Se trata de olvido, no de ausencia.

La invisibilización de la mujer en la Historia de la Psicología. Importancia de la Psicología Feminista.

Azucena Ramírez
Psicología del Lenguaje — ugr
7 min readDec 13, 2018

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Hoy, 13 de diciembre de 2018, ha tenido lugar en nuestra facultad un evento sobre Psicología Feminista, término que desconocía hasta el momento.

Sin duda, Dau García Dauder, docente titular de Psicología Social en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, no ha dejado indiferente con su intervención. Personalmente, ha supuesto un punto de inflexión en mi forma de entender la Psicología.

Ya en el primer cuatrimestre de 1º de carrera nos encontramos con la asignatura de Introducción a la Psicología, cuyos contenidos son, entre otros, y cito textualmente, los “Fundamentos epistemológicos de la Psicología y la Historia de la Psicología”. Podéis leerlo en la guía docente de dicha asignatura: http://grados.ugr.es/psicologia/pages/infoacademica/guiasdocentes/_doc/Intro/%21

En mi caso, debí apoyarme en El Libro de la Psicología, de la editorial Akal, disponible en nuestra biblioteca de Psicología. De 102 figuras consideradas relevantes en la historia de esta disciplina, sólo se menciona brevemente a nueve mujeres, entre ellas, Karen Horney, Virginia Satir o Dorothy Rowe. ¿Las conocías? Quizás sí, pero seguro que sabes mucho más sobre Skinner, Pavlov o Freud, sólo con hacer referencia a sus apellidos.

En la propia Sala de Grados donde ha tenido lugar este evento, sólo hay fotografías de psicólogos. ¿Acaso no hay en la historia de la Psicología ninguna mujer digna de mención por su aportación? ¿Qué hay de Elisabeth Loftus, primera en demostrar en 1995 la posibilidad de crear falsas memorias?

Todxs conocemos la poca atención que se da a la contribución de la mujer en otras disciplinas, la Psicología no iba a ser menos. Las pioneras en esta formación universitaria fueron sometidas a todo tipo de discriminación, además de la dificultad que ya les suponía poder acceder a las universidades. Boring (1947) investigó qué suponía el matrimonio en la carrera profesional de hombres y mujeres y concluyó que “en general, el matrimonio no es una ventaja para la mayoría de las mujeres psicólogas, ambiciosas en el ámbito profesional.” (García, 2005).

He consultado dos de los libros sobre Historia de la Psicología publicados más recientemente y, efectivamente, hay una clara ausencia de mujeres que hayan contribuido al desarrollo de la disciplina en la que estamos siendo formadxs. No quiero imaginar ya en los más antiguos. Os invito a que los consultéis, podéis encontrarlos en nuestra biblioteca de Psicología:

Hardy, T. (2013). Historia de la Psicología. Madrid: Pearson.

Morris, C. G. (2011). Introducción a la Psicología. México: Pearson.

¿Esto quiere decir que, si no se conocen, es porque ninguna mujer ha hecho nunca nada útil para la Psicología? NO. Más bien se debe a la falta de oportunidades que han tenido las mujeres tanto para formarse como para convertirse en investigadoras dignas de reconocimientos en los manuales.

La cita bíblica del capítulo 13, versículo 12 del evangelio de San Mateo dice:

“Porque al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará”

Robert King Merton trasladó esta reflexión a la ciencia, llamándolo efecto Mateo. Con ello denunció “que un autor con experiencia acreditada ve más favorecidas sus publicaciones que un joven sin experiencia o un recién llegado”. Sin embargo, fue la socióloga Harriet Zuckerman quien investigó acerca de este fenómeno mientras realizaba su tesis doctoral en 1965 . En 1993, la historiadora Margaret W. Rossiter empleó lo ocurrido como ejemplo claro de la discriminación de la mujer en la ciencia, siendo Matilda Joslyn Gage, activista feminista de la época, quien rebautizó tal efecto con el nombre de efecto Harriet/Matilda (Jiménez, 2009).

“Según Merton, para lograr una mayor visibilidad es más importante adquirir un determinado “rol” que el trabajo realizado.” (Mujeres con ciencia, 2014)

“Harriet Zuckerma comprobó que una vez leída la lista de autores que habían realizado la investigación, sólo recordamos el nombre de los autores “famosos” y olvidamos al resto.” (Mujeres con ciencia, 2014)

Así, muchas psicólogas casadas, tras adoptar el apellido de sus maridos, quedaban olvidadas, o bien, en el caso de ir acompañados de iniciales, estas se atribuirían muy probablemente a un hombre. Un ejemplo de ello son Sherif & Sherif, matrimonio que realizó importantes aportaciones a la Psicología Social. ¿Qué mujer se esconde tras ese apellido? Carolyn Wood Sherif, psicóloga feminista que comenzó a ganar prestigio como investigadora tras casarse con Muzafer Sherif, pasando a ser ‘señora de’.

Algo parecido ocurre con las conocidas como ‘hijas de (inserte nombre de psicólogo conocido)’, como pueden ser Anna Freud o Judith Beck, a la sombra de sus padres. O bien, las ‘colaboradoras de’, como Mary Ainsworth, quien aun siendo la primera en clasificar el apego en seguro e inseguro, se reconoce por su colaboración con John Bowlby en la realización de la Teoría del Apego.

