Yo también tengo miedo

Marina Hernandez
Psicología del Lenguaje — ugr
3 min readJan 12, 2023

Hoy de camino a clase de prácticas iba escuchando un podcast sobre María Belón, una de las supervivientes del tsunami de Indonesia y miembro de la familia española en torno a la que gira la película Lo imposible.

La entrevista comienza contando la experiencia que la protagonista tuvo con el tsunami y cómo un hecho tan traumático le cambia la vida por completo. Una de las enseñanzas que surgen a raíz de esta experiencia se basa en la comunicación con sus hijos, María Belón cuenta que para tratar de sobrellevar las secuelas fue imprescindible la sinceridad en compartir sus sentimientos con ellos, dejar que viesen a sus padres como vulnerables para evitar que se sintiesen inferiores por estar mal.

Escuchar a una madre hablar de comunicación emocional con sus hijos me resultó tan extraño que me hizo plantearme el por qué (y en clase planteé la pregunta de hasta dónde conviene comunicarnos emocional y sentimentalmente).

El instinto maternal y paternal se basa en la protección: todos vemos a nuestros padres como super héroes cuando somos pequeños. Tenemos esa sensación de que son invencibles, de que no sufren, y nada más lejos de la realidad. Este instinto protector en muchas ocasiones fomenta ocultar ciertas emociones como el miedo, estrés, tristeza, con el objetivo de crear seguridad, pero conlleva un distanciamiento y déficit en la comunicación con los hijos.

El diálogo en esta relación es complicado, pero diferentes estudios han verificado que los estilos de comunicación parental pueden predecir el clima familiar, y con ello el desarrollo de las habilidades emocionales de los hijos. Así, se han encontrado asociaciones positivas entre el estilo afectivo y emocional de comunicación con las relaciones positivas y de crecimiento personal, que en un futuro tendrán efecto sobre la forma de comunicación del niño con los demás.

Considero que una relación padre-hijo se basa en el amor incondicional, pero no por ello significa confianza plena como para expresar cualquier pensamiento que se cruce por nuestra cabeza, sin embargo, la percepción idealizada de la que hablaba antes provoca que en muchas ocasiones demos un paso atrás antes de hablar cosas que realmente son necesarias como el estado emocional o sentimental.

Hablar sobre cómo estamos acorta distancias con cualquiera, exponernos como vulnerables hacia la persona que tenemos en frente fomenta la confianza de la otra, da seguridad. Creo que aquí es donde se ubica el problema de cercanía: considerar que evitar hablar de algo hace que esto no exista, cuando simplemente se oculta.

Yo también tengo miedo”, es la frase que María Belón dice a sus hijos cuando siente que tienen miedo, se vulnerabiliza para que comprendan que es una emoción normal, a la que no hay que temer y que todos hemos tenido, pero que se afronta y supera. Ver que las personas invencibles también pueden sentirse como nosotros nos ayuda a entender que no somos débiles, que podemos confiar y no medicaliza una emoción natural.

Puede que este sea el quid de la cuestión en los problemas parentales durante la etapa adolescente: sentir que las emociones no son ni pueden ser comprendidas porque los progenitores no las tienen, cuando lo único que ocurre es que no nos lo han dicho.

Referencias

  • https://youtu.be/o90GPRiuPGU
  • Romero, N. A. R., Guajardo, J. G., Guinea, D. V., & Alegría, M. L. (2016). Influencia de las habilidades emocionales, los estilos de comunicación y los estilos parentales sobre el clima familiar. RIDPSICLO, 2(3), 6.

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