¿Por qué nuestros “amigos” dejan de ser nuestros amigos sin “motivos”?

El lenguaje como fuente de refuerzos

Al principio son solo unos días, y lo que son días empiezan a contabilizarse por meses y años en los que no sabes nada de esa persona. Me refiero a esa persona a la que, hasta hace no mucho, dedicabas una enorme cantidad de tiempo al día hablando sobre tus intimidades más recónditas, tus secretos más descabellados y vergonzosos, o simplemente sobre tu día a día paseando a tu mascota.

No hubo ningún conflicto entre vosotros, no hubo un intercambio de ideas contrarias donde el orgullo o el ego actuaran como protagonistas. Aparentemente, no hubo ninguna causa que provocara vuestro distanciamiento. Sin embargo, ¿realmente no hubo ningún motivo que propiciara vuestro distanciamiento? ¿Podemos simplificarlo al mero paso del tiempo o tenemos que tener en cuenta otro tipo de factores que se escapan de nuestro control?

1) No siempre podemos decidir ser o no ser amigos de nuestros amigos

Intentaré ser lo más directo posible, todas nuestras conductas cumplen una función en interacción con nuestro ambiente. Es decir, siempre que actuamos lo hacemos con una finalidad, para obtener o para evitar algo. ¿Creéis que podemos comportarnos de determinada manera porque “queremos” o quizás son las consecuencias de nuestros actos las que “controlan” nuestras conductas?

Que una persona consuma habitualmente una determinada droga, o que apueste enormes cantidades de dinero que no se puede permitir perder, no depende de ella en la mayoría de casos. Muchas conductas se contagian, son imitadas de algún modelo. Creemos que podemos controlar qué hacer en cada momento, cuando a menudo no es así (algo que volveré a reiterar más adelante).

Podemos afirmar entonces, que no elegimos a nuestros amigos por voluntad propia, o al menos en la mayoría de ocasiones; sino que las condiciones de nuestro ambiente son las que determinan que mi mejor amigo sea Manolito y no Paquito, que vive una calle más abajo. Yo no tuve la oportunidad de decidir que Manolito tuviera que sentarse a mi lado durante 4 años en clase y que gracias a eso pudiera darme cuenta de que era un tío guay; aunque posiblemente, si hubiera estado Paquito en su lugar, también me habría dado cuenta de que es un tío más guay aún, sin reparar en lo que me estaría perdiendo por no conocer mejor a Manolito.

2) La pérdida de amigos

Hemos dejado claro que no podemos elegir quien es o no es nuestro amigo en la gran mayoría de ocasiones, puesto que son las condiciones del ambiente en el que socializamos , y no nosotros mismos, las que determinan nuestros lazos de amistad. Ahora toca explicar por qué ese amigo deja de comportarse como tal sin que haya un motivo o conflicto claro que haya generado el distanciamiento.

Las palabras pierden valor (dejan de ser “reforzantes”) a medida que tu amigo deja de estimularte. Es decir, si normalmente practicabas una determinada actividad con tu amigo, como salir de fiesta, a medida que dejáis de practicar dicha actividad juntos, las palabras que han sido vinculadas (“me encanta salir contigo”, “nos lo estamos pasando bomba”, “te quiero hermano”) con las conductas asociadas a la emoción que comúnmente denominamos “amor” (dedicar atención, manifestar preocupación, celebrar sus éxitos) pierden la capacidad para estimularte y atraerte, por lo que pierden “importancia”.

A veces, ni siquiera necesitamos dejar de salir de fiesta o de realizar cualquier actividad concreta con nuestro amigo para dejar de darle importancia a sus palabras asociadas con el contenido emocional, sino que basta con la mera repetición de la misma conducta sin estar acompañada de sus consecuencias positivas. Es decir, salir de fiesta sin que tu amigo te preste atención, sin que manifieste gestos de agradecimiento y cariño. Sin que manifieste las conductas que te estimulan y hacen que le tengas tanto aprecio a tu amigo, a tu fuente de de refuerzo y estimulación positiva.

El punto de inflexión viene cuando casi nadie se queda viendo como la vida pasa ante sus ojos. Es decir, si tu amigo deja de estimularte, buscas esos reforzadores en otras personas o fuentes de refuerzo, comienzas a gastar el tiempo que dispones al día para las redes sociales en otras personas que te proporcionan el acceso a esas actividades, y por tanto, a esos estímulos agradables.

Es por ello que muchas veces no sabes por qué dejaste de juntarte con aquel amigo de la adolescencia si nunca tuviste ningún conflicto con él, aunque luego recuerdas que en aquella época conociste a María y Marta y comenzaste a salir con ella mientras dejabas de verte con tu antiguo amigo.

¿Crees que las personas reflexionan constantemente sobre quién aporta más o menos en nuestra vida como amigo (fuente de estimulación y refuerzo) o directamente ocurre que en algunas ocasiones comenzamos a interaccionar y pasar más tiempo con las personas que realmente nos refuerzan mejor en ese momento? ¿Depende entonces de nosotros elegir quién nos estimula más o menos? Es decir, ¿depende de nosotros elegir a nuestros amigos?

Creemos que elegimos y controlamos nuestra vida, cuando a menudo no es así.

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