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2 min readJan 22, 2022

Si pensamos en lenguaje, lo primero que se nos viene a la mente son conversaciones, pero… ¿qué pasa con todo lo que no decimos?

Lo que no decimos, tiene más importancia que lo que sí decimos, puesto que el proceso comunicativo se compone de un 7% de lenguaje verbal, un 38% de factores relacionados con la voz y un 55% de lenguaje no verbal. Este último, estaría formado por gestos, expresiones faciales, posición y movimiento del cuerpo, entre otros, dependiendo del autor, incluye más elementos.

Entonces, para que el proceso comunicativo sea eficaz, también hay que saber reconocer e interpretar todas estas señales no verbales, que pueden variar dependiendo la cultura.

Un ejemplo de profesión tradicional que siempre se ha interesado por la comunicación no verbal es la policía. Con el objetivo de facilitar la resolución de los casos y conocer la verdad de todas las versiones que les cuentan las personas interrogadas. Así, nació el polígrafo, instrumento que mide las constantes vitales a lo largo de una entrevista con el fin de conocer la verdad. Finalmente, no resulta un método infalible, ya que basta con controlar tus reacciones fisiológicas, para que el polígrafo no las detecte.

Con el tiempo, además de la creación de una carrera universitaria llamada criminología, dentro de la misma policía, dependiendo la especialidad, se construyen perfiles psicológicos sobre los diferentes tipos de personalidades que tienden a delinquir, y entre otras cosas, se analiza el lenguaje no verbal de estos.

Por ejemplo, las personas psicópatas. Se caracterizan por no sonreír mucho, aunque sí mantener mucho el contacto visual, gesticulan mucho con las manos, se aproximan bastante al interlocutor y parpadean en demasía.

Claramente, no son características totalmente definitorias de este tipo de personalidad antisocial, se necesitan muchas más variables para confirmar el diagnóstico.