¿QUÉ PASA CON LAS VILLANAS?
En este primer Post, Ángela Jimenez de la Hoz, Mónica Biedma Núñez, Laura Vilchez Rodríguez, Irene Ruiz Sánchez y yo creemos que el problema que hay con los personajes femeninos, tanto en series como en películas, viene de bastante lejos. En general, percibimos que los personajes femeninos, a lo largo de la historia, se han mantenido muy de molde y en serie, con unas características muy similares y unos roles definidos y claros (ser la acompañante del protagonista, o bien, la razón por la que el protagonista hace todo lo que hace, la víctima, la que tiene que ser salvada, el objeto sexual, la malvada amargada, “la loca”, etc…)
Poco a poco están llegando al cine personajes femeninos mejor construidos, ofreciéndonos un contexto que nos explique sus acciones y sus comportamientos. Atribuimos esto al aumento de mujeres directoras en la industria.
Con una buena historia individual y un perfil que nos permite tanto identificarnos, como querer identificarnos. Al fin y al cabo, cuando vemos series y películas lo que buscamos es introducirnos en ese universo único que gira entorno al personaje, y olvidarnos un poco de nosotros mismos, lo suficiente como para ser capaces de evadirnos de nuestro entorno e introducirnos en la trama. Queremos entrar en un universo paralelo en el que podamos identificarnos con una mujer hermosa, inteligente y poderosa. Con alguien a quien admirar.
Aunque las mejoras en estos personajes se están notando, aún queda un largo camino. Cuando la mujer es fuerte, entonces es seria y masculina.
Cuando la mujer es inteligente, suele equilibrar la balanza mostrando una pésima gestión emocional.
Cuando es responsable, entonces hace el papel de cuidadora de los protagonistas.
Cuando la mujer vive su sexualidad, casi nunca es de forma libre y empoderada; casi siempre el personaje está cosificado e hipersexualizado para el espectador masculino.
Cuando tiene sentido del humor, entonces está atolondrada o se siente insegura consigo misma.
Si es completa, entonces probablemente haya tenido o tenga un guía masculino que le ha enseñado todo, lo tire todo por la borda por amor, o haya sufrido algún trauma irreparable que le ha llevado hasta ese punto.
Se entiende pues que los roles y las características de los personajes femeninos andan siempre en una misma dirección. Estos estereotipos resaltan sobre todo en los personajes que pese a no ser los protagonistas, se llevan gran parte del esfuerzo creativo de la obra, los villanos. Toda película necesita un malo o una mala, si no, el protagonista en sí no tiene sentido. Encontramos grandes villanos en el cine, villanos que te intimidan, que son igual o más listos que el personaje principal, que dan guerra, que tienen una historia que nos hace no tener tan claro nuestro odio hacia ellos, o amarlos, pero… ¿Ocurre lo mismo con las villanas?
Las villanas constituyen el mayor fracaso en la creación de personajes femeninos. Villanas que son malas porque son malas y punto, villanas hipersexualizadas y cosificadas de una forma tan incoherente (un corsé y un tutú no parece la mejor equipación para ir a un tiroteo), villanas que se mueven motivadas por dependencia amorosa, villanas que se centran en atacar a otras mujeres o que simplemente están locas o amargadas. No, no nos gustan esas villanas, queremos ver en ellas, esas características que vemos en los grandes villanos del cine.