Importancia de la relación madre-hijo

El cuidado del niño va más allá de lo biológico, importa la satisfacción de las necesidades psicológicas y emocionales (Winnicott, 1947, en Esparza 2015).

Hola queridos lectores, el día de hoy les hablare un poco sobre la importancia que hay en la relación madre-hijo; esto como aporte a la lectura del trabajo de la Dra. Eva M. Esparza Meza, Los síntomas del TDAH, sólo la punta del Iceberg.

Como ya sabemos el vínculo entre la madre y el hijo se crea desde el momento de la gestación, y su nivel emocional se va acrecentando durante el momento del nacimiento, la lactancia y posteriormente con el cuidado en los primeros años de vida del niño.

Pero… ¿Cuál es su importancia en la estructuración psíquica del infante?

Al nacimiento la madre se dedica por completo al niño, quedando ella relegada para hacer lo que el bebé necesita. De esta forma la madre siente que su hijo es una prolongación imaginaria, lo que lleva a que el bebé no distinga que su madre es otra persona, o sea no posee el no-yo, por lo que no existe un yo. El self infante sólo existe en potencia, ya que no se ha formado pero los recuerdos y las expectativas van quedando registrados para luego formar parte cuando se haya desarrollado (Winnicott, 1995 en Agresta, 2015).

El verdadero self (término acuñado por Winnicott) se da gracias al sostén de la madre. Comienza a formarse a partir de la relación especial que tiene el bebé con su madre, ya que la misma a causa de la identificación con su hijo sabe cómo debe sostenerlo, de forma que empiece existiendo y no reaccionando. El niño adquiere aspectos de la realidad producto de las repetidas satisfacciones de la madre al gesto espontáneo del mismo. (Winnicott, 1995, en Agresta, 2015). En este sentido, en 1993 Winnicott (citado en Agresta, 2015) distingue a la madre suficientemente buena, la cual es la que de forma reiterada le brinda satisfacción a la omnipotencia del infante y le da sentido. De manera que el niño se siente real y creativo. En este caso al estar sincronizados la madre con el niño, se le da el apoyo para que el niño pueda desarrollar en un futuro un yo fuerte, por lo que tempranamente logra organizar defensas y desplegar aspectos personales.

Continuando con esta idea en 2014 Rotenberg (citado en Agresta, 2015) plantea a la formación del yo como un proceso de integración, siendo necesaria la interdependencia con el otro.

Para Winnicott y Aulagnier (en Agresta, 2015) el bebé cuando nace tienen sensaciones, sentidos, pero es gracias al otro, que genera las percepciones del bebé. Ambos padres tienen que entender las necesidades del bebé a partir de una identificación empática, ya que cuando la necesidad del bebé es la misma que le brindó alguno de sus padres, este va construyendo su yo de una manera integrada y coherente.

Kohut (1977 en Schore, 2010) nos menciona que la psicología del self está construida sobre un principio fundamental del desarrollo, el hecho de que los padres con organizaciones psicológicas maduras actúan como self-objetos que llevan a cabo funciones regulatorias críticas para el infante, el cual posee una organización psicológica inmadura e incompleta. Por lo tanto, al niño se proporcionan, en niveles no-verbales por debajo de la conciencia, experiencias self-objetales que generan directamente la vitalización y cohesión estructural del self. El constructo del self-objeto contiene dos componentes teóricos importantes:

  1. El concepto de la díada madre-infante como unidad self-selfobjeto enfatiza que el desarrollo temprano es, en esencia, una interdependencia entre self y objeto en un sistema
  2. El componente del constructor self- objeto es el concepto de regulación. En sus especulaciones acerca del desarrollo, Kohut (1971) afirmó que las transacciones regulatorias diádicas recíprocas del infante con self-objetos posibilitan el mantenimiento de su equilibrio homeostático interno. Estas experiencias self-objetales regulatorias proveen las experiencias afectivas intersubjetivas particulares que evocan la emergencia y mantención del self (Kohut, 1984).

¿Qué nos dicen las neurociencias?

