¿Por qué nos ofendemos?

Unos años atrás recordamos ver en televisión programas humorísticos donde la gracia consistía en insultar o hacer chistes sobre poblaciones discriminadas. Todo giraba en torno a los chistes fáciles machistas, homófobos, racistas y sobre personas con diversidad funcional o neurodivergentes.

Actualmente esto no ha sufrido mucho cambio, pero vemos como cada vez más estos colectivos nos alzamos en contra del humor fácil, sobre todo el humor producido por “hombres cisgénero, heterosexuales, blancos, no discapacitados, etc.”

A la vez, ha surgido una ola de protestas en contra de estas protestas: gente que se ofende porque los colectivos nos ofendemos. Por más que esto suene como un trabalenguas, es una realidad.

Encontramos miles de ejemplos sobre estos insultos en conversaciones por internet y en los comentarios de los vídeos de YouTube. Vamos a adjuntar unas capturas de pantalla (AC: transfobia, machismo y racismo)

Capturas en un video sobre las mujeres trans y su participación en el deporte femenino.
Comentario en un video relativo al movimiento “Proud Boys”, de corriente ideológica de extrema derecha.
Comentario en un monólogo con título “las mujeres nos manipulan” de Goyo Jiménez

Reflexionando sobre el tema hemos llegado a la pregunta, ¿por qué nos ofendemos? Parece que en el mundo de la ofensa no existe mucha lógica, volvamos al ejemplo anterior, es un poco hipócrita el ofenderte porque la gente se ofende.

Además, todo el mundo ha vivido esa situación en la que une amigue te dice una palabra “zorra / maricón” que te hace reír, pero fuera de ese contexto probablemente empezarías a preparar las antorchas y a afilar el tridente para empezar una persecución de película.

Según la RAE, insulto es “ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones”, y según Brown y Levinson (1987) son “actos amenazadores de la imagen positiva de los interlocutores”

Nuestra definición inicial de insulto concuerda totalmente con las mencionadas, pero debemos añadir varias especificaciones o ciertas variables que pueden interaccionar con las palabras relacionadas con los “insultos”:

  • Tono del emisor.
  • Lenguaje no verbal (expresión facial) del emisor.
  • Confianza entre las personas que participan (relación entre personas).
  • El lugar físico donde tenga el intercambio de palabras.
  • Estado anímico de la persona que recibe y del que emite la palabra.
  • Ideología política de ambos.
  • Intención del hablante.
  • Vulnerabilidad de la persona que recibe la palabra.

No es lo mismo un contexto de: una entrevista de trabajo, una tutoría con un profesor, tomando un café con amigos, en una consulta psicológica, en una situación de “ligoteo”, realizando un trabajo grupal con compañeros de clase, charlando tranquilamente con una amistad, andando por la calle, hablando con padres o familiares, interactuando con personas ancianas…

En un terreno más personal, vamos a explicar experiencias propias y a analizar las variables que hemos mencionado antes, para intentar entender porqué el sentirse ofendido, además de la propia dureza de la persona, depende en gran medida del contexto.

Uno de los ejemplos es la palabra zorra. En un caso una amiga me ve cuando estamos a punto de salir de fiesta, yo voy arreglada, vamos a ir a un bar a beber y bailar. Cuando me ve me dice “que pintas de zorra” y me guiña un ojo. Mi reacción es buena, no me ofendo, en cambio le respondo de forma agradecida, probablemente. Pero si por otro lado yo estoy en un pub y un desconocido me dice “que pintas de zorra”, lo más probable es que su comentario me ofenda y, tal vez, pueda reaccionar de manera agresiva.

Vamos a analizar las dos situaciones desde el punto de vista metafórico. En ambos el dominio fuente es idéntico, hacen referencia a mi físico y lo comparan con un animal. Respecto al dominio meta de la expresión pintas de zorra, no difieren en ambos casos y parten de lo mismo: aludir a cómo voy vestida. Además querrán referirse a que estoy mostrando más piel o que me veo “provocativa”, sin embargo, mientras mi amiga intenta piropearme, usando esta visión “provocativa” para insinuar que estoy guapa, tal vez “irresistible”, el chico del pub quiere decir que parezco vulgar o que me visto así específicamente para atraer atención.

A pesar de que la palabra “zorra” haya sido un insulto durante mucho tiempo, actualmente hay contextos donde su significado metafórico cambia. Porque a pesar de que en el acto locutivo el mensaje en sí no varía, las implicaturas si lo hacen: mi amiga quiere halagarme y el chico quiere ofenderme.

Esta intención que tiene cada uno va acompañada de un contexto diferente. Partiendo del tono, uno es cariñoso y el otro es agresivo. Lo más importante es la confianza que tengo con cada uno, ya que en el primer caso es elevada y en el segundo es nula.

