¿Soy un marco relacional?

Cada vez que voy a salir a la calle, mis padres me preguntan con quién voy. Si les digo con mi amiga “Ariadna” probablemente no les resuelva la duda, por lo que prefiero darles una descripción más detallada y más cercana a mis padres sobre ella. Entonces, les digo “claro que la conocéis, es la hija de Inma, que estaba en mi colegio de pequeña, de estatura baja y delgada. Es la que vive en Albolote”. Entonces ya, después de una enumeración de características asociadas a esta persona, mis padres ya saben quién es esa tal “Ariadna”. Estas características asociadas, podríamos decir que se tratan del marco relacional de mi amiga. Para explicarlo mejor, pongámonos en la situación de que todos la conocemos; por lo que al pensar en ella probablemente se nos vengan ideas a la cabeza como su aspecto físico, su forma de vestir, su tono de voz e incluso su olor corporal característico de cada persona (haciendo alusión al ejemplo de la guindilla visto en clase para explicar el concepto de la transitividad, propio de la TMR). Como vemos, se pueden apreciar equivalencias con la Teoría de los Marcos Relacionales, e incluso otros aspectos más concretos descritos en esta teoría como la flexibilidad, también pueden ser de nuestro interés. A priori puede no apreciarse, sin embargo, ¿por qué el enemigo de nuestro amigo es también nuestro enemigo? Pues bien, aunque no todos simpaticemos con esta idea, tal y como dice la teoría, el opuesto de un opuesto no es opuesto, sino igual. Después de este ejemplo, podemos intentar aplicarlo a cualquier persona que conozcamos, incluso aunque sepamos poco de esta persona. Aunque, también en consonancia con la TMR, el marco relacional de esta persona se consolidará tras varios entrenamientos con esta persona en múltiples ejemplares (en este caso, varias situaciones con él o ella donde cada vez se repetirán ciertas características que al ser comunes las interpretaremos como propias de esta persona y la añadiremos a su marco relacional).

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