TESTIMONIOS REALES: parte 1 (Bulimia)

Fran vilchez
Psicología del Lenguaje — ugr
6 min readNov 28, 2019

En anteriores publicaciones hemos hablado sobre diversos factores que pueden influenciar a las personas sobre la percepción de su propio físico, sin embargo, esta vez hemos optado por buscar experiencias propias y reales.

En primer lugar, vamos a presentar el caso de una chica de 21 años que sufre bulimia y trastorno por atracón. Esta chica, a diferencia de los casos de anorexia que presentaremos en la siguiente publicación, ha sido entrevistada por nosotros mismos.

Esta joven comenzó a llevar conductas compensatorias hace dos años y actualmente está en tratamiento psicológico. Al preguntarle sobre sus inicios con estas conductas, nos relata que comenzó cuando tenía 19 años, siendo esa según cuenta, la primera vez que vomitó tras ingerir comida, pero nos asegura que pese a que ese fue el inicio de la conducta como tal, llevaba años con pensamientos problemáticos. Desde su adolescencia se sentía mal por comer comida que sabía que le iba a hacer engordar y en diversas ocasiones intentó vomitar tras ello, sin embargo, nunca conseguía hacerlo ya que, relata: nunca había vomitado jamás en mi vida, incluso estando mala con virus que compartía con mi familia, ellos vomitaban y yo no, jamás supe hacerlo hasta que tras varios intentos en diversos años hubo una vez en la que lo conseguí. Ese fue el inicio de mi pozo sin fondo.

Señala que durante los primeros meses, incluso casi cerca de cumplir el año desde la primera conducta compensatoria, nunca se sintió mal por hacerlo y nunca le contó a nadie que lo hacía. Empiezas prometiéndote que sólo serán veces contadas, que todo está bajo control, pero lo que no sabes es que el control lo pierdes desde el primer momento en el que lo haces, ahí ya no hay vuelta atrás.

Tras un rato hablando con ella para que se sintiese cómoda, le enseñamos las publicaciones ya realizadas en este blog para que nos hable un poco de su experiencia dentro de la línea que hemos ido llevando hasta ahora, siendo una de las publicaciones que más le llama la atención La talla 38 me aprieta el cho*** , ya que dice sentirse identificada en gran medida debido a que uno de los momentos en los que peor se siente es cuando va a comprar ropa, pese a que es una actividad que le apasiona, siempre acaba triste o incluso llorando porque al mirarse al espejo no le gusta lo que ve, Siempre cojo dos tallas porque ya nunca sé la que tengo en el momento, aunque siempre espero que me entre la talla más pequeña de las dos. En muchas ocasiones, si la que me entra es la talla mayor de esas dos, por muy bien que me pueda quedar, no me la llevo. Aunque luche por derribar en mí misma la idea de que tener un tallaje mayor es peor, a veces todavía persiste y prefiero no llevarme nada a llevarme algo que sepa que es grande.

Con estas palabras podemos confirmar lo publicado en dicho post, nos hacen creer que las tallas no cambian y que la 40 ahora es la misma que la que hacía unos cuantos años, pero por supuesto, no es así. Esto puede hacer mucho daño aunque se sea consciente o no de este cambio porque por encima de la imagen que vemos en el espejo, está la importancia del número que nos compramos.

“No sé cómo ni por qué llegué al punto en el que estoy ahora, sólo sé que sí que es cierto que la sociedad está constantemente mandándote mensajes de cómo tienes que ser, cuánto tienes que medir, cómo te tienes que comportar e incluso qué tienes que comer.

Yo sólo veía el éxito en las chicas delgadas, sólo veía que le quedara bien la ropa a chicas más delgadas que yo, las veía más guapas siempre. Y ahí estaba la eterna comparación con la compañera de al lado.”

Hemos podido comprobar que casi todo el mundo, independientemente de su apariencia física, tiene complejos, muy pocos son los que se libran de ello y son capaces de tener una autoestima alta y estable. Sin embargo, ¿por qué creemos que las personas normativas no tienen o no pueden tenerlos?

