Una manera de acercarnos a la realidad.

El otro día, a través de la radio, escuché una historia de una familia que tenía dos casas de gran tamaño y bastante dinero pero que, a raíz de la crisis económica, tuvieron que vender una de ellas. La pareja decidió viajar en caravana por diferentes países con sus hijos. Cuando regresaron a su casa, tras 3 años de estar viviendo de un lado para otro, dijeron haber experimentado la sensación de que aquel lugar, que anteriormente había sido su hogar, se les quedaba grande, por lo que tomaron la decisión de reducir su tamaño. En esta aventura dicen haber descubierto que no necesitan tantas cosas materiales y que, el verdadero sentido de su felicidad residía en estar juntos y aprender de la vida, de esta manera.

Este es uno de los ejemplos que podemos encontrar en el día a día, personas que son capaces de ver más allá de la sociedad materialista y de consumo que nos envuelve, y que ponen el peso de importancia de esta en su justa medida.

Esta historia me hizo recordar a cómo mi padre se sonreía cada vez que compraba el material escolar para mí. Cuando empezaba a dibujar algunas tardes, afición que comparto con él, recuerdo que me decía que ojalá él hubiera podido tener unos lápices de colores como los que yo tenía en ese momento, ya que, por cuestiones económicas, era imposible para su familia poder costearse este tipo de cosas cuando, incluso, les faltaba dinero para poder comer. Me contaba que recogía las puntas de los lapiceros cuando a otros niños se les partían y que las guardaba en una caja de cerillas. Esa era su caja para dibujar y, a pesar de hacerse daño en las yemas de los dedos al colorear, me contaba experimentar mucha felicidad al sentir que podía dibujar como otros niños lo hacían, aunque fuese de otra manera. Mientras los otros niños tiraban al suelo las puntas de sus lápices porque no les daban valor, mi padre las tenía guardadas como un tesoro en su cajita. La ropa que utilizaba era la que sus primos le mandaban, ya utilizada. Mientras que los demás niños lo señalaban por tener parches cosidos en los vaqueros y se reían porque no fueran nuevos, él sentía felicidad cada vez que venía un paquete cada mucho tiempo porque eso significaba que iba a tener nueva ropa que ponerse, a pesar de estar usada. Él y todos sus hermanos saltaban de alegría.

Mi padre sacaba buenas notas en el colegio e incluso su maestro fue a hablar con mi abuelo para que siguiera estudiando ya que veía grandes cualidades y capacidades en él. No tenía libros porque no los podía comprar, pero cogía los de sus amigos para poder aprender. Pero tuvo que dejar de ir al colegio y ponerse a trabajar.

Un día, hablando con él, le pregunté que qué le hubiera gustado estudiar si hubiera tenido los medios. Ante esto, él me dijo que no lo sabe porque no pudo descubrir qué es lo que le gustaba, no tuvo la oportunidad y que, por eso, él ahora estaba contento de poder darnos a nosotros, sus hijos, esa oportunidad de crecer y descubrir más acerca de lo que nos gusta y poder seguir aprendiendo sobre ello. Aún así, dijo que estaba muy contento porque, a pesar de todas las dificultades de su vida, había crecido con su familia y tuvo una infancia y vida feliz a pesar de las dificultades. Dijo que aunque no descubriera cuál hubiera sido la carrera que estudiar, el tomar otro camino, le hizo descubrir que le apasiona la construcción y por ello, ahora trabaja de albañil.

La historia personal de mi padre es una entre millones, no solo pasadas, sino presentes, e incluso más agravadas. Personas que se encuentran en países en guerra como Siria. En países donde la desnutrición y deshidratación reina, la explotación infantil, las violaciones, la no educación, entre otras muchas penurias.

Hace un mes estaba navegando en la red social de instagram cuando de repente me salió un anuncio de unicef. Este, es el siguiente:

Cuando lo vi, a pesar de ser una realidad que ya sabemos, me planteé si somos conscientes del todo de las diferentes situaciones a las que otras personas se enfrentan día a día y si valoramos las cosas que tenemos. La respuesta que me dije a mí misma fue “no”. Muchas personas echan la vista a un lado cuando aparece alguna noticia de este tipo o piensan en lo que no tienen en lugar de agradecer lo que sí, cosas básicas que hemos tenido siempre y no sabemos qué es no vivir sin ellas porque muchos de nosotros no nos hemos puesto plenamente en ese lugar. Por eso, ver este tipo de mensajes, creo que es una manera de invitarnos a la reflexión.

El que instagram me acercara a ese contenido me hizo pensar que no es una red social de solo postureo, como antes pensaba. A través de esta, muchas asociaciones tienen cuentas donde exponen información útil, además de campañas sociales. Lo cierto es que, esta red es utilizada por millones de personas, es una vía fácil para hacer llegar información y, si es de este tipo, mensajes que considero importantes, mejor aún.

Por ejemplo, este verano, me salió como sugerencia un chico llamado Daniel Illescas, influencer con 936000 seguidores, el cual estuvo haciendo voluntariado en Kenia y llevaba a cabo un proyecto llamado “Be part of it”, que consistía en vender camisetas con el objetivo de recaudar dinero para llevarlo al orfanato donde realizó su voluntariado. Gracias a este proyecto, la recaudación de dinero con la colaboración de personas y la red social de instagram para que llegara a un mayor número y se diera a conocer, consiguieron construir camas para estos niños, ya que anteriormente dormían en el suelo, y una cocina con comedor, para poder cocinar, no mojarse los días de lluvia, estar más refugiados y sentirse más cómodos.

--

--