Sobre el tag sex: ¿Cómo diferenciar las ganas, el deseo y el amor?

UN MODELO DE COSTES Y BENEFICIOS

Muchos son los sentimientos que todos sentimos, pero algunas veces, no es tan fácil saber expresarlos con palabras, pues ni nosotros mismos nos entendemos. ¿Alguna vez os habéis visto envueltos en una relación en la que no teníais claro qué vínculo o sentimiento os unía exactamente?

Las relaciones siempre han sido, y siguen siendo, motivo de placer y sufrimiento para el ser humano. Nuestra propia naturaleza nos impulsa a relacionarnos, a establecer vínculos, a estar en contacto con otras personas. Sin embargo, a lo largo de la historia, las necesidades sociales y personales han ido cambiando, y también lo ha hecho el contexto en el que vivimos y los recursos que disponemos para tratar de satisfacer nuestras necesidades y anhelos.

El escritor Zygmunt Bauman, autor del libro titulado “Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos”, aborda este tema de manera que encuentro fascinante. En su obra refleja, precisamente, cómo nuestra sociedad y cultura ha evolucionado, volviéndose cada vez más globalizada, individualista y consumista. Una sociedad en la que cada vez prima más la cantidad, la variedad y la intensidad, el placer, el disfrute inmediato… y cada vez menos los esfuerzos, el compromiso y las recompensas a largo plazo.

El resultado de todo esto, dice Bauman, es una “fragilidad de los vínculos humanos”, a la que tememos, pero que entramos en la paradoja de intentar evitar los riesgos que esta supone con conductas que no harán más que fomentarla. Estoy segura de que todos conocemos a alguien en nuestro entorno que rehuye las relaciones sentimentales serias dónde hay que realizar muchos sacrificios porque… “¿qué pasaría si al final me quedo sol@?” “¿Qué pasaría si invierto tiempo y esfuerzo, si me cierro “puertas”, por mantener esta relación, la cual no tengo ninguna garantía de que continuará a largo plazo, y de que “merecerá la pena”?

Bauman ecribe en el tercer párrafo del prólogo de su libro:

“El sentimiento de inseguridad que la fragilidad de los vínculos inspira y los deseos conflictivos que ese sentimiento despierta, provocan el impulso de estrechar los lazos, pero manteniéndolos al mismo tiempo flojos para poder desanudarlos”.

Intentamos evitar a toda costa el sufrimiento, sin darnos cuenta de que viviendo en una sociedad “ligera”, en el que todo se vuelve superficial, no estamos evitando el sufrimiento si no sustituyendo un tipo de sufrimiento por otro. En el quinto párrafo del mismo prólogo, el autor explica cómo nos sentimos “desesperados al sentirnos fácilmente descartables y abandonados a nuestros propios recursos, siempre ávidos de la seguridad de la unión y de una mano servicial (…), desesperados por relacionarnos” pero que al mismo tiempo “desconfiamos de estar relacionados y particularmente de estarlo para siempre (…) porque tememos que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sienten capaces ni deseosos de soportar y que pueden limitar severamente la libertad que necesitamos — sí, usted lo ha adivinado- para relacionarnos”.

A lo largo del texto, el autor replantea, en mi opinión de una forma muy acertada, el modo en que funcionan las relaciones en general y las relaciones sentimentales y sexuales en particular. Habla del amor, del deseo, del compromiso, de la afinidad, del parentesco,… dejando de lado toda visión romántica que pueda percibir estos conceptos como sentimientos repentinos, inexplicables, incontrolables e incluso mágicos, para proponer una serie de contingencias que regularían y subyacerían a todas esas conductas y/o sentimientos. Este es, un modelo de análisis de costes y beneficios, en el que las personas estaríamos constantemente calculando (ya sea de forma más o menos consciente), cuánto y cómo debo invertir en x relación para conseguir qué beneficios(¿cuándo, cómo, en qué cantidad y durante cuánto tiempo?). De manera que si una relación no puede garantizarnos que los beneficios serán mayores (o como mínimo iguales) a los costes o inversiones, entonces no nos interesa, y procuramos que estemos en posición de terminar con ella sin salir muy perjudicados.

