El placer de la sexualidad en pareja

Hace unos días María escribía una historia donde comentaba que la frecuencia media del acto sexual transmitida a través de blogs en Google era de “3 veces a la semana”, lo cual resulta curioso y cuestionable, pues no muestran ninguna justificación de estos datos. Sin embargo, Twenge, Sherman y Wells (2017) encontraron una disminución de la frecuencia de relaciones sexuales en estadounidenses, siendo ligeramente inferior en mujeres, que estaba por debajo de lo que publican esos blogs. Además, La Vanguardia hacía eco de esta investigación, afirmando que estos resultados podían ser extrapolables a sociedades europeas como la española. Estas referencias, apoyadas también por investigaciones nombradas en el “blogpost” de The Atlantic en Medium, son importantes de considerar cuando estadísticas del Centro de Investigaciones Sociológicas muestran que para el 57’5% de jóvenes entre 15 y 29 años la sexualidad ocupa un papel bastante importante.

Han sido múltiples las explicaciones que han tratado de darse a este hecho, siendo importantes los cambios sociales, culturales, tecnológicos, legales y médicos que se han producido a lo largo de estos años. Actualmente, las personas se sienten más preparadas para rechazar las relaciones sexuales, lo cual resulta coherente sobre todo en las mujeres, cuando el 30% y el 72% de ellas han experimentado dolor en los eventos sexuales vaginales y anales, respectivamente (Herbenick, Schick, Sanders, Reece y Fortenberry, 2015). Además, si consideramos la pobre educación sexual que recibimos que afecta a la dimensión del placer, aprendida en muchos casos mediante una pornografía machista, este planteamiento no parece irracional. Entonces, partiendo de esto, lo que habría que abordar es ¿cómo acabamos con las malas relaciones sexuales?

Por un lado, el lenguaje que empleamos sobre nuestros cuerpos es un reflejo de como lo vemos y empleamos, siendo fruto de una cultura y no de la pura naturaleza y, elaborado en la mayoría de los casos por hombres (Lamas, 1994). Esto da lugar a que determinadas partes del cuerpo de una mujer se omitan, como es el caso del clítoris, cuya existencia desafía la norma heterosexual al estar únicamente destinado a producir placer (Möller, 2013). Lo mismo ocurre con el ano, el cual está igualmente negado y silenciado, dando lugar a que determinados grupos luchen por una recomposición de las normas erógenas al pasar de orgasmo vaginal al orgasmo clitoriano, y de penetrar a ser penetrado (Trebisacce, 2015).

Partiendo de lo anterior, sería fundamental incluir estas estructuras en su enseñanza, acabando con sus mitos y con las distorsiones de éstos, que hacen que se conviertan en algo innombrable. Guzmán hace una propuesta didáctica para adolescentes dando respuesta a estos dos puntos con actividades como es “Jugar con la plastilina” donde los asistentes deben de moldear los órganos sexuales con la plastilina, de forma que se pregunten sobre sus características y sus funciones y, “Banderines” en la que deben de cuestionar la veracidad y falsedad de los mitos que se les presenten relacionadas con estructuras corporales sexuales. Además, esto supone el fin de una barrera ofreciendo la posibilidad de que la persona conozca su propio cuerpo y su respuesta a la estimulación sexual a través de prácticas como la masturbación, la cual es recomendada por terapeutas sexuales (Campos, Civera, Córdoba, Del Amo, Díaz, Díaz y Ferri, 2006).

Por otro lado, la comunicación con tu pareja ocupa un papel importante, siendo la ausencia de éste uno de los factores que dan lugar a la separación de las parejas (González, 2004). En la historia publicada “Why are young people having so tittle sex?” se habla de la falta de comunicación durante las relaciones sexuales, donde se llevan a cabo conductas sexuales sin conocer si a la otra persona les agradan, existiendo casos cuyos ginecólogos observan indicios de violación en mujeres sin que éstas comuniquen la existencia de este acto.

Conversaciones como las que muestra esta pareja, llegan a resultar igual o más complejas si estamos llenos de prejuicios o mitos y, sobre todo, si no existe confianza entre sus componentes. Algunos estudios hablan de una mejora de la sexualidad en relaciones estables en comparación de las casuales, como es el trabajo de Armstrong, England y Fogarti (2012) donde encontraron que en mujeres las prácticas sexuales específicas, la experiencia con una pareja en particular y el compromiso predicen el orgasmo y el disfrute sexual. Esto sugiere como proponemos inicialmente, la relevancia del desarrollo de estrategias de comunicación y confianza que favorezcan las relaciones sexuales. Algunos manuales de educación sexual para jóvenes fomentan la comunicación, el desarrollo de la confianza y el respeto a través de actividades como “La ducha” donde los participantes deben elegir un “lavado” que le realizaran otros de sus compañeros, para posteriormente valorar como se sintieron durante su realización y entrar en un debate sobre los prejuicios, el respeto y el contacto físico.

En pocas palabras se podría decir que la mala sexualidad que experimentan las personas en la actualidad es fruto de un pobre proceso en educación sexual. Por ello, se considera trabajar en factores influyentes como es el lenguaje de nuestra estructura corporal, con el fin de liberarnos de tabúes y explorar nuestro propio cuerpo y así, determinar nuestros límites y deseos que compartiremos durante las relaciones sexuales basadas en la confianza y el respeto, con el objetivo final de tener relaciones sexualmente buenas y placenteras.

Referencias

Armstrong, E. A., England, P., & Fogarti, K., A. C. (2012). Accounting for Women’s Orgasm and Sexual Enjoyment in College Hookups and Relationships. American Sociological Review, 77(3), 435–462.

Campos, I., Civera, L., Córdoba, S., Del Amo, D., Díaz, A., Díaz, A., & Ferri, S. (2006). Respuesta Sexual Humana.

González M. S., & Espinosa, M. R. (2004). Parejas jóvenes y divorcio. Revista Electrónica de Psicología Iztacala, 7(1).

Herbenick, D., Schick, V., Sanders, SA, Reece, M., y Fortenberry, JD (2015). Dolor experimentado durante las relaciones sexuales y vaginales con otras parejas sexuales: hallazgos de un estudio de probabilidad representativo a nivel nacional en los estados de Estados Unidos. El diario de la medicina sexual, 12 (4), 1040–1051.

Lamas, M. (1994). Cuerpo: diferencia sexual y género. Debate feminista, 10, 3–31.

Möller, G. N. (2013). Dentro de ella: Representación científica y placer sexual. Nomadas (Colombia), (38)

Trebisacce, C. (2015). Discursos científicos sobre la sexualidad femenina y la respuesta de las feministas y los varones homosexuales en la década del sesenta en argentina. Sexualidad, Salud y Sociedad, (20), 49–71.

Twenge, J. M., Sherman, R. A., & Wells, B. E. (2017). Declines in sexual frequency among American adults, 1989–2014. Archives of sexual behavior, 46(8), 2389–2401.

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