Realfooder pero no mucho.

Andrea Carmona
Psicología del Lenguaje — ugr
5 min readNov 5, 2019

Pocos productos hay en el supermercado que nos produzcan tanto sentimiento de culpa como las patatas fritas de bolsa. Sí, para algún día de barbacoa con los amigos no están nada mal, todos picoteáis y nadie se siente culpable entre cerveza y cerveza, pero cuando eres tú quien hace la compra de la semana y echas un paquetito por si algún día te pica el gusanillo, dices: “bueno, al menos me echaré esas que son light que pone que no tienen aceite de palma”, porque sabes que te va ser imposible resistirte a la tentación de abrirla ese mismo día, y eso que vas con la intención de coger sólo tres o cuatro y cerrar la bolsa, pero la realidad es que, en cuanto te das cuenta, te estás relamiendo los dedos con los polvitos que quedan en el fondo.

Te metes en Instagram a ver qué se cuenta la gente y aparece en tus historias Carlos Ríos defendiendo el Realfooding, el movimiento de comida saludable y de lucha contra los ultraprocesados, así que ahora es imposible que la sensación de culpabilidad y de haber hecho algo malo desaparezca, y con razón, ya que, dentro de la pirámide alimentaria, las patatas fritas se encuentran en el extremo de color rojo, aquellos productos que deben ser consumidos ocasionalmente ya que tienen una alta concentración energética y poco nutritiva, alto contenido en ácidos grasos saturados, azúcares y sal, por lo que un consumo elevado favorece la aparición de sobrepeso y obesidad, entre otras enfermedades.

Por ello, en tu siguiente compra, tienes claro que no vas a caer en la tentación de otro paquete de patatas, por muy light que sean, te vas a resistir, pero caminando por el pasillo del súper observas que hay varias alternativas que parecen más sanas, y es que, no sólo tú estás influida por el movimiento Realfooding, las empresas también saben que nos estamos concienciando cada vez más con tener una alimentación saludable, así que han lanzado una gran variedad de productos para que sigamos consumiendo. Entonces, podría pensar que es un buen sustitutivo, ¿no? Si es así, me sentiría menos culpable y yo, tan contenta, puedo seguir matando mi gusanillo, además, con el plus de que es un producto saludable. Por tanto, cojo mi sustitutivo de las patatas, el producto saludable y bio de hortalizas, y me quedo tan satisfecha y contenta.

Llego a casa y ojeo Instagram, Carlos Ríos ha creado una App (MyRealFood) para clasificar si los alimentos que compramos son comida real, buenos procesados o ultraprocesados, ¿por qué no comprobarlo? Ahí llega mi sorpresa, en mayúsculas y en color rojo: ultraprocesado. ¿Cómo un producto que se vende como “bio” puede tener tan malos niveles nutricionales? Tienen el mismo número de calorías que las patatas fritas de bolsa normales, o incluso más (en 100g, patatas: 522, hortalizas: 506–647), el contenido graso también es similar (patatas: 31,8% y hortalizas: 30–47%), y una diferencia sorprendente y abrumadora en los azúcares (patatas: 1% y hortalizas: 6–45%). Además, investigaciones de la OCU (Organización de Consumidores y de Usuarios) advierten que presentan aditivos, en su gran mayoría inocuos y algunos controvertidos (como se muestra en la imagen de la App).

Por tanto, está claro que debemos informarnos sobre todo tipo de alimentos. No nos podemos ni fiar de aquellos productos en los que se reflejen las etiquetas “light”, “bio”, “sin azúcares añadidos”, o “% menos de grasa”, entre otras. Las industrias utilizan estas estrategias publicitarias para engañar al consumidor, consumidor el cual, hoy en día, cada vez está más a favor de la comida real, es por ello que se toman estas medidas de “estafas” publicitarias, haciéndonos creer que estos productos son menos perjudiciales y más saludables, normalizando su consumo diario, cuando la realidad es que, tal y como sus etiquetas de información nutricional reflejan, por mucho que sean provenientes de hortalizas (zanahoria, brócoli, garbanzos…), son productos de consumo ocasional, que causan el mismo daño a la salud que unas patatas fritas de bolsa haría. Hay que evitar su consumo frecuente, y potenciar el conocimiento en todo tipo de alimentos, focalizándonos en comida real, en materias primas, acompañándose de buenos procesados, y lo más importante, fomentar este tipo de educación alimentaria en los niños para evitar que se instauren patrones de alimentación inadecuados e insalubres que puedan ocasionar enfermedades.

Así que, cuidado y mucho ojo a la hora de seleccionar alimentos en el supermercado, infórmate y aprende sobre lo que nos beneficia o nos perjudica a nuestra salud. No te dejes engañar.

Andrea Carmona López.

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