¿Para qué y cuándo escuchamos música? Parte II: Autorregulación.

Diego Alaminos
Psicología del Lenguaje — ugr
5 min readDec 5, 2019

La música me ayuda”, contaba Lucy, una mujer inglesa de 51 años. “‘Puede inspirarte’, ‘traer entendimiento’, ‘elevarte a otro plano’”. A través de sus propias experiencias, Lucy expresa lo que casi todas las entrevistadas por Tia DeNora durante sus conversaciones con mujeres británicas y estadounidenses expresaron en una u otra forma — “la música tiene poderes transformadores, ‘hace’ cosas, ‘cambia’ cosas, ‘hace que las cosas sucedan’”.

Y con esta confesión comienza este post en el que seguiremos hablando del papel de la música en la percepción interpersonal, pero centrándonos de nuevo en el carácter cotidiano y diario que poseen estas composiciones artísticas dentro de la vida de las personas.

Retomando los estudios de DeNora, casi todas estas mujeres fueron explícitas sobre el papel de la música como un dispositivo de orden a nivel personal, como un medio para crear, mejorar, sostener y cambiar.

La mayor parte del tiempo escucho música cuando estoy tratando de relajarme. A veces me pongo a escuchar unas cuantas pistas para despertarme, música tranquila, y luego me pongo a hacer otras cosas. Y entonces, a veces, si realmente estoy nerviosa y aparece una canción movidita, directamente pienso “no quiero escuchar eso”, suena demasiado caótico para mí ahora mismo, por lo que tengo que ponerme algo lento”. Casi todas las personas con las que habla la investigadora, a pesar de diferencias en los niveles de formación musical, mostraron una conciencia considerable sobre la música que ellas ‘necesitaban’ escuchar en diferentes situaciones y momentos. A menudo funcionaban — como se decía en el post anterior — como disk jockeys para sí mismos, de forma que se intenta movilizar la música para llegar a mejorar y alterar su estado de ánimo o como hemos visto, acabar con la música que están escuchando para evitar la intensificación de la emoción presente y preferir oir otro tipo de piezas que permita a la persona adaptarse mejor a la situación actual.

Me parece que tengo que tener cuidado con la música en un tono menor, a veces. Recuerdo una vez cuando murió mi madre, y puse algo de música que me hizo llorar — no es que estuviera asociado con ella, pero era en un tono menor y mi marido dijo, ‘Dios, deberías evitar música así por un tiempo’, y tenía razón porque cualquier cosa triste me bajaba bastante el ánimo. En ese momento ya no era capaz de soportar más tristeza.

Como vemos, los encuestados también tenían un alto nivel de conocimiento de las sinfonías musicales que, en su búsqueda de la autorregulación, tendían a evitar (casi como evitar ciertos alimentos). Vemos aquí cómo la música también se utiliza como parte del “cuidado de uno mismo” y salir de aquellos estados que no son realmente reforzantes o saludables (por ejemplo, el estrés, la fatiga o la tristeza). Esto está ligado a lo que se conoce como “Musicoterapia”, es decir, el uso de la música y/o sus elementos para facilitar y promover la comunicación, las relaciones, el aprendizaje, el movimiento, la expresión, la organización y otros objetivos terapéuticos relevantes, para así satisfacer las necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas de un paciente. Como decía Bruscia:

“Para el cliente, la terapia es un proceso de cambio gradual hacia un estado deseado; para el terapeuta, es una secuencia sistemática de intervenciones dirigidas a lograr cambios específicos en el cliente.”

De igual manera, casi todas las entrevistadas enfatizaron en el uso de la música para “ponerse de humor”, “ponerse en marcha”, generalmente para facilitar la tomar de iniciativa para realizar las tareas de la casa, para prepararse mental y físicamente para cualquier evento social o situación importante o para acompañarlas mientras se arreglaban, duchaban o iban conduciendo. Básicamente, para poder tener el estado de ánimo, la emoción o la energía adecuada para llevar a cabo las tareas que estaban realizando o tenían que realizar.

Por el contrario, la música también podía ser utilizada para salir de los estados de ánimo malos o negativos, desestresarse, relajarse o como un proceso de “ventilación”, tal y como aquí confiesan:

Si tengo un enfado terrible, voy a mi habitación, cierro la puerta y pongo mi música. Cuando subo el volumen de la música muy alto, llena mi habitación, es como si no pudiera oír nada fuera de mi casa”. Este proceso puede ser quizá un acto paralelo al de golpear a un objeto o a alguna persona porque realmente hace sentir cómo el enfado se va esfumando poco a poco de forma que la música proporciona un simulacro para un impulso conductual. La entrevistada hace una articulación entre un curso de acción alternativo (‘golpeando una almohada’), sus sentimientos (‘enojada’) y un conjunto de materiales musicales.

Un ejemplo de ello puede ser la música anti-establecimiento o la canción protesta. En lugar de ir y golpear a alguien o hacer algo que podría tener consecuencias mucho más negativas, la música proporciona una forma de proyectar nuestros miedos, rabias o enfados desde el reino físico (‘golpear a alguien o hacer algo como patear la puerta’, ‘golpear una almohada’) hacia lo ‘imaginado’, desde somos capaces de expresarnos y proyectar de una manera simbólica nuestra ira, odio o descontento.

Una de las entrevistadas describe cómo, viviendo con los padres de su novio durante las vacaciones de verano en la universidad, esta chica usaba la canción “Esperamos que te ahogues” de Radiohead a todo volumen como una forma de disipar su ira contra sus suegros y también como una especie de mensaje simbólico dirigido para ellos.

Como podemos ver, las personas utilizamos la música como herramienta para ponernos en marcha, para sentir lo que queremos o necesitamos sentir, para dejar fluir nuestras más intensas emociones o, por lo contrario, dejamos de escucharla para intentar disminuir la intensidad de lo que sentimos actualmente. Todo ello, demuestra cómo todos nosotros utilizamos la música como herramienta para autorregularnos y como facilitador para alcanzar los objetivos de nuestra vida diaria. En lo siguientes posts seguiremos hablando del papel de la música en nuestras vidas, ahora como facilitador de la concentración, como marcador de nuestra identidad o como forma de transportarnos al pasado. Igualmente, nos encantaría que siguiérais contándonos vuestras propias experiencias con un arte tan maravilloso como es la música.

Referencias:

  • Bruscia, K. (1999) Modelos de improvisación en musicoterapia. Editorial AgrupArtey autor.
  • DeNora, T. (1999) ‘Music as a Technology of Self’, Poetics 27: 31–56.
  • DeNora, T. (2000) Music in Everyday Life. Cambridge: Cambridge University Press.

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