El bebé y su encuentro con el mundo

El cuerpo del bebé se encuentra al nacer con el mundo circundante y la psique materna, a partir de este encuentro, la actividad psíquica comienza a operar moldeando una primera representación de sí misma; diremos que lo que inaugura la vida psíquica, es la concurrencia del cuerpo sensorial del recién nacido con el espacio psíquico de la madre y del afecto presente en la confluencia de estos dos espacios, sea de placer o displacer; al mismo tiempo, lo que la madre sienta en ese encuentro depende de la satisfacción al tener el niño, del temor, del displacer en ser madre” (Castoriadis-Aulagnier, 1975,. citado en Esparza, 2015).

En estos primeros encuentros del bebé con la madre, hay un predominio de los contactos cuerpo a cuerpo que pasan a ocupar el primer plano de la relación, por medio de la alimentación, de los cuidados corporales y caricias que ella implementa. Los contactos corporales en una primera instancia, conforman el centro de la escena destacándose entre ellos la función alimentaria que es acompañada de palabras, susurros y cantos, que aunque no cobran aún para el bebé valor de significados, si conforman primeros significantes. Un poco más preciso sería decir que los primeros contactos que se dan con la madre, con el cuerpo materno, en verdad lo son con los procesos psicosomáticos despertados en ella a partir de la presencia (o ausencia) en su psiquismo de la representación “hijo” (lo cual puede comenzar mucho antes del nacimiento del mismo y puede terminar o no) de producirse con la alimentación.

El encuentro del bebé con la madre, es un encuentro con los procesos psicosomáticos maternos a partir del trabajo de metabolización, que implica tener que representar la presencia de un elemento heterogéneo a ella, que es el propio hijo, y de cómo sea la relación establecida por ella con dicha representación, que tipo de afectos (amor, odio, placer, displacer) la acompañan. El concepto de cuerpo imaginado o sombra hablada es el que da cuenta de cómo se inicia en la madre este proceso de representación-hijo. Por lo cual, destaca que estos primeros encuentros bebé-madre son con los procesos psicosomáticos despertados en la madre a partir de cómo ella viene procesando la representación hijo en su psiquismo, lo cual le produce respuestas que se transmiten en el cuerpo a cuerpo de la alimentación, las caricias y los cuidados corporales. La representación hijo en el psiquismo materno transmitida vía “caricias.miradas-palabras” es un elemento a metabolizar por el niño.

Por otro lado el bebé va a metabolizar su cuerpo a partir de las va sensaciones corporales y así la corporeidad propia va a quedar representada en el psiquismo naciente.

El punto de partida de la actividad psíquica del niño, corresponde a una representación pictográfica originada en la experiencia de placer producida por el encuentro entre el cuerpo sensorial (ojos, piel, oídos, boca) del niño y la madre (en su dimensión física y psíquica). Así, el pictograma es la representación de la puesta en escena de una relación donde se ha metabolizado un afecto: el placer de su existencia, de la reunión de una boca con un pecho, que Aulagnier (1986,. citado en Esparza, 2015) considera el “objeto primordial en torno al cual el sujeto ordenará sus primeros valores”.

Así pues, desde el nacimiento mismo o incluso antes, el niño experimenta tanto sensaciones de placer como de displacer, es en relación a éste que el trauma de nacimiento se acompaña de experiencias de sufrimiento. Acerca de éste, Aulagnier (1986) escribe:

“la experiencia del sufrimiento no es ni más ni menos importante que la del placer: ambas son necesarias y ambas son insoslayables”

Es función de la madre y la familia en su conjunto, asegurar el bienestar del niño, pero cuando el cuerpo del niño envía señales de un mal funcionamiento, se anuncia una condición amenazante. (Aulagnier, 1986., citado en Esparza, 2015).

En esta fase temprana de la vida, el sufrir de un ser desvalido no puede ser ignorado por la madre, quien mediante la función de sostén y su amoroso cuidado puede consolar o hacer más tolerable el sufrimiento al niño; pero si la realidad de un cuerpo sufriente se extiende durante un tiempo prolongado y la madre es incapaz de confortar el sufrimiento del bebé o reacciona con indiferencia, agresividad, decepción, enojo o angustia desbordada, se corre el riesgo de afectar la relación futura del niño con su propio cuerpo y con la realidad (Aulagnier, 1986., citado en Esparza, 2015). La realidad del cuerpo indefenso de un niño que afronta problemas al nacer nos indica, como señalara Freud en el Yo y el Ello (1923), que la vida misma es producto de la lucha entre las pulsiones de vida y de muerte; en la gran mayoría de los casos triunfa Eros, pero la pulsión de muerte produce una falla que interfiere con la investidura narcisista y amenaza el proceso de estructuración psíquica (Esparza, 2015).

Referencias:

Esparza, E.(2015) Los síntoma del TDH, sólo la punta del iceberg. Clínica de lo negativo. (Tesis de doctorado). Colegio Internacional de Educación Superior. México.

Grassi, A. (2015) De lo originario a lo originante. Recuperado de: http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/obligatorias/056_adolescencia2/material/fichas/lo_originario.pdf

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