Ahora vamos a analizar otra situación desde el punto de vista de nuestra teoría y la teoría de los marcos relacionales.

Si fuese andando por la calle y alguien me gritase “maricón” reaccionaría probablemente con miedo o enfado, porque aunque no pienso que lo que significa esa palabra sea un insulto ni es algo que me defina, si soy consciente de que desde la perspectiva de los agresores lo es y además puede ir seguida de una agresión física, mientras que si estoy con mis amigues y me dicen la misma palabra seguiríamos con la conversación como si nada.

Analizando las variables de las dos situaciones encontraríamos por qué a pesar de que se utiliza la misma palabra, el contexto es lo que genera la imagen-esquema de la que depende mi reacción.

En la primera situación el tono de los emisores sería agresivo mientras que en la segunda sería afectivo. La expresión facial de asco pasaría a ser una expresión de humor. No tengo confianza con los desconocidos pero sí una grande con mis colegas. El estado de ánimo del agresor sería agresivo en contraposición al ambiente de risas. La ideología sería de derechas o extremista contra una ideología más de izquierdas. Y por último, los primeros tienen la intención de hacer daño con esa palabra mientras que en los segundos es una expresión neutra o cariñosa, como si me dijesen “tío”.

Volviendo al tema inicial sobre los monólogos humorísticos, hemos encontrado a alguien que le puede dar la vuelta a la tortilla y que jamás se podría haber pensado que sería emitido por televisión. Nos referimos a “Bob Pop”.

En uno de sus monólogos, “A leftish ofender”, va ataviado con un pin de una mirilla de francotirador, una metáfora de que es un blanco fácil para el humor clásico, al ser gay y de izquierdas.

Explica que hay personas que buscan ofenderse para poder legitimar una conducta llena de odio y agresividad, y si en respuesta reciben ataques se sienten bien consigo mismos, sienten que están haciendo bien las cosas, pero vuelven a una especie de ciclo “ofensa-ofendido-ofensa”.

Esto hace que se ponga el punto de mira en la gente que se ofende como perdedores, en vez de intentar empatizar y buscar las razones, que por desgracia sobran, del porqué los colectivos discriminados nos ofendemos.

En otro de sus monólogos, “Insultar bien”, habla de un cambio de opinión: antes una expresión le parecía un insulto divertido, pero su perspectiva se transformó al leer un libro que trataba de una vivencia relacionada y para él perdió la gracia.

Esto es una representación de cómo nuestra experiencia, conocimientos e ideología afectan a lo que consideramos ofensivo o divertido, y modifican nuestra forma de asimilar una palabra o insulto. Porque aunque sea un insulto o un chiste, es importante conocer lo que hay detrás de esas historias.

Revisando la situación actual, vemos mucho el caso de un grupo mayoritario que, debido a que se les pide que lleven una conducta acorde a los derechos de un grupo minoritario, se ofenden porque “ellos no tienen porque hacer algo tan difícil”, es decir, son un gran grupo de “ofendidos”, que realmente son ofensores a quienes se les intenta penalizar por estas ofensas que realizan.

Una de nuestras conclusiones es que las palabras, al menos en el caso de los insultos, ya sean mediante metáforas o adjetivos, no tienen fuerza per se para ofender, sino que es el contexto el que otorga esa capacidad de ofensa: el insulto no es la palabra, sino ésta en un contexto determinado y por una intención comunicativa especial de ambos “insultante” e “insultado”.

También queríamos compartir que en una primera búsqueda no hemos encontrado estudios neuropsicológicos al respecto de los insultos. Sería muy interesante saber cómo reaccionamos a nivel cerebral ante una ofensa. Seguiremos buscando.

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Autores:

Bibliografía:

Martínez Lara, José Alejandro. (2009). Los insultos y palabras tabúes en las interacciones juveniles. Un estudio sociopragmático funcional. Boletin de Linguistica, 21(31), 059–085.

Brown, Penelope y Stephen, Levinson. 1987. Politeness. Some universals in language usage. Cambridge: Cambridge University Press.

Real Academia Española. (s.f.). Insultar. En Diccionario de la lengua española. Recuperado de: https://www.rae.es/drae2001/insultar

Canal Late Motiv en Movistar +. (16 de noviembre de 2018) LATE MOTIV — Bob Pop. “A leftish ofender” | #LateMotiv461. [Archivo de Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=ug4fTZ3GoOU

Canal Late Motiv en Movistar +. (30 de octubre de 2018) LATE MOTIV — Bob Pop. “Insultar bien”| #LateMotiv451. [Archivo de Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=9uCpHbQ_Fwc

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