Trabajo en grupo pequeño.

En esta pequeña investigación que vamos a realizar se parte de una primera idea:

«La forma en la que los tabúes en comunicación afectan a la experiencia sexual.»

Para ello me gustaría hacer un pequeño recorrido longitudinal en la experiencia y vivencia sexual durante la vida de una persona. De esta manera vamos a poder reflejar, con ejemplos, cómo está comunicación capada y sesgada, desde edad muy temprana, va dando lugar a los tabues que nos impiden una comunicacion asertiva, sana y satisfactoria en nuestra experiencia sexual adulta.

El despertar sexual, como bien sabemos, comienza en torno a los 3 años.

«A la par que la vida sexual del niño alcanza su primer florecimiento, entre los tres y los cinco años, se inicia en él también aquella actividad que se adscribe a la pulsión de saber o del investigador.» (Freud,1905. p.52).

Como bien indica Freud, este despertar sexual no nace desde la busqueda del placer genital, si no desde el saber, desde la curiosidad y el descubrimiento. Sin embargo, los adultos tenderán castigar ciertas actitudes, por un claro sesgo de sexualización desde la provia visión adulta.

Aquí el primer ejemplo:

“No te toques la churra”. En esta frase, que todos hemos escuchado alguna vez, hay ya muchas formas de invalidación de esa primera conducta sexual de exploración.

Lo primero a tener en cuenta sería los términos o palabras utilizadas para mencionar la palabra «pene» o «vulva».

Churra, piticlín, pito, toto, …dependiendo del lugar donde vivas, cultura etc, se le llamará de una manera u otra. No obstante, la necesidad de cambiar el nombre al órgano sexual a una palabra que pueda sonar más «inocente», ya plasma la idea de que hay algo que cambiar o que maquillar. Planteo: ¿Por qué no tenemos la necesidad de cambiarle el nombre al codo, por ejemplo?

Y por supuesto, la frase contiene la desaprobación de lo que hace el niño en si.

«No te toques» . El mensaje que el niño está recibiendo por parte de sus referentes, ya sean padres, maestro de guardería… es que su conducta es negativa.

Otra similar sería, vemos al niño en una conducta clara de exploración genital y automáticamente el adulto reacciona: «eso no se toca» o «eso no se hace». De manera inquisitiva, capamos esa conducta.

Otro mensaje más visual en la infancia es el tapar o censurar todas las partes que los adultos relacionamos como sexuales. Claro ejemplo visual de esto.

Una niña de edad temprana ni siquiera tiene desarrollado el pecho cuando se le lanza el mensaje de que ha de taparlo. Incluso, sin decirlo de manera directa, la niña tenderá a imitar a sus referentes adultos.

Todos estos mensajes que hemos ejemplificado presentan los primeros tabúes. No sólo hacia lo que, más adelante, creará una comunicación sexual adulta sesgada y llena de vergüenza, desconocimiento y culpa en muchos casos. Sino, tabúes con nuestro propio cuerpo, y la forma en la que nos relacionamos con él y lo mostramos al mundo.

La noción de que existe una “sexualidad infantil”, concebida en términos de “juego” o “experimentación” que se desarrolla y deviene una sexualidad adulta realizada . Estas nociones responden a un marco interpretativo…en el que la infancia es asociada a la formación de la identidad de género; la adolescencia, al surgimiento de fantasías sexuales y de la identidad erótica, vinculada a la noción de pubertad; y la adultez, a una identidad sexual fija y establecida. (Herman, 2000)

Veremos claros ejemplos de esto último en el siguiente post, para la siguiente etapa: La adolescencia.

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