A partir de lo anteriormente expuesto, y en un afán de continuar relacionando el modelo de costes y beneficios presentado, con las relaciones de pareja y el sexo, me gustaría lanzar algunas preguntas:

¿Quién conoce claramente los límites entre las ganas, el deseo y el amor? ¿quién sabe cómo surge y cómo termina cada uno de ellos? ¿acaso son excluyentes, o puede haber algo de amor en el deseo, o amor sin ganas?

En el complicado proceso de una interacción de este tipo, pueden suceder distintas cosas, que nos permitirán diferenciar entre un impulso basado en las ganas, en el deseo o el amor. Primero examinaremos la diferencia entre el amor y el deseo, y posteriormente la que existe entre el deseo y las ganas:

- Amor vs. Deseo:

Según la propuesta de Bauman, el deseo consistiría en un impulso destructor, que anhela consumir y aniquilar el objeto deseado, pero que una vez lo ha consumido, ya no despierta ningún interés en el sujeto. Como un libro nuevo y desconocido, que tras leer sus páginas, es decir, consumir el producto, pierde atractivo y termina repleto de polvo en lo alto de una estantería.

A diferencia del deseo, que ansia consumir, el amor ansia poseer. El amor persigue preservar el objeto amado, disfruta su durabilidad, y se alimenta y se retroalimenta a sí mismo con el deseo. Y por ello, supone proteger, nutrir, mimar.

La principal diferencia es, pues, que el amor no pierde el interés una vez consumido el objeto, y que el deseo busca consumir, y el amor busca poseer.

→ Un ejemplo que me ayudó a comprender esta idea fue el típico de las flores: si una persona va al campo a buscar unas flores, pero una vez las encuentra, las arranca, las disfruta un rato y después las tira, solo las estaba deseando. Si por el contrario, plantas una semilla, la riegas, la cuidas, la pones al sol, y poco a poco dejas que crezca en tu jardín, disfrutándola día a día y queriendo preservarla y haciendo esfuerzos por ella, entonces la estás amando.

Esta distinción que hace Bauman, me recordó automáticamente a un fragmento del libro El Principito, en el que también trata de diferenciar el “querer”(desear) y el “amar”. El principito dice:

El Principito y la Rosa:

Te amo — dijo el Principito. Yo también te quiero — dijo la Rosa. No es lo mismo — respondió él… Querer es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía(…) Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras necesidades. (…). Si quiero a alguien, tengo expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes.

Amar es desear lo mejor para el otro, aún cuando tenga motivaciones muy distintas.Es un sentimiento (…)que nace en un donarse, es darse por completo desde el corazón. (…) Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes y saber que en el tuyo hay un lugar para mí.

En mi opinion, quizás demasiado fría para algunas personas, amas algo en la medida en que te resulta “útil” o reforzante. Visto desde un punto de vista psicológico, amas algo cuando te supone una fuente de EI+ y EC+ y, por lo tanto, deseas preservarlo, pues conservar el objeto amado te asegura la continuidad de la exposición a dichos estímulos positivos. Y haremos todo lo necesario para ello: estamos dispuestos a realizar sacrificios, a dedicarle tiempo y esfuerzos, a comprometernos… al igual que muchas veces nos lleva a realizar otras conductas o experimentar sentimientos como los celos, pues sufrimos un miedo constante a perder lo que tanto apreciamos. Bauman cita en la página 12 a Christopher Clulow : “ cuando los amantes se sienten inseguros, tienden a comportarse de manera poco constructiva, tratando de complacer o de controlar, e incluso en agresiones físicas: todas ellas actitudes que ahuyentan aún más a la pareja”. Apostaría a que la mayoría de discusiones en pareja vienen de esa inseguridad, ese ansia por conservar el objeto amado y el miedo a carecer de él, que nos hace percibir ciertas situaciones como síntomas de la falta de amor de la otra persona, y su equivalencia con la posibilidad de acabar perdiéndolo.