Desde los 80 hasta el presente, los neurocientíficos descubrieron que el vínculo madre-hijo tejía las redes neurales en el cerebro del niño, alterando e impactando la estructura y la actividad de sus conexiones neuronales. (Pla Vila, 2013)

De acuerdo a Ovtscharoff y Braun (2001), “La interacción diádica entre el recién nacido y la madre […] sirve como regulador de la homeostasis interna del individuo en desarrollo. La función regulatoria de la interacción recién nacido y la madre puede ser un promotor esencial para asegurar el desarrollo y mantenimiento normal de las conexiones sinápticas durante el establecimiento de los circuitos funcionales del cerebro”. Estos investigadores concluyen que las interacciones sutiles de apego que regulan las emociones alteran de modo permanente el cerebro al establecer y mantener los circuitos límbicos en desarrollo (Ziabreva et al., 2003 en Schore, 2010).

Consecuencias de una inadecuada relación madre-hijo

Durante los primeros años de vida es necesaria la presencia de una figura que cumpla con su función materna, para que el niño logre constituirse como un sujeto de su propio deseo. En el caso del abandono o negligencia, ante la ausencia física y/o emocional, de esta figura se cuestiona ¿qué sucede con el bebé?, el cual queda en una situación de vulnerabilidad, además de la que presenta por ser niño.

Falso Self

Es una organización defensiva en el cual se asumen prematuramente las funciones de cuidado y protección maternas de tal modo que el bebé o el niño se adapta al ambiente a la par que protege y oculta su VERDADERO SELF (fuente de los impulsos personales “ello”) (Abadi & Bollini, 1996)

Una madre no suficientemente buena favorece el desarrollo de un falso self. Ya que la misma desde un principio no reconoce que el bebé tiene posibilidades propias, que este es diferente a sus expectativas (Kremlin, 2011 en Agresta, 2015).

En situaciones donde el niño todavía no tuvo la posibilidad de desarrollar el área transicional ni la función simbólica para sobrevivir a la pérdida, la única solución que tiene es someterse al objeto, mimetizándose con sus deseos y decisiones, para convertirse en el niño que su madre quiere, y así no satisfacer sus propios deseos (Hernández, 2013 en Agresta, 2015).

Esto corresponde a una intrusión (producida por repetidos fracasos en el sostén materno), de manera que conoce el mundo sin poder elaborarlo por sí mismo. Ante la amenaza de ser aniquilado, en el caso de que aún no se ha desarrollado la representación mental del espacio transicional ni de la función simbólica, percibe que puede perder a su madre, con la cual tiene una dependencia total (Krecl, 2011 en Agresta, 2015). Por lo que, organiza sus defensas de forma que se hace cargo de su sostén, identificándose con su madre, esperando la situación sin poder crearla (Hernández, 2013 en Agresta, 2015). “Utiliza de modo rígido, perpetuado, una manera de ser desde una fortaleza que puede ser su mente, el cuerpo, el retraimiento y aun la desintegración esquizofrénica en los casos más graves” (Krecl, 2011, p.51 en Agresta, 2015).

Es un falso self que complace, respondiendo y aceptando las exigencias del ambiente. Por lo que el niño se rodea de relaciones falsas, a través de la introyección que le permite obtener elementos de la realidad. De esta forma se va desarrollando, tomando aspectos de quien sea la figura cercana (madre u otro familiar) (Winnicott, 1993 en Agresta, 2015). El niño aprende así, a poner como funcionamiento defensivo un falso self para proteger y ocultar su verdadero self.

