Todo aquello que nunca te dije

Elena Tirado
Psicología del Lenguaje — ugr
4 min readNov 12, 2019

PARTE IV

Tal y como anticipé la semana pasada, esta semana vamos a profundizar un poco más en el tema, haciendo hincapié especialmente en las reacciones somáticas, basándonos en el siguiente ejemplo de la encuesta que realizamos a través de distintas redes y plataformas sociales para comprobar de qué manera afectaba a la población todo aquello que no se decía:

Si bien es cierto que, al final de este proyecto, que iniciamos mis compañeras y yo, ofreceremos algunas posibles recomendaciones a seguir acerca de cómo afrontar este problema, por el momento voy a intentar, con ayuda del ejemplo anterior, clarificar un poco el tema de las somatizaciones.

El concepto, sin entrar mucho en detalle, fue introducido y continuado por Freud, entre otros, para hacer referencia a una serie de síntomas orgánicos cuyas causas no son de la misma naturaleza, es decir, no tienen causa orgánica. Básicamente, se trata de una traducción de las emociones en problemas somáticos (Abbass, A., 2005).

¿Qué tiene esto que ver con nuestro tema? Pues, como podréis comprobar, mucho más de lo que parece. El/la participante de nuestra encuesta nos cuenta que, una vez comunicado aquello que no decía, aquello que le hacía sentir mal, dejó de manifestar esos dolores de cabeza tan molestos. ¿Cómo es posible que algo tan sencillo, tan fácil a simple vista, como es el hecho de decir lo que sientes, pueda llegar originar, en caso de no hacerse, algo tan complejo como es un síntoma somático? ¿No os parece increíble la importancia que tiene lo psicológico, una vez más, sobre lo orgánico? ¿La forma en la que el cuerpo humano se expresa, pide ayuda, reclama y realiza una llamada de atención para hacerte saber que algo no va bien ahí arriba?

Ya el Psiconálisis ofreció numerosas explicaciones al respecto, haciendo referencia al inconsciente, mecanismos de defensa y a la manera en la que los humanos mantenemos, sin pretenderlo, ciertas emociones latentes y escondidas, originando las ya nombradas somatizaciones. Emociones como la ira, pueden llegar a somatizarse de manera específica, como, por ejemplo, sensaciones de energía interna o calor desde el abdomen hasta el cuello (Abbass, A., 2005). Este, y numerosos ejemplos más, son hechos que nos han ocurrido a todos y a todas, pero casi nunca nos paramos a pensar lo maravilloso y tremendamente alucinante que resulta ver la manera en la que una emoción es capaz de trasladarse de sitio, de moverse de lo psicológico a lo físico, debido al poco reconocimiento que, en numerosas ocasiones, se le concede. No se le otorga el lugar que tiene, no se le da la importancia que merece.

Y, aunque sea maravilloso, también puede causar dolor. Porque no hay peor sensación que la de saber que tienes mil cosas que decirle a alguien, pero no puedes.

Para terminar este post, me gustaría que pensarais en alguna vez que, sin causa justificada (al menos visible) alguna, hayáis experimentado algún síntoma físico, e inmediatamente hayáis acudido al médico de confianza. Por mi parte, son muchas las ocasiones en las que, sin estar del todo bien anímicamente, lo primero que hacía era acudir a la consulta médica, sin saber que, quizás, lo único que necesitaba era soltar preocupaciones, liberarlas y dejarlas ir.

Porque no, no hay pastillas que te ayuden a vaciarte de aquello que te perturba el sueño. Que te ronda la mente y no cesa de revolotear por ella, sin freno alguno.

Por mucho que te mediques, que intentes esconderlo, al final, eso va a seguir estando ahí. Cuidarte por dentro, de la misma forma que te cuidas por fuera. Ahí está la clave.

Según la Organización Mundial de la Salud, en 2012 la principal causa de muerte en el mundo son las enfermedades cardiovasculares.

Ahora, yo me pregunto… ¿Hasta qué punto es sano callarte lo que sientes? ¿Puede llegar a matarte, a consumirte hasta el punto de no poder más, aquello que nunca se dice?

Yo lo tengo claro… ¿y tú?

Publicaciones y artículos sobre el tema de interés:

Abbass, A., (2005). Somatization: Diagnosing it sooner through emotion-focused interviewing. The Journal of Family Practice, 54 (3).

Sullivan, M. & Katon, W., (1993). Somatization: The Path Between Distress and Somatic Symptoms. APS Journal, 2 (3), pp. 141–149.

Epstein, R. M., Quill, T. E., McWhinney, I. R., (1999). Somatization Reconsidered. Incorporating the Patient’s Experience of Illness. JAMA Internal Medicine, 159.

Os recomiendo, además, el libro de Francisco González Cabañas, titulado ‘’El Arte de Callar’’.

--

--