“Yo era, y aún soy incapaz, de mirarme al espejo y no ver sólo aquello que no me gusta. Nunca sabía qué responder cuando me decían que qué me gustaba físicamente de mí. O bueno, sí que lo sabía pero siempre me daba vergüenza decirlo.”

Hoy en día se nos ha estipulado aquello que es bonito y aquello que no, aunque no se escuchen voces, se nos está gritando constantemente la dirección que debemos tomar. ¿Cómo es posible que esta chica no pueda decir ni una sola cosa buena sobre su físico?

Ella probablemente cuando le preguntan: ¿qué es lo que más te gusta de tu apariencia física?, lo que realmente cree que le están preguntando es: ¿qué tienes que le pueda gustar a todo el mundo y que sea aceptado socialmente?. Por eso no es tan raro que haya personas que no puedan destacar características que ellos crean que son buenas porque saben que para el resto no lo son, por lo tanto, dejan de verlo como tal.

“Me daba miedo admitir que cuando me miraba al espejo lo que más me gustaba de mí eran mis tobillos y mis muñecas sólo porque sobresalían los huesos”.

Una vez más el ideal de belleza que cala entre la juventud es aquel que proclaman pasarelas de moda o influencers, chicas delgadas a las que se les notan los huesos. Nunca se ha de tirar por tierra un tipo de cuerpo, sea normativo o no, para ensalzar otro. Se tiene que hacer ver que no sólo hay un tipo de cuerpo bonito y real como nos hacen ver, sino que todos los cuerpos que existen son reales y que mientras haya salud, ninguno será mejor que otro.

“Al pasar un año me di cuenta de que me había metido en algo de lo que no era capaz de salir. Yo no quería esto. Yo sólo quería poder mirarme al espejo y no darme asco, poder ir por la calle y no pensar que la gente me miraba y se reía de mí. Ya no sólo me daba asco mirarme al espejo, también me lo daba cuando después de vomitar me tiraba al suelo a llorar porque sentía que no tenía el control de nada. Da igual las veces que me prometiera que sería la última, siempre había una más.”

“Nunca me paré a ver lo que los medios o las mismas personas que tenía a mi lado me decían, simplemente absorbía todo. Ahora que estoy en tratamiento intento analizarlo todo más y darme el valor a mí misma que me merezco sin la necesidad de compararme con el resto. Intento luchar contra la industria textil que me dice que por tener una talla 40 estoy gorda o que soy de talla grande. Intento luchar contra la sociedad que nos dice que las chicas tenemos que compararnos, ya que sólo puede quedar una y será aquella que sea más guapa. Intento luchar contra todas las creencias que he ido adquiriendo desde que era pequeña, contra todas las personas que les ha importado más lo que yo comía o dejaba de comer más que mi propia salud. Sí, estoy más delgada que antes, pero ahora no tengo salud y eso a nadie parece preocuparle ya.”

Un mensaje que suele aparecer bastante en redes sociales es “que adelgace, no es porque esté gorda o me incomode eso, es por salud”. La gente disfraza su incomodidad por los cuerpos grandes con preocupación por la salud, cuando en realidad, que peses más o menos no indica que tengas más o menos salud, ya que eso lo indica el IMC que es diferente para cada persona. Sin embargo, cuando alguien ve a una chica delgada o normativa nunca se pregunta por su salud.

Finalmente esta chica nos comenta que decidió pedir ayuda y actualmente está en tratamiento. “Me cuesta evitar compararme con otras chicas o simplemente pensar que alguien más delgado que yo es mejor, pero al menos estoy trabajando en ello”.

Un rayito de luz nos alumbra cuando vemos que las nuevas generaciones se empiezan a preocupar más por la salud mental de las personas, poniéndola incluso por encima de una apariencia física. Estos son los mensajes que queremos que se griten y se difundan, gente preocupada por lo que siente la persona que tiene al lado y no por la talla que la viste.

Sandra Carmona Moral y Francisco José Vilchez Heredia.

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