Complejo de la madre muerta

Green (1980 en Agresta, 2015) conceptualiza el complejo de la madre muerta como una imago construida en la psique del hijo a consecuencia de una depresión materna, que transformó brutalmente el objeto vivo, fuente de la vitalidad del hijo, en una figura lejana, átona, cuasi inanimada, que impregna de manera muy honda las investiduras de ciertos sujetos que tenemos en análisis y gravita sobre el destino de su futuro libidinal, objetal y narcisista. La madre muerta es entonces, contra lo que se podría creer, una madre que sigue viva, pero que por así decir está psíquicamente muerta a los ojos del pequeño hijo a quien ella cuida (p.209)

Dicho complejo se caracteriza porque la madre pródiga unos cuidados corporales adecuados, lo predominante es la ausencia afectiva de “una madre indiferente, fría, inalcanzable” (Rousillon, 1995, p. 258 en Esparza, 2015); ofrecimiento de un “amor helado” nos dice Green (1983, p. 222 en Esparza, 2015), de ahí las reacciones de odio y destructividad de infante. Es esta situación de indiferencia materna, lo que Green (1993) considera como la disposición del objeto para colocar en peligro la estructuración psíquica, que promueve la fijación en la analidad, lo que de algún modo protege al niño de la pérdida de sentido y de la salida hacia una regresión a la oralidad donde predomina el pecho muerto, desinvestidura objetal que ante la sensación de vacío y desamparo, dejaría en mayor fragilidad psíquica al niño.

Tendencia antisocial

Winnicott (1990 en Agresta, 2015) se refiere a un niño deprivado cuando este no tiene la estimulación necesaria de las personas que lo rodean.

Cuando se produce una tendencia antisocial hay una deprivación de fondo, ya que el niño ha obtenido en su momento algo bueno hasta que se le quitó y de forma prolongada, por lo que no puede mantener la experiencia gratificante en su recuerdo.

Cuando el niño desarrolla una tendencia antisocial, hay dos posibles caminos: el robo y la destructividad. A través del robo el niño busca algo y al no poder encontrarlo, lo busca en el afuera. Una de sus causas puede ser la búsqueda de su madre y de autoridad paterna (pero él no lo sabe), que establezca un límite a la impulsividad y a la puesta en práctica de las ideas que le surgen cuando está excitado. El niño que no tiene una familia que lo apoye necesita de un control exterior para lograr sentirse bien. Por lo que busca algo a lo que siente que tiene derecho, de esta manera le hace un pedido a su madre y a su padre, ya que se siente deprivado de su amor .

Con respecto a la destructividad, el niño busca estabilidad del medio para escapar a la conducta impulsiva generada por sus conflictos, busca en quien confiar y le libere para moverse, actuar y entusiasmarse. El niño se da cuenta que la falla proviene del ambiente, lo que genera una distorsión de la personalidad y por ello busca la cura en el exterior (Winnicott, 1990 en Agresta, 2015).

En las neurociencias…

Evidencia indica que el abuso temprano impacta de manera negativa la maduración del sistema límbico, produciendo alteraciones neurobiológicas duraderas que subyacen a la inestabilidad afectiva, la tolerancia ineficiente del estrés, las dificultades de la memoria y las perturbaciones disociativas. De este modo, el estrés traumático en la niñez conduce a una auto-modulación de afectos dolorosos mediante el hecho de quitar la atención de los estados emocionales internos (Lane et al., 1997 en Schore, 2010).

Referencias:

Abadi,S.,& Bollini,M. (1996). Transiciones: El modelo terapéutico de D. W. Winnicott. Buenos Aires: Editorial Lumen.

Agresta, C. (2015). Efectos del abandono temprano en las estructuración psíquica. [en línea] Montevideo. Disponible en: https://sifp.psico.edu.uy/sites/default/files/Trabajos%20finales/%20Archivos/tfg_camila_agresta.pdf

Esparza, M. (2015). Los síntomas del TDAH, sólo la punta del iceberg. Clínica de lo negativo (Tesis de doctorado). Colegio internacional de educación superior, México.

Pla Vila, F.(2013). Implicaciones de la teoría del apego y las neurociencias en la comprensión de la relación terapéutica. [en línea] Barcelona. Disponible en: www.caps.cat/images/stories/Fina_Pla.pdf

Schore, A.N. (2010). El trauma relacional y el cerebro derecho en desarrollo: interfaz entre psicología psicoanalítica del self y neurociencias. Gaceta de Psiquiatría Universitaria, 6, 296–308.

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