¿Qué tienen en común el TID y el Mindfulness?
Para responder a esta pregunta, debemos saber cuáles son las características de estos pacientes. En el trastorno de identidad disociativo está afectado el comportamiento de la persona en cuanto a que, tras un suceso traumático (según algunas hipótesis como nos cuentan García y Arauz, 2016) y como mecanismo de defensa e la mente, se desarrollan dos o más personalidades diferentes, que toman el control en ciertos momentos de su vida. Estas personalidades (también llamadas alter) pueden tener recuerdos, ideas, intereses, orientación sexual e incluso género y nacionalidad diferentes entre sí.
La persona que padece este trastorno (aunque en ocasiones no lo identifica como tal, sino como una condición que lleva consigo) también puede no ser consciente del resto de personalidades que van con ella, ya que la interacción entre estas se ve obstaculizada por episodios de amnesia; incluso podría pasar que algunas personalidades se conozcan entre sí y otras no (García y Arauz, 2016). Es como si la personalidad “María” viera a modo de película las acciones de la personalidad “José”, pero la personalidad “Andrés” no supiera de la existencia de otros alter a la vez que él, ni siquiera se lo replantea. Sólo vive.
De esto se trata, de desarrollar un nuevo alter con nosotros, sin necesidad de vivir un acontecimiento traumático.
Tal y como nos cuenta la lectura sobre Mindfulness y psicología clínica (Mañas), este alter que observa, que ve nuestras acciones a modo de película, como si fuéramos otra personalidad, seguimos siendo nosotros mismos, sólo tenemos que desarrollarlo.
El mindfulness intenta enseñarnos, entrenarnos en poder cambiar de alter con facilidad, de manera que esta nueva personalidad, este nuevo yo (yo contexto, como lo definen algunos analistas de conducta) se contraponga al yo contenido, al genio maligno, nafs como lo llaman los sufíes, o mitote como lo llaman los maestros espirituales de los toltecas; todo ello con el mismo objetivo: identificar a la mente (y por consecuencia, a nuestros pensamientos) como un enemigo para el cuerpo, contra el que tenemos que combatir. Esta lucha ya está inventada, la propia mente desarrolla el mecanismo de defensa más natural cuando se trata de un suceso traumático; ahora tenemos que saber aplicarlo con nuestros propios mecanismos: entrenándolos a través del Mindfulness; de manera que, independientemente de si se trata de situaciones apetitivas o aversivas, no huyamos ni evitemos, porque somos el otro alter, aquel que sólo observa pero no actúa; por lo tanto vive en el presente y en lo que está pasando aquí y ahora.