Érase una persona a un móvil pegado…

Laura Fuentes
Psicología del Lenguaje — ugr
4 min readNov 17, 2020

Como vimos hace unos días, mis compañeras Natalia Garrido Montenegro, Carmen Hitos García, y yo, Laura Fuentes Ruiz de Valdivia, las redes sociales ocupan un espacio muy relevante en la vida de las personas, hasta el punto de causar consecuencias muy perjudiciales. Un aspecto muy relevante a destacar fue cómo la felicidad de muchas personas está condicionada por los likes de sus publicaciones, llevando a las personas a una gran dependencia del uso del móvil.

Y es que no somos conscientes de la gran parte del tiempo que dedicamos al uso del teléfono móvil a lo largo del día. Sino, párate un momento a mirar tu móvil, y busca el tiempo de uso que haces de tu dispositivo. Yo no me podía creer que mi promedio diario de uso fuese de casi siete horas. Las personas influyentes en las redes sociales, los denominados influencers como ya mencionamos, afirman que tienen hasta un promedio de 14 horas al día usando su móvil, especialmente dedicado a las redes sociales, suena elevado incluso para dedicarse a ello laboralmente. Podemos afirmar de esta manera que su uso se eleva a más de medio día, suponiendo las 24h del día, y un 87,5% de uso al día si descontamos las horas destinadas al sueño. Las cifras hablan por sí solas, y sin darnos cuenta nos hemos vuelto seres dependientes de un dispositivo que controla nuestro día a día.

Los reforzadores del teléfono móvil, como un mensaje de un amigo, o la etiqueta en una foto, nos adentran en un círculo vicioso caracterizado por un reforzamiento intermitente, el cual es muy difícil de erradicar. De esta forma vemos que cuando nos mandan un mensaje es muy difícil inhibir la conducta de no responder, o incluso estamos expectantes al momento en el que nos responderán, sin dejar de mirar la pantalla del móvil.

Y si las redes sociales crean tal dependencia, es porque están creadas con dicha funcionalidad. Os invitamos a ver el documental “social media” de Netflix, que muestra cómo la redes persiguen crear un patrón exacto de la conducta de interacción de la persona con el móvil, para así presentar incentivos individualizados que llamen la atención y fomenten el uso del móvil, como por ejemplo ponerte una nuncio de las zapatillas que has buscado recientemente.

Actualmente no concebimos una realidad sin redes sociales, vivimos en la era digital de la generación Z, de hecho, desde que somos muy pequeños nos familiarizamos cada vez más con las tecnologías.

En nuestra infancia no estaban tan presentes los móviles u ordenadores. Sin embargo, ahora desde que tienes dos años te dan el móvil para que no hagas ruido y te portes bien. Esto tiene efectos en el desarrollo de la persona, ya que, aunque es importante saberlas manejar, es vital hacer un uso adecuado de ellas.

Recuerdo que cuando hice la comunión eran muy pocos niños a los que les regalaban un teléfono móvil, sin embargo, ahora a esa edad se considera mucho más importante. Debemos considerar que no son un juguete y saber que hay tiempo para todo y sobre todo, que hay otras formas de comunicarnos a esa edad. Nuestros abuelos aguantaron décadas sin tener estos medios de comunicación y sobrevivieron, pero también son los que ahora se intentan adaptar a los nuevos tiempos, de hecho, mi abuela tiene hasta Facebook y se maneja casi mejor que yo.

Os adjuntamos un vídeo en el que podemos observar como las interacciones sociales no se basan solo en la comunicación a través del móvil:

Creo que todos hemos experimentado la sensación de no disfrutar del momento que estamos viviendo, y estar más pendientes de subir constantemente a las redes sociales fotos o vídeos que muestran lo que estamos haciendo. Es decir, nos centramos tanto en posturear y que la gente esté “al tanto” de donde estamos y con quién, que nos olvidamos de disfrutar con nuestros amigos y familiares.

Un ejemplo muy típico en los tiempos que corren y que la mayoría de nosotros hemos presenciado, es ver a un grupo de amigos juntos, sin hablar, sin comunicarse, cada uno de ellos con el teléfono móvil. Pero luego, en las redes sociales muestran algo totalmente distinto: fotos juntos, videos en los que aparentemente están pasándoselo bien y disfrutando.

Algo que me llamó mucho la atención y que vi en twitter hace unos meses fue la crítica a la fiesta de una influencer, Dulceida. Se ve una foto de su cumpleaños y se aprecia como todos los invitados están con el móvil, compartiendo con sus seguidores la fiesta de su amiga. Pero, ¿realmente están celebrando algo?. Es obvio que no, ya que parecían más preocupados por el teléfono móvil que por la compañía mutua. Este es un claro ejemplo de cómo hemos dejado de disfrutar las cosas importantes debido al uso de los móviles, y que existe un paradigma sobre que es disfrutar el momento, ya que para algunas personas compartir sus experiencias en redes sociales es otra forma de disfrutar.

Adjunto a continuación el tweet:

Otro hecho que nos ha llamado la atención, es cómo, a pesar de que el principal fin de las redes sociales es la comunicación, lo que hacen es reducir la comunicación cara a cara con las personas. Es obvio que por mucho que avance la tecnología, no se podrá sustituir nunca la comunicación directa con el lenguaje verbal y extraverbal que ello implica, por contactos virtuales, los cuales están plagados de malentendidos. Por lo tanto, ambos tipos de comunicación pueden ser complementarios, pero no sustituibles. Las caricias, las sonrisas, los gestos, el tono de voz o los abrazos no pueden ser reemplazados por los emojis, los selfies o los mensajes de texto.

Entonces, ¿Las redes nos construyen o nos destruyen?

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