: pues perfecto entonces.

Yo: ¿Tu qué harías?

Ella: si me preguntas lo que haría yo, está claro que no lo haría, soy una persona que se agobia mucho con tanta cosa, ya lo sabes. Pero es una decisión tuya, y si yo fuese tú, siendo como eres tú, que te sueles organizarte bastante bien… si puedes compatibilizarlo y tienes claro que la prioridad es la universidad ¿cuál es el problema?

Yo: no sé tia, yo creo que podré, además cogeré experiencia laboral. Puede que me agobie, no lo niego.

Ella: si te agobias, siempre puedes dejarlo.

Yo: ya…tengo que pensar en todo.

Ella: Pues piensa, sopésalo, mira si te merece la pena, organizalo y si es así, hazlo.

De nuevo, pregunta, pero no en modo interrogatorio para terminar juzgándote, sino desde el interés. No es lo mismo decirte “¿en serio vas a trabajar?” a “¿y cómo lo has decidido? Cuéntame”. Ejemplo de esto lo tenemos en David Saavedra, un ex-naxi que salió del movimiento gracias a una persona que sin conocerlo de nada, no le juzgó, le preguntó y se interesó. David explica que estaba acostumbrado a las reacciones histéricas de juicio y se alejó de todo ello, porque implicaba discusiones cargadas de incomprensión y rechazo. Sin embargo, este chico, quiso saber más sobre cómo pensaba, nunca le ridiculizó ni se espantó por sus ideales y le pedía hasta libros para entender el nacional-socialismo. Y todo ello lo hacía desde las preguntas y el interés, que fue lo que le permitió hablar con él con tranquilidad, sin estar a la defensiva que te posiciona un juicio y que por tanto, David se planteara la profundidad de sus argumentos (algo que nos recuerda al diálogo socrático). Volviendo a mi amiga, después me aconsejó sobre el descanso, un punto que es importante, pero cuando ya le digo que lo voy a tener en cuenta, no hay más que decir. Cuando alguien te está contando algo, es posible que sea para saber tu opinión o simplemente para buscar apoyo. En mi caso, en un principio busco apoyo, pero luego le pregunto cuál es su opinión, que haría ella, donde me contesta que efectivamente no lo haría, pero que somos dos personas distintas. Al final, entiende mi decisión y la respeta. Si te lo están contando no es para saber que harías tú con tu visión y tu vida (que no está mal que la des, para dar otro punto de vista, pero no desde la imposición), sino que harías tú en mi lugar, sabiendo cuál es mi situación, mis prioridades…ahí está para mí, la clave de un buen consejo, no juzgarme en base a cómo lo harías tú siendo tú, sino siendo yo.

A nivel individual, está claro que podemos cambiar el cómo nos comunicamos con los demás para no presionarlos a tomar x decisiones (mi amiga y el amigo de David son el ejemplo). Pero también está claro, como me decía alguna persona en comentarios del otro post, que nosotros también debemos gestionar esa presión si ocurre y que a veces no es tanto que te presionen sino que te sientas presionado. Cuántas veces no nos hemos sentido mal solo por ver que tu amiga iba más avanzada que tú en x asignatura, o porque tu amigo hace muchas cosas en el día, sin esa persona tener que decir nada. Esa pregunta que mi amiga, sé que hace desde el querer saber, otra persona puede hacer la misma o que ella misma la formule distinto y yo ya interpretar que la pregunta es juiciosa, y no lo hace con esa intención. Como vemos, es bastante complicado todo, no nos vamos a engañar. Y esto lo que ocurre a nivel más personal, pero ¿qué pasa a nivel de sociedad?

Hablaba con mi madre que cada vez se está reduciendo más la presión de que las mujeres seamos madres, y que por eso tenía la esperanza de que le juicio se pudiese reducir a nivel social también. Ya no se escuchan tan fácilmente (en nuestra generaciones me refiero) las preguntas descaradas de “y los niños para cuándo”. Pero mi madre, me dijo sin embargo, que a la mujer se le está presionando con otras cosas: estudiar, trabajar, educar emocionalmente a sus hijos, comer bien, estar delgada… Esto me llevó a pensar, ¿estamos reduciendo la presión o estamos cambiando los objetos de presión?

El filósofo Byung-Chul Han escribió La sociedad del cansancio, donde expresa como la sociedad del siglo XXI vive condenada a una larga carrera de obstáculos personales y sentimientos de inferioridad e insuficiencia. Es una competición por ver quien hace más y quien es más perfecto, de ahí que los niños de hoy en día sepan más inglés que tú y que yo con pocos años de edad. Para él, esto es la “sociedad de rendimiento”, donde viven los individuos que que pueden trabajar largas jornadas (fuera y dentro de casa) para cumplir con las autoexigencias que se imponen a sí mismos porque quieren buscar su realización o vivir para consumir. Es la sociedad en la que el momento de aburrimiento y reflexión escasean. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido mal o simplemente raros de no estar haciendo nada? El filósofo también culpa de esto al movimiento “pensamiento positivo” porque exige y culpabiliza cuando no haces lo que, se ha demostrado, es bueno para ti. El yes, we can hace que las personas estén haciendo todo el día cosas porque pueden con todo. Y al final del día, el reproche de no haber hecho mejor las cosas, la frustración de no haber cumplido con mi lista to do, es la presión que se siente de tener la obligación de estar sano, estar bello, ser competente en el trabajo… Vemos vídeos y leemos libros sobre cómo tener un día productivo, evitar procrastinar…y además nos bombardean estas vidas perfectas a través de las redes. Y esto está muy relacionado con por qué nos sentimos presionados porque alguien esté haciendo algo más que nosotros, nadie nos está presionando en este caso, somos nosotros mismos con nuestra autoexigencias que se nos han trasladado desde una sociedad hiperproductiva.

La presión viene de todos lados y de todas las formas, y después de este análisis de todo ello, lo que se puede realizar es a nivel personal y con el trato hacia los demás. Entender todas las situaciones y saber que no se puede llegar a todo es crucial, porque si llegásemos a todo, el coste sería enorme, y nuestra salud mental se vería afectada. Porque en realidad, ¿lo importante es llegar a todo o es llegar bien?

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Os dejo la parte de la entrevista de David Saavedra en Jordi Wild Project donde habla de cómo a través de no sentirse presionado, pudo comenzar a dudar de sus pensamientos.

Referencias

Quintero, G. (2017). La sociedad del cansancio. Culturales, (2), 321–328.

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