Un pequeño inicio: de la locura a la parafilia

Leyendo un artículo sobre las reflexiones de los encuentros y desencuentro del cine y la patología, se me planteó la curiosidad de ver varias de las películas que proponían. Algunas de ellas suponían un retroceso hacia la marginalización, pues reforzaban la vieja creencia de que a los locos se les debe temer, como aparece en la película Identidad (2003), en cambio, otras mostraban en su extremo la obsesión como ocurre en Inocencia interrumpida (1999) y Mejor, imposible (1997).

Lo interesante que me resulta del cine, es que se sirve de lenguaje para reflejar historias que pueden estar más o menos alejadas de la realidad. Sin embargo, el lenguaje no sólo son estructuras y el modo de formar nuevas estructuras para comunicarnos, sino que también incluye otros elementos sonoros, la formas de pensar en nuestras acciones, de mirarnos, de movernos, que introducen incertidumbre sobre la exactitud con la que nos expresamos.

Aunque las anteriores películas me resultaron muy interesantes, fue la última la que me presentó gran inquietud y me derivó a leer más sobre las relaciones de pareja.

En un artículo publicado por Arroyo y Escárcega (2006), hablaban de la existencia de dos niveles a la hora de elegir una pareja. Por un lado, uno más consciente basado en las actitudes que aportas y te aporta tu pareja, en acuerdos explícitos de la forma en que esperan comportarse frente al otro, así como el comportamiento de la pareja ante un grupo social y familiar. Y, por otro lado, un nivel más inconsciente presente tanto en la elección, desarrollo y disolución, que suponemos inexistente al no conocerlo y, recoge las expectativas y deseos que tu pareja espera que satisfaga sin conocerlos.

Este último nivel, conlleva mencionar la importancia de las vivencias anteriores en etapas cruciales de la infancia, resultantes de la interacción con personas significativas como los padres, las cuales determinarán la actuación en relaciones posteriores de la vida, sobre todo, a la hora de elegir una pareja. Lo que significa que, en las relaciones de pareja, la conducta de los sujetos estará basada más en su pasado que en sus deseos o propósitos actuales, incluida su actividad sexual.

Este puede ser el caso de una pareja que parece ser perversa a los ojos de otros, caracterizada por un constante e intenso sufrimiento y falta de deseo, pero que inconscientemente satisfacen ampliamente sus profundas necesidades infantiles con conductas sadomasoquistas, masoquistas o sadistas.

Si bien, se acepta que la agresividad forma parte de la actividad sexual de muchas parejas. Lo que me pregunto es, ¿hasta que punto esta agresividad sobrepasa los límites en la conducta sexual?

Viendo algunos ejemplos mediante artículos observé que estas conductas sexuales suponen una manifestación de rabia hacia sus padres como se ve también en la película un Método Peligroso (2011), en la que el papel de Sabina manifiesta episodios de histeria cada vez que recuerda situaciones de su padre golpeándola, de lo que su psiquiatra no tarda en sacar de ello un elemento sexual, y desencadena en una relación masoquista entre ambos. Además, estas conductas tienden a ser de mayor intensidad y suponen una incrementada exposición de peligro, como ocurre en La pianista (1983), donde la protagonista se acaba provocando su propia muerte.

Esto supone sólo un inicio, y me plantea otras muchas ideas e interrogantes como es el papel las experiencias en la infancia, la culpa, el sadomasoquismo como consumo, la mujer en este tipo de conductas, etc.

Referencias

Arroyo, A. P., & Escárcega, J. S. (2006). La pareja perversa sádico-masoquista. Un caso clínico. Revista intercontinental de psicología y educación, 8(2), 41–60.

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