Quiero creerte.
Algunos de nosotros nos definimos como desconfiados, otros diríamos que somos ilusos y, sin embargo, otros pensarían de nosotros lo contrario. Puede que incluso os hayan dicho, como a mí, que por ser estudiante de psicología, conozco los métodos más infalibles para detectar mentiras. Lenguaje corporal, lenguaje verbal, claves conductuales, contextuales…
Pero, ¿cuál es la realidad? Antes de meternos de lleno en el tema, me gustaría que paraseis la lectura aquí y pensaseis acerca de vosotros mismos y vuestra capacidad de saber cuándo os la están “colando”. ¿Dirías que eres efectivo pillando mentiras? ¿Te consideras astuto? ¿Desconfiado? O, por el contrario, ¿crees que confías demasiado en lo que te dicen?
¿Lo has pensado? ¿Lo tienes? Pues allá vamos.
Gilbert et al., (1990) desarrollaron la llamada Teoría Spinoziana de la Mente. Según estos autores, no podemos evitar creer que lo que se nos dice es verdad con más frecuencia de la que realmente lo es. Para ellos, comprender una información supone, en la mayoría de ocasiones, creerla y asumirla como cierta. Se confunden los términos comprender con creer y, al tratarse de un sistema automático, reetiquetar la información y catalogarla como falsa supone un gran esfuerzo que requiere de ciertas herramientas que no todo el mundo tiene o, al menos, no todas las personas tienen tan desarrolladas.
En relación a esto, algunos investigadores apuntaron hace ya varios años a la existencia del llamado “sesgo de verdad” (Bond y DePaulo, 2006), aquel que provoca que los humanos tendamos a creer que se nos dice la verdad cuando, en muchas ocasiones, no es así.
A raíz de todo esto, surge que hablemos del deseo por que no “nos tomen por tontos” y por querer detectar las mentiras que nos cuentan. Es entonces cuando surge la teoría de la que vengo a hablar en este post: La Teoría del Detector de Mentiras Adaptativo (reconocida con las siglas ALIED, por su nombre en inglés) descrita por Street (2015). Esta teoría viene a contraponer todo lo que se ha mencionado en los párrafos anteriores. Según ésta, las personas sí tenemos cierto control sobre el sesgo, de hecho, para dictar si creer o no lo que nos cuentan, realizamos una serie de inferencias bien formadas, de manera que, si tenemos pistas que nos indiquen que estamos enfrentándonos a un engaño, podremos detectarlo. Por el contrario, si carecemos de tal información, procederemos a hacer un “juicio informado” que dependerá de nuestra comprensión de la situación. Así, el sesgo sería el resultado de tal juicio.
En la siguiente imagen puede observarse de una forma más clara que el uso de la información contextual dependerá de lo fiable que consideremos que es la actitud del que trata (o no) de engañarnos:
Sin embargo, quiero plantearos algo: ¿Realmente, cuando nos enfentamos a estas situaciones, hay claves tan exactas y precisas que nos ayuden a determinar si algo es cierto o no con tanta contundencia?
Muchas veces, yo misma me he encontrado en una situación de confusión por las mismas claves, que apuntaban a un lugar y a otro. Así que, queriendo investigar sobre esto, encontré que Gilbert y colaboradores (1990) postularon que la incertidumbre ejecuta un papel clave en la manifestación del sesgo de verdad. Sin embargo, otras investigaciones encontraron que el sesgo aparecía únicamente cuando se forzaba a los participantes a emitir una respuesta. Si se les daba la opción de decir que no estaban seguros, la influencia del sesgo era considerablemente menor (Street y Kingstone, 2016). Por tanto, el sesgo de verdad aparece cuando no estamos seguros, pero nos vemos obligados a tomar una decisión.
¿Qué pensáis vosotros? ¿Creéis que ante una situación de incertidumbre somos más propensos a creer lo que nos cuentan? ¿Puede que esto se vea influenciado por, como dijimos antes, el esfuerzo que supone tachar algo como mentira?
En lo personal, creo que cuando estamos ante una situación donde no conseguimos aclarar las diferentes claves que tenemos y no sacamos nada en claro, pueden ocurrir dos cosas: Que el sesgo de verdad haga aparición y nos creamos lo que nos cuentan (seguramente porque es mucho más fácil que buscar justificaciones acerca de por qué es mentira), o que hagamos balance de las pistas que tenemos y nos dejemos llevar por lo que tiene más apoyo. Pero, como digo, esto es una mera reflexión personal. ¿Cuál es la vuestra?
¡Me encantará leer vuestras opiniones y experiencias en los comentarios!
REFERENCIAS:
Bond, C. F., y DePaulo, B. M. (2006). Accuracy of deception judgments. Personality and Social Psychology Review, 10, 214–234.
Gilbert, D. T., Krull, D. S., y Malone, P. S. (1990). Unbelieving the unbelievable: Some problems in the rejection of false information. Journal of Personality and Social Psychology, 59, 601–613.
Street, C. N. H., y Kingstone, A. (2016). Aligning Spinoza with Descartes: An informed Cartesian account of the truth bias.
Street, C. N. H. (2015). ALIED: Humans as adaptive lie detectors. Journal of Applied Research in Memory and Cognition, 4, 335–343.