Sumergidos en una realidad metafórica
A lo largo de nuestra vida vamos a construir asociaciones, a partir de las cuales podemos realizar inferencias, y en base a ellas forjamos un lenguaje metafórico, el cual empleamos constantemente.
Si nos paramos a pensar, parece inconcebible que expresemos alguna idea, describamos una acción, o hablemos sobre la vida sin emplear metáforas; porque ya sea para embellecer el discurso, o simplemente para comunicarnos de forma corriente, que es a través de ellas mediante las que somos. Como se refiere en la lectura, no solo constituyen fenómenos cognitivos, sino que además se pueden hallar en el significado de los gestos, en cómo se comportan las personas, en el arte… Pero, ¿Cuál es el criterio que establece el límite de las cosas? Se expone que las dos fuentes principales son la experiencia a través de la interacción con el ambiente o bien las apreciaciones que hacemos de alguna manera. Sin embargo, ¿Hasta qué punto esto puede ser objetivo?
El hecho de que las representaciones conceptuales estén modeladas por factores culturales, y que las expresiones que se utilizan para la comunicación no sean similares en todos los idiomas que existen, parece que no nos deja al alcance de un lenguaje completamente universal. “Si se admite la posibilidad de que la cosa no sea fija y de-limitada, que no permanezca idéntica a sí misma, bien porque se altere (se haga literalmente otra, al modo heraclíteo), bien porque cabalgue entre dos géneros, o bien porque en la constitución misma de la cosa intervienen modos de percepción y clasificación que varían según intereses, culturas o sensibilidades históricas, entonces las distinciones anteriores (sobre las que se basa toda la teorización heredada sobre la metáfora) no se mantienen y se hace necesario reformular radicalmente la cuestión, incorporando al corazón mismo del análisis aquellos factores sociales, culturales e históricos que sin cesar borran, alteran o difuminan los límites de las cosas”(Lizcano, 1999). Pues bien, continuando en esta línea, parece que vivimos en una realidad subjetiva, constituida básicamente por nuestras perspectivas, lo cual nos deja al margen de la certeza del lenguaje. Por lo que, ¿Cuáles son las repercusiones que puede tener la confianza plena en el lenguaje metafórico?
“Voy a caer en depresión”, cuando no estás bien anímicamente; “Mi teléfono está echando humo ”, cuando se ha utilizado durante mucho tiempo sin parar; “Durante el partido hay que atacar y defender ”, cuando se establece la estrategia en el deporte para ganar, como si éste se tratara de un enfrentamiento propio de una guerra, contagiando y anulando el verdadero significado del mismo con connotaciones de violencia de manera subconsciente.
La metáfora nos aporta, indudablemente, una gran ayuda para el análisis lingüístico de todo aquello que decimos en cualquier ámbito de nuestra vida. A través de ellas ideamos asociaciones implícitas de las cosas, gran parte de ellas de carácter subconsciente, con las cuales construimos NUESTRA propia realidad. Incluso en el título de esta publicación “Sumergidos en una realidad metafórica”; seguro que todos sabéis el significado de la palabra “sumergido”, pero estoy segura de que nadie ha tenido que detenerse a reflexionar acerca del sentido figurado con el que he empleado la palabra para comprender la frase, porque tenemos esa asociación tan interiorizada que cualquiera diría que no es una expresión universal.
REFERENCIAS:
Las metáforas en la vida cotidiana . (sf). Lengua española y otras formas de decir. http://www.blogolengua.com/2008/11/metaforas-en-la-vida-cotidiana.html
Lizcano, E. (2006). Las metáforas y la construcción imaginaria de la realidad . Traficantes de sueños . https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Metaforas%20que%20nos%20piensan-Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os.pdf