No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas

La primera vez que escuché la canción “Ay mamá” de Rigoberta Bandini, me emocioné y desde entonces la tengo en bucle. Esta canción, que es un himno hacia las madres y la feminidad, verbaliza una pregunta que me he estado haciendo durante mucho tiempo: ¿por qué dan tanto miedo nuestras tetas?

Cuando era pequeña y mis padres me llevaban a la piscina, recuerdo que me encantaba nadar solo con las braguitas del bañador y no llevar nada en la parte de arriba, pero cuando veía que la mayoría de las niñas no lo hacían, comencé a sentir vergüenza y a pedirle a mi madre que me comprara también la parte de arriba del bañador. Cuando tenía unos 12 años comencé a llevar sujetador y aunque aún no lo necesitaba, algunos niños de mi clase se reían de mí porque a veces se me notaban los pezones. Unos años más tarde, cuando empecé a salir con mis amigos, le pedí a mi madre que me pusiera un botón en el escote de un vestido que me acababa de comprar, porque me daba miedo que se me vieran las tetas y además, no me gustaba cómo los chicos me miraban cuando llevaba escote. Todas estas cosas me llevaron a entender lo tremendamente sexualizados que están los pechos femeninos.

A causa de esto, durante siglos, los pechos femeninos han sido sujetados, amarrados, apretados, censurados, vendados, encorsetados, estigmatizados y un largo etcétera, pero lo más curioso de todo es que ni siquiera son órganos sexuales. Algo que debería ser totalmente normal y natural se ha desnaturalizado hasta el punto en el que amamantar en público ha sido objeto de debate hasta hace relativamente poco. Hay muchas mujeres que se sienten más cómodas llevando sujetador, pero hay otras que prefieren no llevarlo y, aunque cada vez esté más normalizado, aún sigue causando revuelo poder apreciar la forma natural de unas tetas que muy pocas veces se corresponde con la imagen idealizada que muchos hombres tienen de estas y que procede, en gran parte, de la pornografía (no esperéis ver otra cosa que no sea pornografía si buscáis la palabra tetas en Google).

La realidad es que las tetas son diversas, al igual que el resto del cuerpo: pueden ser grandes, pequeñas, más o menos caídas, asimétricas, más redondeadas, más alargadas, con pezones de distinto tamaño, color y forma, con pelo… También hay mujeres que solo tienen una, mujeres que no tienen ninguna y hombres que sí que las tienen. Todo este tema de la sexualización de los senos femeninos ha llegado a extremos tan ridículos, que es prácticamente imposible engañar al algoritmo de censura de Instagram para poder mostrar unos pezones de mujer, pero cuando se trata de pezones masculinos no hay ningún problema.

Volvemos a la pregunta de antes, ¿por qué dan tanto miedo nuestras tetas? ¿Por qué causan tanto revuelo? ¿Por qué más que deseo, a veces parece que despiertan morbo? ¿A quién pertenecen nuestros pechos? ¿Al hombre o a las instituciones políticas y religiosas? ¿A los medios? ¿A la publicidad? ¿A la pornografía? La respuesta está clara: nos pertenecen a nosotras. A lo largo de la historia, el sistema patriarcal nos ha privado de decidir sobre nuestros cuerpos y ha distorsionado por completo la imagen de los pechos. Los pezones femeninos han permanecido en muchas ocasiones “en secreto” y se ha preservado el ideal de unos pechos redondeados, poco o nada caídos y sin pelo, como si no se nos permitiera crecer y envejecer. Es muy frecuente ver pechos femeninos desnudos en los medios pero, ¿cuántas veces hemos observado los pechos de una mujer de mayor edad?

Aún queda un largo camino por recorrer para que la deshumanización de los pechos logre disiparse por completo, pero lo importante ahora mismo es tener clara la certeza de que son nuestras tetas y decidimos sobre ellas.

No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas, sin ellas no habría humanidad ni habría belleza…

Bibliografía

Rigoberta Bandini (2021). Ay mamá.

SelfieTeta project (@selfietetaproject).

Yalom, Marilyn (1997). A History of the Breast. Tusquets Editores.

--

--