Podéis leer el perfil de muchas otras psicólogas que han sido parte fundamental en la historia de la Psicología en la revista online Psychologyst’s Feminist Voices:

Observa esta imagen en la que aparece Jean-Martin Charcot, mostrando el poder de la sugestión humana sobre Blanche Wittman, considerada la reine des hysteriques” por considerar su histeria la más representativa, en una de sus clases como profesor en el Hôpital de la Salpêtrière de París (Calleja, 2018).

Charcot describía los síntomas de la histeria al tiempo que la paciente los llegaba a presentar, incluso, convulsionando o desmayándose (Calleja, 2018).

Ahora imagina la situación siendo un hombre el objeto histérico mientras el resto, todas mujeres, observan atentamente. Difícil a la par que algo ridículo, ¿verdad? Eso se debe a que han sido las mujeres las patologizadas en Psicología, consideradas histéricas, neuróticas, inestables y esquizofrénicas, estudiadas por la figura del hombre, prototipo profesional de la disciplina.

Así, durante siglos la Psicología ha estado masculinizada, homogeneizando tanto las perspectivas de estudio como la manera de entenderlas, incluso, cuando se trataban temas que repercutían a las propias mujeres, cuyo testimonio, en cambio, era escaso. Psicólogos conocidos por cualquier estudiante de Psicología perdían toda su credibilidad y rigurosidad científica al expresar ideas misóginas como las siguientes:

“Probablemente no es una exageración afirmar que al promedio del coste de la educación de cada chica en la escuela superior deba añadirse un niño no nacido.” J. M. Cattell, 1909: 91–93.

“No sólo la probabilidad y deseabilidad del matrimonio y cuidado de los niños como un rasgo esencial de la carrera de la mujer, también la restricción de las mujeres a los grados mediocres de habilidad y logro debería ser considerada por nuestro sistema educativo.” E. Thorndike, 1906: 213.

Se defendía la hipótesis de la variabilidad, la cual se traducía en la idea de que una mujer nunca podría ser un genio, a diferencia de los hombres:

“Todavía la superioridad en la variabilidad masculina significaría que de los cien individuos más aptos en este país, ni siquiera dos serán mujeres (…)” E. Thorndike, 1906: 213.

Afortunadamente, en contraposición a estas creencias sexistas y misóginas que acentuaban las diferencias entre sexos, Helen Thompson Woolley decidió estudiar todo lo contrario, es decir, las semejanzas entre hombres y mujeres.

Como futura psicóloga y sin ser consciente de ello, he ido asumiendo que sólo una teoría realizada por un hombre puede llegar a ser reconocida realmente, repercutiendo esto en mi diálogo interno y en mi motivación durante la carrera. No son pocas las veces que he pensado que por ser mujer tendré menos oportunidades que mis compañeros psicólogos, independientemente de mi formación y/o capacidades.

Ante el libro titulado “Los psicólogos hablan de Psicología”, de David Cohen, Amparo Moreno publicó “Las psicólogas hablan de Psicología”, donde uno de los temas tratados es cómo el género se vincula al desarrollo profesional de manera que afecta a nuestra labor y expectativas como psicólogas. Incluso, la investigación y metodología psicológicas se ven influenciadas por dicho sesgo de género.

Ante esta necesidad de cambio social profundo, desde la Asociación de Mujeres de Psicología Feminista proponen que “promover y apoyar la formación en materia de género de jóvenes de reciente graduación y la actualización profesional necesaria en el ámbito de la psicología va a enriquecer, innovando, la práctica de nuestra profesión”.

Se trata de un curso que aboga por el empoderamiento de la mujer, teniendo en cuenta el sexismo que limita a este sexo en el ámbito profesional, en general, y en el el ámbito de la Psicología, en particular. Podéis visitar su web, https://psicologiafeminista.com/ , donde desde hoy está disponible el formulario de inscripción en dicho curso impartido durante los meses de febrero y marzo del año que viene.

Somos conscientes de la necesidad de intervenir a nivel social mediante transformaciones igualitarias en todos los ámbitos. ¿Por qué entonces, como futurxs psicólogxs, no tenemos formación en género? Y peor aún, ¿por qué ni siquiera la echamos en falta?

Referencias:

AAVV (2012). El libro de la Psicología. Madrid : Akal.

Calleja, A. (2018). El efecto Charcot: La fuerza de la sugestión. Recuperado de https://albacallejapsicologa.com/2018/05/10/el-efecto-charcot-la-fuerza-de-la-sugestion/

García, S. (2005). Psicología y Feminismo. Historia olvidada de mujeres pioneras en Psicología. Madrid: Narcea.

Jiménez, J. (2009). El efecto Mateo: Un concepto psicológico. Papeles del Psicólogo, 30 (2), 145–154.

Mujer, ciencia y discriminación: del efecto Mateo a Matilda. (2014, noviembre 17). Recuperado de https://mujeresconciencia.com/2014/11/17/mujer-ciencia-y-discriminacion-del-efecto-mateo-matilda/

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