Tu cerebro también enferma.

Andrea Carmona
Psicología del Lenguaje — ugr
3 min readDec 30, 2019

En anteriores blogs, mis compañeros Francisco Javier Pérez Comino, Nazaret Montes Bermudez y yo hemos hablado sobre los problemas que acarrea el consumo de comida basura y ultraprocesados. Pero ahora trataremos de ser más concisos, ¿de verdad creemos conocer las consecuencias directas?

Esto va más allá de engordar, de sentirse más fatigado, más cansado, o de que me salgan más granitos porque como “un poco mal”. Diversos estudios científicos señalan problemas y consecuencias directas relacionadas con el consumo de este tipo de comida.

Consecuencias obvias como la fatiga y cansancio, ya que estos alimentos carecen de nutrientes que aporten energía, incluso se podría llegar a desarrollar fatiga crónica, dificultando las tareas sencillas del día a día. Problemas digestivos como colon irritable, ya que el aceite refrito de estos alimentos se pega a las paredes del estómago aumentando la producción de ácido, provocando irritaciones y digestiones complicadas. Daños en el hígado, tan similares como los del efecto del abuso de consumo de alcohol, debido al elevado nivel de grasas trans. Enfermedades como la diabetes tipo 2, en los que el cuerpo no es capaz de utilizar la insulina correctamente debido al alto niel de glucosa (azúcar), que acaba por acumularse en la sangre. Esto a su vez aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares por colesterol LDL (el “malo”), al adherirse este a las paredes de las arterias, el flujo sanguíneo hacia el corazón se bloquea, lo que puede llegar a producir incluso infartos. Otras enfermedades como las renales, debido a la alta concentración de sales finas procesadas que producen respuestas como el aumento de la salivación que hace que crees más antojos de este tipo de alimentos, se produce hipertensión que afecta directamente a los riñones, los encargados de filtrar las toxinas en la sangre. Además, como ya sabemos, también se relaciona con el riesgo de padecer cáncer colorrectal, debido a un consumo excesivo de grasas y azúcares, según un estudio del European Journal of Cancer Preventation, así mismo, investigadores del Centro Fred Hutchinson de Investigación para el Cáncer (Seattle) descubrieron que los hombres que comen fritos más de dos veces al día tienen un riesgo mayor de padecer cáncer de próstata.

Pero no sólo podemos señalar consecuencias a nivel fisiológico, en es importante señalar las consecuencias en nuestro cerebro.

Un estudio del American Journal of Clincial Nutrition (2011) descubrió que personas saludables que comían comida basura tras cinco días, obtenían bajos resultados en pruebas cognitivas que evaluaban atención, velocidad y humor, concluyéndose así que un consumo regular de esos productos puede causar inflamaciones en el hipocampo, lo que deteriora la memoria y el reconocimiento de información.

Además de producirse en el páncreas, la insulina también se produce en el cerebro, ayudando así a la formación de memorias, un estudio de la Universidad de Brown descubrió que altos niveles de insulina, al igual que en la diabetes tipo 2, provocan que el cerebro disminuya su capacidad de razonar, de crear recuerdos, aumentando así el riesgo de padecer demencia.

Por ello, queremos concienciar del grave peligro que supone un consumo, no sólo excesivo y regular, de comida basura, ya que se trata de productos que carecen de nutrientes esenciales que benefician a nuestra salud. Este déficit nutricional incluso puede dar lugar a cambios hormonales, de humor y/o de conducta, aumentando así el riesgo de padecer depresión, sobre todo entre los jóvenes (un 58% si se trata de un consumo regular).

Elijamos un consumo adecuado, no nos dejemos llevar por aquellos productos que las campañas publicitarias nos muestran como la última moda en el mercado, cuidemos de nuestro cuerpo, pero sobretodo, no nos olvidemos de cuidar también a nuestro cerebro.

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