- Deseo vs. Ganas:

Hablemos entonces de qué diferencia el deseo de las ganas. Es muy sencillo: el tiempo. El deseo necesita tiempo para formarse y crecer. El deseo madura a medida que el largo plazo se convierte en corto plazo, el deseo requiere un mínimo de esfuerzo e inversión para recoger los beneficios de la inversión. Con el ejemplo del libro que se expuso anteriormente, podríamos decir que si vas caminando por un centro comercial, y ante un escaparate un libro te llama la atención y decides comprarlo siguiendo ese impulso repentino, “dejándote llevar”, estás respondiendo a las ganas. Mientras que si se tratara de un libro que llevas tiempo esperando a que se publique, buscándolo, ahorrando para poder comprarlo, planificando el día que lo comprarás, imaginándote leyéndolo, … por mucho que al consumirlo lo dejaras de lado y abandonado, la compra de ese libro habría satisfecho un deseo, y no unas ganas.

El deseo necesita atención y preparativos previos, necesita una “demora de la satisfacción” que las ganas no requieren, pues consisten simplemente en el consumo y satisfacción inmediatos y fácilmente descartables. Otro ejemplo sería la diferencia entre pasar ante una pastelería al mediodía y comprar un pastel que se te antoja (ganas), con el hecho de llevar un tiempo teniendo ganas de comer un pastel, ir al mercado a por los ingredientes, buscar una receta, cocinar y hornear, esperar a que se enfríe, y entonces comer el pastel. En ambos casos la conducta va dirigida al consumo del objeto, pero hay una diferencia en la atención el esfuerzo y el tiempo invertidos.

Aplicado a las relaciones de pareja, buscamos satisfacer las ganas cuando mantenemos sexo de una noche con aquel chico o chica de la discoteca que acabamos de conocer, por ejemplo, mientras que si llevamos un tiempo sintiéndonos atraídos por una persona, tratando de coincidir y crear conversación, jugando a la seducción durante un determinado tiempo… entonces estaríamos buscando satisfacer un deseo. Por mucho que esto no nos cerrara oficialmente puertas a otras opciones, sí estaríamos de alguna manera condicionados y empleando una parte de nuestra capacidad atencional y nuestro esfuerzo a conseguir un objetivo determinado; una atención, tiempo y esfuerzo que no estás dedicando a otras personas u objetivos, por lo que de alguna manera seguiría cerrando puertas.

A mi modo de entender, el autor ofrece una descripción de los tres conceptos (ganas-deseo-amor) que, personalmente me ha resultado muy clarificadora, pues ahora lo veo no como sucesos excluyentes, sino quizás como distintas fases de un mismo suceso; como una pirámide en la que si quieres avanzar al siguiente escalón, necesitas el anterior. En otras palabras: creo que las ganas pueden derivar en deseo, y este en amor, si se dan las condiciones necesarias. ¿Qué opináis vosotros?

Por lo tanto, siendo conscientes de este hecho, de que la inversión en una relación es siempre insegura y está condenada a continuar siéndolo, resulta que se nos plantea una paradoja: y esque lo que creíamos que era la solución a una necesidad, acaba convirtiendo esta en algo más irritante. Bauman concluye esta reflexión, en las últimas líneas de la página 11, de la siguiente manera:

“ La inversión provoca inseguridad, pero las relaciones no parecen provocar algo muy diferente. En una relación usted puede sentirse tan inseguro como si no tuviera ninguna, o peor aún. Sólo cambian los nombres que pueda darle a su ansiedad”.

Por lo que volvemos a la idea expuesta anteriormente de que no evitamos un sufrimiento, si no que cambiamos un sufrimiento por otro distinto.

En cuanto a la visión de la relación en términos de costes y beneficios: mucha de la gente con la que he hablado sobre el tema se niega a aceptar que esto ocurra así, en mi opinión simplemente porque les resulta aversivo plantearse que sus propias conductas o sentimientos oculten motivaciones que desconocen; simplemente porque aceptar que no hacemos las cosas porque “queremos” a alguien, sin más, implicaría que las personas no hacen lo que hacen por que “nos quieran” sin más. Y aceptar que las muestras de amor están en realidad guiadas por otros intereses, alimenta la inseguridad y el temor a que nadie pueda quererte y entonces puedas acabar solo.

Lógicamente, esto es solo un punto de vista. Os invito a comentarme vuestras opiniones al respecto, así como vuestras experiencias.

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