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“La luz en la sombra” Anna Freud (1895–1982)

La hija menor de Freud, fue la heredera intelectual de su padre, el único miembro de su familia que siguió su profesión. Después de ser analizada por su padre, trabajo en forma estrecha con él, como una colega muy hábil y respetada.

Sin embargo, su hija no era primordialmente una teórica, sus observaciones sobre los niños se extendieron más allá de los infantes normales o perturbados que crecían en hogares promedio e incluyo a niños que habían vivido circunstancias extraordinarias tales como la guerra, incapacidades físicas y hogares sin padres.

Su investigación abrió el camino para una nueva investigación en la psicología infantil psicoanalítica, después de todo, su padre se había dedicado exclusivamente a pacientes adultos.

Anna Freud considero las etapas de lactancia y niñez como prólogos para una mayor madurez. Su terapia enfatizaba actitudes protectoras, apoyadoras y educadoras, sugirió como podían ser utilizadas la características clásicas del psicoanálisis para adultos con niños de 4 años en adelante, ya que al trabajar con los niños reconoció que el análisis no podía ser igual al del adulto, ya que las técnicas clásicas como la asociación libre, la interpretación de los sueños y el análisis de transferencia tenían que ser modificados con el propósito de corresponder con el nivel de madurez del niño. (Engler, B. 1996)

Descubrió la necesidad de un periodo preparatorio en el que el analista es establecido como una figura confiable e indispensable en la vida del niño, donde los padres de éste constituyen una gran parte de la vida de él, una parte que el terapeuta no puede despojar. Pero, el terapeuta no puede convertirse en otro niño. Sigue siendo una figura de autoridad para el paciente. Así que Anna ideó una técnica para manejar este problema de “transferencia”, utilizando la forma más natural posible, siendo un adulto cuidadoso, no un nuevo compañero de juegos, no un padre sustituto.

En la práctica con niños tuvo la certeza de que si no se propiciaba un ambiente confiable y respetoso dentro de la sesión el niño se vería afectado y muy probablemente no volvería análisis, gracias a su labor como maestra de escolar logró una participación activa propiciando el interés de los niños. Después de captar el interés en la terapia y hacer que el psicoanalista sea una figura confiable de respeto para él, tenía que lograr que el niño se preocupe en sí mismo y esté totalmente comprometido, afirmaba que el analista debía ser el yo ideal de niño para que el tratamiento logre su objetivo.

También logro introducirse al mundo fantástico del niño, interpretando sus sueños y fantasías a través del juego y reportes verbales que le compartía el niño, muchas veces tuvo que ir en contra de la autoridad de los padres para poder hacer sentir al niño que su vinculo era fuerte y confiable.

En el tratamiento revela hasta que punto se encuentran dominados por el mundo objetal, es decir, la medida en que el ambiente llega a influir para determinar su conducta y su patología, tales como actitudes protectoras o de rechazo, cariñosas o indiferentes, criticas o de admiración de los padres.

El juego simbólico del niño durante la sesión analítica no comunica solo sus fantasías internas, también es su forma simultánea de comunicar los hechos familiares habituales, como las relaciones sexuales entre los padres, sus desacuerdos y peleas, sus actos frustrantes o que provocan ansiedad, sus anormalidades y expresiones patológicas (Freud, A. 1982)

Con respecto al rol de los padres en la causación de enfermedades, el analista debe tener cuidado para que las apariencias superficiales no lo desorienten y sobre todo para no confundir los efectos de anormalidad infantil, el método más seguro y laborioso para evaluar las interacciones es el análisis simultáneo de los padres con sus hijos.

Existen padres cuyo apego al hijo depende de que el niño represente una figura idealizada de si mismos o una figura de su pasado, para retener el amor de sus padres en estas condiciones, el niño permite que su personalidad sea moldeada de acuerdo con los patrones que no son los propios y que lo conflictúan o no toman en cuenta sus propias capacidades innatas.

Algunos otros padres asignan al niño un rol dentro de su propia patología estableciendo sus relaciones sobre esta base y no sobre las necesidades reales del niño como afirma Anna Freud en su obra Normalidad y Patología en la niñez.

Un inconveniente más que identifica A. Freud en el análisis de los niños es la limitante de sus habilidades simbólicas ya que no están desarrolladas como la de los adultos, ya que existen dificultades para verbalizar las dificultades emocionales por las que pasan, incluso los mayores tienen problemas para esconder sus conflictos tras símbolos complejos de los que se encarga el analista de interpretar. Los problemas de los niños se establecen en el aquí y ahora, no hay mucho tiempo para construir defensas, por lo tanto, sus conflictos están más cerca de la superficie y tienen a expresarse de manera más directa, menos simbólica en términos conductuales y emocionales.

La dependencia del niño respecto de su entorno introduce una dimensión nueva en la patología, mucho más importante que en el adulto: la de conflictos de adaptación y de reacción.

Anna Freud aprendió en su trabajo con niños que hay limitantes realistas para el análisis, ciertos factores ambientales pueden no estar abiertos para el cambio real, aunque sus efectos pueden ser minimizados, otorgo mayor importancia a los factores ambientales sobre los internos, estaba impresionada por los esfuerzos que tienen los niños para afrontar y dominar situaciones devastadoras en extremo.

Por último, sistematizó y explicó de modo amplio la discusión de Freud acerca de las defensas del yo, se percató de que existe un propósito para que surjan en el análisis, el yo debe saber que tipo de defensas está usando para impedir que el material resurja a la conciencia, las defensas del yo pueden ser inferidas a partir de la conducta observable. El análisis de las defensas permite entender la historia de la vida y el desarrollo instintivo del niño.

También declaro que la intensidad de la adolescencia y los extremos de acting out no son patológicos, sino que son normativos y funcionales.

Siguiendo la teoría, los niños no tienen aún una consciencia plena de sus actos y son dirigidos, en su mayoría, por el ello. Esta reestructuración fue benéfica no solo para los niños sino también para el psicoanálisis ya que le otorgó una línea de vida más larga y completa. Hay que resaltar su valentía, paciencia y seguridad cada vez que tenía que intervenir analíticamente a un niño porque si cometía un error con un niño sería muy difícil de repararlo posteriormente. Por su habilidad con los niños y con el psicoanálisis, no dudo del tino de su padre al dejarla como “heredera” de esta teoría.

Referencias.

- Engler, B. (1996). Introducción a las teorías de la personalidad. México: McGraw-Hill

- Freud, A. (1991) Normalidad y Patología en la niñez. Buenos Aires. Editorial: Paidos Iberica

- Barcelona, D. y De Ajuriaguerra, J. (1996). Manual de psicopatología del niño. España: Masson S. A.

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