Tonto el que lo lea

Claudiaromeo
Psicología del Lenguaje — ugr
3 min readJan 9, 2023

Lo siento, eres tonto. Qué insulto tan gratuito, ¿no? A pesar de que todos hemos tanto escrito como leído la frase del título, nunca hemos parado a pensar en ella. ¿Por qué ahora soy tonto? ¿Qué sentido tiene?Prácticamente todos hemos sido objeto de comentarios insultantes e incluso es probable que en alguna ocasión hayamos insultado a alguien. De hecho, la costumbre de insultar es universal y transversal a todas las culturas. Si profundizamos, podemos llegar a pensar en… ¿por qué insultamos? A pesar de que parezca simple la respuesta, no lo es tanto. Si no, comencemos planteándonos la siguiente pregunta, que es un poco más rebuscada todavía, ¿por qué necesitamos palabras en nuestro vocabulario que denigren/ofendan a una/varias personas?

Si te detienes a pensarlo, no tiene ningún sentido. Normalmente queremos un mundo de paz y de armonía, de buen rollo y tranquilidad. Queremos querer y que nos quieran, valorar y que nos valoren. Entonces, ¿por qué utilizamos más insultos que halagos? Os reto a que durante 24 horas contéis el uso de ambas, y veréis que no me equivoco. Sin embargo, si queremos responder para qué sirven, encontramos ciertas respuestas que podrían ayudarnos:

- Es una manera desadaptativa de regular nuestras emociones. Nos ayuda a liberar la tensión y activación fisiológica que producen ira o frustración. El insulto es una reacción primaria, una forma de desahogo rápido y fácil, por lo que cuanto más enfadados estemos, más agraviante será el insulto.

- También nos sirve para echar la culpa a otros, dándole a los insultos el poder de “escapar de nuestras responsabilidades”.

Por ahora no he contado ninguna novedad, no hay nada que no supiésemos de los insultos. Ahora, ¿qué os parece si os dijera que puede tener efectos positivos el hecho de mal hablar? A continuación, 3 noticias que nunca esperarías leer:

1. Maldecir puede ser un signo de inteligencia: según un estudio realizado en 2015, las personas bien educadas con muchas palabras a su disposición eran mejores para pronunciar palabrotas que aquellas con menos fluidez verbal. Además, también asociaron el uso de palabrotas a mayor inteligencia social.

2. Decir palabrotas puede ser un signo de honestidad: diferentes estudios comentan que aquellas personas que maldecían con mayor frecuencia mentían menos a nivel interpersonal y tenían niveles más altos de integridad en general.

3. Las malas palabras/insultos mejoran la tolerancia al dolor: en este caso, 2 estudios fueron aquellos que lo comprobaron. Aunque más que centrarse en el dolor, se centraban en la fuerza. En el primero, comprobaron que las personas en bicicleta que maldecían mientras pedaleaban contra la resistencia tenían más poder y fuerza que aquellas que usaban palabras neutrales. El segundo era más simple, si insultaban mientras apretaban un tornillo, lo hacían más fuerte.

Pues bien, aunque en mi opinión los efectos “positivos” no contrarrestan los negativos y mucho menos los compensan, cierto es que los insultos enriquecen nuestro lenguaje, permiten cierto desahogo ante situaciones estresantes y aunque nos hagan perder la razón, si no estuviesen habría un vacío semántico en el lenguaje en general que sería difícil de llenar. Vosotros, ¿cómo sustituiríais los insultos?

Bibliografía:

https://fundacion26d.org/por-que-tenemos-necesidad-de-insultar/

https://cnnespanol.cnn.com/2021/01/27/por-que-decir-palabrotas-es-un-signo-de-inteligencia-ayuda-a-controlar-el-dolor-y-mas/

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