Una fábrica de sueños
El simpático Mickey Mouse, las princesas, los súper héroes y villanos… Todos ellos pertenecen al universo Disney… un universo que poco a poco está dominando toda la escena mundial y que, sin que nos demos cuenta se inserta en nuestras vidas desde pequeños, implantando su semilla y creciendo a la par que lo hacemos nosotros. Éxito asegurado. Siempre podemos asociar a Disney algún recuerdo, alguna película o alguna canción que nos genere muy buenas sensaciones.
Y es que, una vez más nos encontramos ante un producto de la capitalización la cual tiene sus raíces en el S.XX; la industria cultural administra el tiempo libre de la misma manera que el capital organiza el trabajo. El trabajador necesita un descanso tras la jornada laboral y para ello consume entretenimiento.
La población solo consume lo que la masa manda. Se consigue así la homogenización, la estandarización. Cuanta más gente sea igual, más productos se le pueden vender. Ahora bien, partamos de la hipótesis de los constructivistas radicales, los que aseguran que todos nuestros conceptos y comportamientos son construcciones sociales. Dan pues, un papel sumamente notable a la mayoría, a la sociedad. Y la mayoría significa norma, significa seguir unos patrones de conducta que se ajusten a lo establecido y ponerse unos límites que no pueden ser quebrantados si queremos sentirnos acogidos. Esto lo sabe muy bien la industria cinematográfica, en este caso disney; Todas las producciones tienen una fórmula similar. No arriesga, pues lo que se sale de lo normativo puede equivaler a fracaso. Alza sus historias sobre los cimientos de unos esquemas psicológicos básicos. Se busca lo que a todo el mundo le gusta, asegurando así un éxito que se aleja de la novedad. Solo hay que poner la vista en los nuevos remake de Disney; “Aladdin”, “el libro de la selva”, “ la bella y la bestia” y las próximas “Mulán” y “La Sirenita”. Clásicos infantiles que todos recordamos con añoranza y que nos llenan de ilusión sin importar la edad.
Este desenfrenado capitalismo cuenta con algunos detractores. Tal es el caso del artista callejero Bansky y su Dismaland, el parque terrorífico de Disney ubicado en Reino Unido. Fue parte de un proyecto que tenía como objetivo alejarse de la magia y la fantasía de Disney, reivindicando problemas sociales y tapando cada una de las obras con un manto de realidad. En definitiva, es un parque que te recuerda que la vida no es un cuento de hadas.
Al fin y al cabo, desde pequeños le estamos otorgando a una sola empresa la potestad de crear los sueños de nuestra cultura, dirigiendo el inconsciente colectivo en la dirección que más les interesa. Nuestras perspectivas y constructos están condicionados por la cultura y de nosotros depende decidir si queremos seguir bailando al son de esta cultura prefabricada.
“Una buena obra de arte no es una que alumbre contradicciones subjetivas expresando una armonía, sino la que expresa su armonía de forma negativa, abrazando sus contradicciones en la estructura profunda. El arte autónomo debe mostrar la fealdad y la diferencia, trayendo todos los problemas del mundo o del individuo al escenario, sin fijarse en el modelo” Theodor Adorno.
Os dejamos aquí el vídeo en el que nos hemos inspirado para la realización del artículo, os recomendamos encarecidamente que saquéis unos minutos para verlo…
¿Alguna vez habíais puesto en duda a Disney? ¿Os habíais planteado esta idea?
Bibliografía:
http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=4820
Publicación realizada por el grupo de trabajo del T2 formado por:
Pilar Aguilera Carrillo
Inmaculada Ballesteros Macias
Nuria Cruz García
Belén Cornejero Úbeda